“El coronavirus se ceba en Latinomérica, la tragedia sobrevuela Africa”, …Este y otros mensajes alarmistas se pueden escuchar día tras día en los informativos o leer en prensa. Parece que tras pasar por Europa ahora el virus se centra en otros continentes.
Si en esta pandemia ha faltado algo han sido datos fiables y mesura para contarlos. Asumiendo que todos los datos están mal hay algunas fuentes que, cuando menos, sirven para tener una idea. Buceando por las webs que agregan datos oficiales de los diversos países se evidencia que en general se persigue la alarma y se rehúye el análisis. Evidentemente los países más grandes tendrán más probabilidades de tener más contagios, por lo que las comparaciones habría que hacerlas sobre casos por millón o por cada cien mil habitantes, dejando aparte los microestados que obviamente liderarán cualquier ranking si tienen un puñado de contagiados. Por ejemplo, con 12 casos la Ciudad del Vaticano más que duplica los casos por cada cien mil habitantes de España, pues en el estado más pequeño del mundo hay censadas 801 personas.
Comparemos la situación de varios países con España que cuenta con unos 630 casos acumulados y 60 fallecidos por cada 100.000 habitantes. Argentina, país que nos cuentan vive una grave alarma, tiene, siguiendo la misma métrica, 95 casos y 2 muertos. Brasil, devastado, 520 y 25, Ecuador 280 y 24… todos tienen aún recorrido comparado con nuestra situación. Pero es que en África prácticamente ni se enteran. El país más poblado, Nigeria, tiene 10 casos y 0,3 muertos. Todas estas cifras son por cada 100.000 habitantes, la relación más usada en epidemiología aunque con el Covid la OMS usa los muertos por millón, tal vez porque suenan a más.
Hay bastantes países que ya hemos dejado atrás el pico de la curva, es decir, los contagios y fallecimientos son (bastante) menores que en los peores días. Así está prácticamente toda Europa, el este de Asia y algunos países de América. Segundas olas solo se ha producido de verdad en Irán, un país extrañamente afectado si lo comparamos con su vecino Irak. Pero Irán cuenta con 250 casos y 12 muertos por cada 100.000 habitantes, a años luz de España o Reino Unido, aunque muy por encima de su vecino Irak, 81 y 3. Sorprende que Corea, con unos 50 nuevos casos diarios, hable de segunda ola, es verdad que no logra el cero contagios, pero no es menos cierto que los números de Corea son muy gestionables, 25 contagios y 0,6 muertes por 100.000 habitantes. La media mundial es 118 contagios y 6 fallecimientos por cada 100.000 habitantes.
Vivimos en tiempos en los que reina el sensacionalismo en los medios y el populismo en la política y tal vez ahí se encuentre la razón de tanto ruido. A muchos medios les atraen las noticias morbosas, sean ciertas en su totalidad o no, y sobre todo sin contextualizarlas. Y a muchos políticos una emergencia les parece una oportunidad para mandar más con menos controles. Me resisto a creer en las conspiraciones, pero que el enrarecido ambiente actual no disgusta a medios y políticos creo que es un hecho. Al grito de salud o economía se están cometiendo demasiadas barbaridades que nos van a salir muy caras.
A finales de marzo un eminente epidemiólogo español residente en Estados Unidos predijo que esta epidemia podía incrementar la mortalidad natural de un país alrededor de un 10%. Es más o menos lo que ha ocurrido en España, uno de los países más golpeados en cuanto a fallecidos por número de habitantes. El exceso de mortalidad por todas las causas es, hasta ahora, de unas 43.000 personas, cuando en 2019 fallecieron unos 420.000 españoles. Llevamos más de un mes con un número de fallecimientos estadísticamente normal y no es de descartar acabar el año con un incremente menor del 10% ya que el 82% del exceso de fallecimientos se concentra en mayores de 75 años, por lo que estadísticamente habrá fallecimientos que “sólo” se habrán adelantado unos meses. Y España, junto con otros países europeos, es de los países con un número de fallecidos por habitante mayor. Una muerte es una tragedia que no debe tratarse como cualquier otra estadística, pero cuando hablamos de sacrificios colectivos siempre se han de contextualizar.
No hay que banalizar el riesgo, ni mucho menos, pero toda nuestra vida tiene riesgos y por ello no paramos. En 2019 cada día fallecieron en España 330 personas por diferentes cánceres y otras tantas por diferentes afecciones del aparato circulatorio. Cada día mueren unas 1.200 personas, poco menos de una por minuto, y no hay un contador en la televisión recordándonoslo. Y en el mundo cada día mueren unas 150.000 personas por cualquier circunstancia, dos por segundo.
Tardamos en contarles a los niños la única realidad común de nuestras vidas, todos morimos. Y además hay enfermedades que no nos atrevemos ni a mencionar. Cada vez somos una sociedad más y más infantil que aspira a vivir en su particular mundo de yupi. A pesar de ser el cáncer la segunda causa de fallecimiento en España seguimos leyendo en las necrológicas que alguien ha fallecido debido a una larga o cruel enfermedad, por no decir de los suicidios. Cada dos horas y media se suicida una persona en España, diez al día. Los muertos por suicidio duplican a los de accidentes de tráfico, superan en once veces a los homicidios y en ochenta a los de violencia de género. Los telediarios abren sus noticias con accidentes de tráfico, homicidios y casos de violencia de género, pero el suicido es tabú. Por poner un caso extremo, en Japón ha habido años con cerca de 40.000 suicidios (reconocidos) y ahora en la crisis del covid han fallecido menos de 1.000 ciudadanos japoneses. El país se para con el Covid pero el trabajo contra el suicidio, que existe, es callado y en la sombra.
Nos quedan bastantes meses, sino años, de convivencia con este virus. O aprendemos a convivir tratando de reducir los contagios y protegiendo a los más vulnerables o políticos, medios y ciudadanos haremos de este planeta un lugar bastante poco agradable, no por el virus sino por nuestra insensatez.