Si en su día Jordi Pujol dijo admirar la figura de William Wallace, el brave heart héroe en la primera guerra de independencia de Escocia, Quim Torra ya tiene más de fantasma regular de castillo escocés. De día intenta guarecerse en una vieja armadura de la sala de armas y por las noches traspasa las paredes del castillo para acercarse a la Generalitat, braveheart de una institucionalidad pre-agónica. Pedirle elecciones por activa y por pasiva, lo antes posible, va a topar con las fijaciones y espejismos de un hombre que no nació para la política de integrar ni para ponerse al frente de una estrategia en defensa realista de los intereses de Cataluña y las instituciones autonómicas que el independentismo repudia como migajas constitucionales.
Es tremenda la confusión del panorama político de Cataluña y, con el estado de desgobierno que ha instaurado la Generalitat, no se ve otra salida que no sean las urnas. Pero Torra sigue merodeando en las noches de la sede de la Generalitat quien sabe con qué recriminaciones a la ciudadanía de Cataluña que prefiere acción económica tangible y política sanitaria rigurosa antes que seguir con el proyecto de ruina que es una república catalana independiente. Saben que el procés ha caducado incluso quienes vieron en la conmemoración manipulada de 1714 el trampolín idóneo hacia la ruptura con el orden constitucional, el desorden en las calles y la inacción institucional sistémica. Incluso lo ven aquellos sectores del poder económico y empresarial que llevan años flirteando con los poderes nacionalistas. Ahora tienen al braveheart convertido en fantasma y al presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona paseando en su coche al fantasma de Puigdemont.
¿Para cuándo una manifestación de ejecutivos, másters de IESE y ESADE, empresarios, autónomos, comerciantes y hoteleros, financieros y ciudadanos dotados de sentido común reclamando que en Cataluña se dé más importancia a las start up que a una estelada sustitutiva de la senyera legítima, al turismo que a los espasmos de la CUP? ¿Tendrá Torra un final a lo bonzo o es que pretende encastillarse en la Generalitat, inhabilitado, cuando acabe su recorrido en el Tribunal Supremo? Torra prefiere la inmolación al recuento de votos en las urnas y que la guerra entre ERC y JxCat hunda la Generalitat antes que saber lo que quiere la sociedad catalana después del coronavirus. No es el fantasma del padre de Hamlet sino el espíritu errante de un patufet con idiomas. Convocar o convocar, esta es la cuestión.