Este martes Badalona vivió un nuevo pleno de infarto y el popular Xavier García Albiol fue elegido de nuevo alcalde cuando esa misma mañana ni él mismo lo veía posible. Los socialistas exigieron en las últimas horas que Dolors Sabater, ideológicamente identificada con la CUP, y los concejales de Guayem Badalona firmaran un acuerdo en que se comprometieran a repartirse la alcaldía el mismo tiempo. Primero a favor de Sabater y después cediéndole la vara al socialista Rubén Guijarro, que relevaría al dimitido alcalde Álex Pastor tras las lamentables circunstancias de su detención hace unas semanas. El esto de fuerzas del consistorio (ERC, Comuns y JxCat) aceptaban ese rocambolesco planteamiento a fin de cerrar el paso a García Albiol, que había ganado las elecciones municipales con 11 concejales sobre 27 y que solo una alianza de todos podía impedirle ser alcalde.

 

 

Xavier García Albiol emocionado al ser nombrado alcalde / TWITTER

La razón de que Sabater no haya querido firmar ese acuerdo es porque no quería compartir la alcaldía pese a tener dos concejales menos que el PSC. Y aunque al final rebajó su exigencia a estar solo medio año más que Guijarro, en realidad la candidata de Guanyem Badalona no quería firmar ningún compromiso antes de ser investida alcaldesa, lo que hizo temer al PSC que sus verdaderas intenciones fueran aferrarse a la vara hasta 2023, rompiendo con ellos más adelante por cualquier excusa. Llama la atención que la retórica tan encendida a favor de la unidad de la izquierda para cerrar el paso a García Albiol, considerado como alguien sumamente peligroso, se haya desecho como un terrón de azúcar por la ambición de Sabater, cuyo proceder ha sido censurado tanto por parte de ERC como de los Comunes, que han exigido su inmediata dimisión.

Lo cierto es que si en Badalona todas esas fuerzas hicieron ayer el ridículo más vergonzoso es porque el pacto entre el PSC y Guanyem era contradictorio en sí mismo. Recordemos que la primera alianza contra Albiol en 2015 llevó a Sabater a la alcaldía hasta que los socialistas en 2018 le presentaron una moción de censura para reprobar la falta de neutralidad del Ayuntamiento ante el procés soberanista y porque juzgaban que su gestión municipal era ineficaz y sectaria. Sabater había participado como alcaldesa en todas los jolgorios secesionistas, incluyendo una arenga en las escalinatas del Parlament tras la DUI en octubre del 2017, pese a que Badalona es una ciudad electoralmente constitucionalista.

Los socialistas lograron el apoyo de los 10 concejales del PP y del representante de Cs, y Pastor con solo 4 ediles pasó a ser alcalde. En las municipales del año pasado, el PSC logró situarse por delante de las otras fuerzas de izquierda aunque el ganador fue otra vez Albiol. La reelección de Pastor salió adelante solo porque Sabater renunció en el último momento a presentarse. Su resentimiento con los socialistas es pues evidente y creyó que ahora iba a resarcirse de su defenestración tras el lamentable final de quien fue su sucesor en la alcaldía.

Ahora bien, también es incomprensible que el PSC estuviera dispuesto a elegir de nuevo a la candidata de Guanyem Badalona tras la amarga experiencia pasada aunque fuera para repartirse salomónicamente la alcaldía. Normalizar el acuerdo con la representante de la CUP en Badalona para salvar un trozo del poder hubiera sido un error mayúsculo para la imagen constitucionalista del PSC. Esa operación no podía salir bien y todos lo sabían, pero a corto plazo había miedo a una acusación que nadie quería asumir frente a una parte del electorado. No haber hecho nada para impedir el regreso de García Albiol, cuya presentación como un político reaccionario o de extrema derecha es injusta.

Es tal el abuso que se ha hecho de esa caricatura que ahora el problema lo tenía quien apareciese como el responsable principal de no haberlo evitado. Es cierto que en 2011 Albiol conquistó la alcaldía con un discurso ambiguo sobre la inmigración en un momento en que PxC amenazaba con robarle bastantes votos. Como alcalde no hizo ni dijo nada que pudiera ser calificado de xenófobo, pero el lema que utilizó en campaña (Limpiando Badalona) lo situó en un terreno problemático que sirvió en bandeja al resto de partidos el argumento para desalojarlo del poder en 2015.

Ese estigma repetido mil veces contra Albiol, que evidentemente sí es un político de derechas con ribetes populistas y un estilo que a nadie deja indiferente, es la excusa que unía al PSC con la CUP. Además, no podemos olvidar la contradicción que los socialistas no hicieran ascos al apoyo que les prestó el líder del PP para ganar la moción de censura contra Sabater en 2018. Lo más censurable ahora es que en medio de unas circunstancias tan trágicas en todos los sentidos por la hecatombe del coronavirus, los partidos no hayan querido ponerse de acuerdo, poniendo el interés de Badalona y la ciudadanía por encima de todo, y que las ambiciones personales lo hayan condicionado todo. Que al final Albiol se haya hecho con la alcaldía de forma inesperada es seguramente el mal menor. No solo dispone de un aval en votos muy superior a cualquier otro candidato, tampoco nadie le puede negar su firme compromiso personal con la ciudad.