La patronal catalana, si me apuran las patronales catalanas, han salido del ostracismo. De las broncas de barra de bar a pintar algo en el panorama político español y catalán. Sánchez Llibre se hizo con la presidencia de Foment y en poco más de un año y medio ha firmado la paz con Pimec, Cecot ha vuelto a la casa grande de los empresarios y las afiliaciones se han disparado. Hijos pródigos que se habían marchado hartos de la decadencia, y otros han visto la luz y han dado el paso.
Llevaba sólo un mes al frente de Foment y consiguió juntar en la misma mesa a Pedro Sánchez y Joaquim Torra, en aquellos días más enfrentados que hoy, si cabe. Con este gesto, Sánchez Llibre firmó toda una declaración de intenciones. “Se hace política con los gobiernos, no contra los gobiernos”, comentan en la sede de Vía Laietana. O como dice el presidente de los patronos, “Foment debe actuar de lobby al servicio de los intereses empresariales”.
En este tiempo, no solo se ha firmado la paz con Pimec, sino que hemos visto una cierta sintonía entre su presidente, Josep González, y Sánchez. Una unidad de acción en lenguaje sindical. Una unidad de acción que se amplía a las organizaciones sindicales que encuentran en la patronal un interlocutor eficaz para influir en los gobiernos y, sobre todo, un interlocutor para solventar conflictos y llegar a acuerdos. Y si es necesario, plantear críticas. La última, sobre la negociación de los ERTE, sin olvidar las inversiones o la fiscalidad.
Otro ejemplo lo tenemos en la Mesa de la Automoción que se gestó hace meses pensando en el fiasco de Nissan. Nos dicen fuentes bien informadas que de esta Mesa nos llegarán en muy poco tiempo “sorpresas muy agradables”. Ahí se sienta todo el sector, pero también los sindicatos y los gobiernos no han dudado en tomar a Foment como muleta ante la crisis industrial más importante de los últimos tiempos. La ministra de Industria, Reyes Maroto, se reunirá este mismo lunes con los representantes del sector, siguiendo la estela de los dirigentes sindicales, la consellera Angels Chacón, o el propio secretario general de Industria, Raúl Blanco. En agenda, Pere Aragonès, el vicepresidente y conseller de Economía.
Foment ha tocado todas las teclas para influir en los gobiernos. Las relaciones no están exentas de discrepancias, pero los puentes no se rompen. Hasta Antonio Garamendi ha tomado nota, sacudiéndose la presión del PP y organizando una cumbre empresarial que ha sido todo un éxito y que ha sembrado la discordia en la calle Génova, que asiste perpleja al abandono de la patronal del barco de Casado, que hace aguas por doquier. La patronal catalana ha dado un paso más, algo impensable en el pensamiento más liberal-conservador. Sánchez Llibre apostó por mejorar el Salario Mínimo Interprofesional y abogó por un debate en profundidad “para evitar trabajadores pobres”; apoyó sin ambages la renta mínima y consiguió que la CEOE no se pusiera en contra. “Es necesario evitar la brecha social”, repite de forma incansable, inspirado en lo que el llama el “pensamiento humanista”.
Por Foment ha pasado el presidente del Gobierno, con el que Sánchez Llibre tiene hilo directo, se habla con los ministros y se envían propuestas. Con la Generalitat, también. Con todos los que tienen competencias económicas, desde Aragonès hasta Chacón, pasando por Chakir El Homrani y Damià Calvet, aunque en Foment, como en todas partes, se espera una convocatoria electoral que aclare una situación que se hace insoportable e interminable. Las relaciones no se circunscriben solo a los gobiernos. Los partidos de la oposición son bienvenidos. “En Foment se escucha a todo el mundo, y todo el mundo cuando viene se lleva deberes”, advierten en el entorno de Sánchez Llibre.
El Ayuntamiento de Barcelona también está presente. Jaume Collboni y Albert Batlle han pasado por la sede patronal a explicar sus planes, como también lo han hecho Valls, Maragall o Artadi. Sólo Ada Colau, la alcaldesa, hace mutis por el foro. Su animadversión al mundo empresarial es tan fuerte que se ha negado a dar la cara. Su presencia ante la patronal se ha limitado a alguna cena anual donde “soltó un tostón totalmente fuera de lugar”, refiriéndose al discurso de la alcaldesa en la cena a la que asistieron Sánchez y Torra.
Sánchez Llibre puede ser criticado por muchas cosas, pero en 18 meses le ha quitado la caspa a la patronal catalana. Ha crecido en afiliación y ha tejido complicidades con sus “enemigos íntimos” de Pimec. Parece que González ha aceptado, aunque sea de mala gana, el liderazgo y la gestión de los tiempos de Sánchez Llibre. Y sobre todo Foment ha transmutado en una patronal del siglo XXI, similar a sus homónimas europeas. “Influir, influir, porque siempre hay algo que conseguir”, parece el refrán de cabecera de un Sánchez Llibre que llegó a una patronal en decadencia y que ahora, como diría aquel, no la conoce ni su madre.