Joan Canadell forma parte de un partido que no tiene ni nombre ni estatutos, aunque si militantes (Puigdemont, Torra, Paluzie, entre los más famosos) y proyecto: la unilateralidad erre que erre. La Cámara de Comercio de Barcelona es una institución con más fachada que poder, desde que Rodríguez Zapatero eliminó la cuota obligatoria de las empresas hace diez años. Hasta ahora, las grandes corporaciones vienen asumiendo parte de su presupuesto, pero sus candidatos perdieron las elecciones ante el empuje de la candidatura de la ANC y está por ver cómo reaccionarán a la indisimulada instrumentalización de la entidad por parte del independentismo de la mano de Canadell. Éste, por su parte, ya ha descubierto la debilidad de la casa y sueña con reinstaurar la cuota obligatoria para financiar la politización.

La Cámara disfrutó durante años de un protagonismo muy superior a su liderazgo real entre los empresarios; fue así gracias a su papel de bisagra reconocida por las dos grandes instituciones del país, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, a quienes evitaba de vez en cuando el choque frontal en las diversas instituciones catalanas de promoción económica.

Este estatus se esfumó, como las cuotas. Sin embargo, los representantes de Eines de País no se resignan al hecho objetivo de haber llegado tarde a su cita con el supuesto poder cameral. El resto de actores habituales de este espacio, Fomento, Pimec y Círculo de Economía, no están dispuestos a seguirle la estela porque saben qué hay detrás de la fachada y porque no quieren colaborar con esta familia del independentismo en concreto.

El actual presidente debió recordar el acto celebrado en 2007 en la sede de IESE para reclamar la potenciación del aeropuerto de El Prat y su gestión. La Cámara, Fomento y RACC reunieron a 860 empresarios, incluidos todos los grandes desde La Caixa al Barça, en una concentración empresarial de unanimidad poco frecuente para exigir al Estado el “derecho a competir” del aeropuerto, en palabras de Andreu Mas-Colell, mucho antes de ser conseller. Fue un éxito indiscutible, aunque sus resultados prácticos fueron menos espectaculares.

Canadell pretende rememorar aquella hazaña con una reunión empresarial para reclamar al nuevo gobierno de PSOE-Podemos una inversión de 4.000 millones en infraestructuras en su primer presupuesto. Fomento, Pimec y Círculo de Economía han rehusado la invitación, no porque no crean necesaria una inversión millonaria en Cataluña, que lo es, sino por entender perfectamente cual es el sentido de la maniobra: alinearse con los contrarios al pacto entre socialistas y republicanos; un acuerdo que, con la colaboración de los comunes, está proporcionando algunas consecuencias positivas, además de la investidura de Pedro Sánchez.

La voluntad de Canadell de convertir la Cámara de Comercio en plataforma del independentismo es pública, legítima (porque así ganó las elecciones), pero algo premiosa y fundamentada en una debilidad estructural evidente. A sus adversarios en la competencia por dirigir el conglomerado empresarial en Cataluña no se les escapa ni la intencionalidad de la dirección ni la decadencia de la entidad. El resto de organizaciones del sector, las patronales y la 'intelligentsia' empresarial, les plantan cara para impedir que la cámara vuelva a ser lo que era y para evitar que la tripleta Puigdemont-Torra-Paluzie obtengan de la entidad el apoyo táctico para sus planes más inmediatos. A saber: dinamitar el clima de diálogo y obtener respiración asistida para el unilateralismo.

El fracaso de la cámara en sus objetivos políticos resultará muy conveniente para la consolidación de la nueva etapa de transversalidad recién estrenada por algunos partidos y en algunas instituciones como el Ayuntamiento de Barcelona. Han sido muchos años de protagonismo de los bloques con un resultado penoso como para colaborar en el resurgir de la Cámara de Comercio a partir de planteamientos de trinchera. Los dirigentes del resto de entidades empresariales hacen converger sus intereses propios (su protagonismo en el sector) con esta aspiración general. Esta conjunción de habilidad y oportunidad pueden empujar a Canadell al fracaso.