El Govern de Cataluña se acerca peligrosamente a su límite elástico --es decir, a la zona donde, una vez superado el umbral de la incompetencia, resulta muy difícil recuperar la estabilidad del sistema--. Confiemos en que la sociedad catalana sea capaz de reaccionar a tiempo para que su Administración y sus instituciones vuelvan a ser útiles a sus ciudadanos.
El pujolismo no tuvo ningún interés en crear una Administración moderna y eficiente, le bastaba con que fuera un instrumento al servicio de su ideología nacionalista. Una ideología que excluía a la mitad de la población. A través de prácticas clientelares, tejió un entramado de intereses que dejaba fuera de los beneficios del sistema a todos a los que consideraba desafectos. Su aparato administrativo ha sido gestionado por altos funcionarios bien retribuidos en donde prima la lealtad a la tribu nacionalista sobre la cultura de la profesionalidad del civil servant. El sectarismo nacionalista ha marginado durante años a muchos funcionarios con alto nivel de capacitación y profesionalidad.
A los anteriores vicios de origen, hay que sumar la incapacidad e incompetencia del actual Govern de la Generalitat para abordar la solución a los graves problemas que afectan a la sociedad catalana.
La crisis sanitaria en la comarca del Segrià se les ha ido de las manos. Las intervenciones periódicas de la consejera Vergés son patéticas, donde transluce gestualmente su incapacidad e impotencia para gobernar la crisis. Urge que el Govern defina una estrategia de actuación y que ésta sea conducida por un consejero de Salud con capacidad ejecutiva para asumir el mando único y establecer las prioridades en base a una estrategia definida con anterioridad.
Continúan las sospechas de una gestión opaca bajo la sombra de la cultura del 3%. No se han atrevido a desmontar el contrato irregular de 18 millones entregado a Ferrovial, la empresa que financiaba a CDC a través del Palau de la Música, para hacer un trabajo que no sabe desarrollar y que en realidad realizan los sanitarios públicos. El brote de Lleida evidencia las carencias y descoordinación en el sistema de rastreo que recae en una atención primaria sobrecargada y en una Agencia de Salud Pública sin efectivos.
El ejecutivo se ha mostrado incompetente para abordar en solitario la grave crisis de la automoción en Cataluña. Un sector económico que representa el 10% del PIB catalán y que emplea a 143.400 personas de forma directa e indirecta en la comunidad autónoma. Tras las malas noticias de la anunciada marcha de Nissan, aparece en el horizonte la buena noticia de la previsión de Seat de aportar una inversión de 5.000 millones de euros y fabricar su primer vehículo eléctrico en su fábrica de Martorell en el 2025. Para que esta previsión se haga realidad, será necesaria una actuación coordinada de los poderes públicos tanto estatal como autonómico y la cooperación institucional que permita avanzar en la construcción de las infraestructuras de carga necesarias y en el desarrollo de las energías renovables.
No existe estrategia conocida del Govern para mantener la actividad y el empleo en la industria turística catalana en la era del post-Covid-19. Una Generalitat que actúa a la desesperada y que apela ahora a la "unión" para atraer turistas del país del que se quiere separar, eliminando símbolos independentistas en su campaña para captar visitantes del resto de España. Todo un ejemplo de frivolidad e hipocresía patriótica. A la Generalitat y al Ayuntamiento de Barcelona les cuesta entender la importancia de un sector como el turístico que representa el 12% del PIB y el 14% del empleo en Cataluña. Un ejecutivo competente debería construir una estrategia para la potenciación de un turismo inteligente, sostenible y seguro. Una estrategia que tenga en cuenta el potencial de la industria turística como gran consumidor de productos de ámbitos estratégicos, como el alimentario, la movilidad, y la construcción. Urge elaborar una estrategia que contemple los nuevos nichos de turismo en el ámbito deportivo, social, natural, cultural y sanitario.
Necesitamos un Govern competente que tenga como principal objetivo mejorar la calidad de vida y el bienestar de sus ciudadanos. Es cierto que las encuestas no apuntan en esa dirección, pero los ciudadanos deben saber que Cataluña no tendrá futuro hasta que se constituya un Govern integrador y de amplio espectro que, sin renunciar al máximo de autogobierno, sea capaz de superar la parálisis de la dialéctica identitaria y situar el eje social en el centro de sus preocupaciones. Un Govern que entierre de forma definitiva el procés.