Las consecuencias del acuerdo furtivo con EH Bildu hace dos semanas parecieron que cerraban las puertas a una última prórroga del estado de alarma. “Nadie más va a querer fiarse de la palabra de Pedro Sánchez”, se afirmó desde una parte de los medios, mientras el PP recurrió a aquello de “no se puede estar engañando a todo el mundo todo el tiempo”. También la mesa social saltó por los aires con la marcha de la CEOE como respuesta al compromiso suscrito con la izquierda abertzale de derogar “íntegramente” la reforma laboral. Al enfado inicial del PNV y Cs, se añadía la posición cada vez más desairada de ERC con Sánchez, votando por primera vez en contra del estado de alarma, e incluso la inesperada beligerancia de Compromís, que también lo rechazó. Pintaban bastos en todos los frentes para el Gobierno, que empezó a preparar un plan B por si no lograba los apoyos suficientes, como reconoció públicamente la vicepresidenta Carmen Calvo.

Y, sin embargo, este miércoles el Gobierno va a sacar adelante la sexta y última prórroga con el voto nuevamente favorable del PNV y Cs, mientras ERC regresa de forma entusiasta a la abstención. Sánchez logra lo que hace unos días parecía imposible: pactar con los nacionalistas vascos y los republicanos sin excluir de la ecuación a Cs. La fórmula utilizada es muy simple. De entrada se compromete con los gobiernos vasco y catalán a cederles la gestión del Ingreso Minímo Vital y a garantizarles que pilotarán la fase 3 de la desescalada en sus territorios, para luego extender esas competencias y atribuciones al resto de autonomías mediante el pacto con los naranjas. Lo que los dos primeros pueden presentar de entrada como un trofeo, al día siguiente Cs obtiene del Gobierno el compromiso de que no habrán “privilegios territoriales”. Lo que refleja esa geometría variable de pactos, sin auténticos vetos cruzados pese a alguna queja, es que todos quieren bailar, y que no siendo ninguno imprescindible, tampoco nadie quiere quedarse descolgado.

Por tanto, en el frente parlamentario la crisis sanitaria del Covid se salda con un fortalecimiento de la posición de Sánchez, que tiene ahora más en quien apoyarse, sin verse obligado a elegir como le exigía impetuosamente Gabriel Rufián hace unos días. A los posibles apoyos con los que sacó adelante su investidura, añade ahora los 10 diputados naranjas, lo que equilibra las posiciones y rebaja el precio de los votos. Y no parece que vaya a ser algo circunstancial, sino una dinámica que va a reproducirse en los próximos meses, sobre todo de cara a la elaboración de los Presupuestos.

Ayer mismo, el líder de Izquierda Unida y ministro de Comercio, Alberto Garzón, afirmó que el Gobierno se sentiría “cómodo” con un pacto con Cs de cara a las cuentas de 2021 porque “hay más margen de entendimiento que el que deja entrever la crispación actual”. Son unas declaraciones relevantes, inimaginables tiempo atrás, y que reflejan un cambio de actitud en Unidas Podemos. Se abre así un escenario de acuerdo presupuestario bastante amplio en el frente político, pero también en el social, con una CEOE que rápidamente ha vuelto a la mesa de la negociación. Entre los agentes sociales hay ganas de alcanzar consensos y pactos. Pese a todas las críticas que queramos hacer, el Gobierno de Sánchez ha superado el test de estrés de la pandemia, tras el que internamente sale fortalecido. Ha capeado sin rupturas internas muchas contradicciones a lo largo de los tres meses más trágicos de la historia reciente de España. En circunstancias normales, por mucho menos se habría roto la coalición.

La oposición de derechas confía ahora en que la crisis social y económica sea la tumba que no ha acabado siendo la hecatombe sanitaria. Y no lo ha sido en gran medida gracias a la buena labor del ministro Salvador Illa y del responsable de Alertas y Emergencias Sanitarias Fernando Simón. Es justo reconocerlo, pese a los errores que evidentemente han cometido en unas circunstancias excepcionales. Ambos han sabido estar siempre por encima de la confrontación partidista y han ejercido su responsabilidad desde un irreprochable sentido del deber institucional. Ayer mismo, Illa felicitaba en el Senado a la popular Ana Pastor por haber creado el centro que dirige Simón y a la exministra Ana Mato por haberle nombrado director. Los últimos datos sanitarios de la pandemia en nuestro país son muy buenos. Hoy la sociedad española respira aliviada porque estamos ya muy cerca de volver a la “normalidad” y salvar bastante más de lo esperado la temporada de verano. Los datos de empleo en mayo han ido mejor de lo esperado, por ejemplo, y la bolsa lleva una semana de tirón.

En definitiva, Sánchez sobrevive políticamente a una pandemia que en marzo parecía que se lo iba a llevar por delante. Y su Gobierno sale vivo desde una posición relativamente sólida para afrontar la reconstrucción económica y social. En cambio, el PP de Pablo Casado queda aislado junto a Vox, y su mayor problema ahora mismo es qué hacer con Cayetana Álvarez de Toledo en cuanto Núñez Feijoo saque mayoría absoluta en Galicia y le exija un cambio de tono en la oposición.