En principio, los partidos políticos tienen como objetivo defender los intereses de la gente que representan. Esto es todavía más evidente en los que se llaman de izquierda o progresistas, que dicen querer defender los intereses de las clases trabajadoras y populares. Pero cada vez más observamos como en muchas ocasiones los partidos parecen más atentos a defender sus posiciones o los intereses particulares de sus organizaciones que los de sus electores.
Es lo que está sucediendo en España desde hace demasiado tiempo. Durante las legislaturas antisociales del PP de Rajoy, las condiciones sociales y laborales de los sectores mayoritarios de la población se degradaron profundamente. Y después hemos entrado en tres años de inestabilidad. La moción de censura hizo albergar esperanzas a mucha gente. El Gobierno surgido de ella parecía iniciar un nuevo camino más esperanzador. Por primera vez se establecía una cooperación entre las principales fuerzas de izquierda: PSOE y UP. Incluso establecieron un acuerdo de Presupuestos que después fue tumbado por la oposición de ERC, que votó junto con la derecha de PP y Cs. Esto provocó las elecciones del 28 de abril, donde se volvió a divisar otra ventana de oportunidad para un Gobierno de progreso. Todo fue un espejismo: PSOE y UP han sido incapaces de poner los intereses de la gente por encima de sus necesidades partidistas o personales. Lo más penoso es que la carencia de acuerdo no se dio por diferencias en el programa ni en la estrategia de gobierno, lo cual ni siquiera entraron a negociar, sino en la forma de gobierno, si de minoría socialista con apoyo externo o de coalición. Hay que decir que ninguna de las dos fórmulas garantizaba un Gobierno estable, puesto que el acuerdo de las dos formaciones no daba una mayoría clara. Por mucho que ERC haya responsabilizado farisaicamente a los dos partidos mayoritarios de la izquierda del fracaso, no se puede olvidar que fue el voto en contra de los republicanos el que provocó los comicios y que nadie garantizaba que no lo volviera a hacer.
A pesar de todo, el espectáculo dado tanto por parte del PSOE como de UP ha sido lamentable. La carencia mutua de confianza ha condenado toda posibilidad de acuerdo, e incluso se puede dudar del deseo de conseguirlo. Con solo que una de las dos partes hubiera tenido voluntad de llegar a un pacto y hubiera puesto los deseos de la ciudadanía por delante, habría sido posible.
Todos tienen excusas y acusaciones hacia el contrario para responsabilizarlo del fracaso, pero lo que está claro es que si las urgencias sociales de la ciudadanía hubieran sido una prioridad, se habría dado un acuerdo. Es comprensible la prevención del PSOE ante la carencia de una mayoría sólida o de la desconfianza hacia UP sobre el tema de Cataluña cuando estamos esperando la sentencia del procés y que las declaraciones y los posicionamientos de los comunes fueran preocupantes. Es comprensible que el PSOE prefiera ir a elecciones ahora que hacerlo después de un Gobierno fracasado, pero esto no justifica su prepotencia y la desidia en todo el proceso de negociación. Tampoco se entiende la obcecación de Pablo Iglesias y UP en el gobierno de coalición sin mayoría, ni sus críticas y su carencia de confianza en el PSOE, con quien se quiere pactar, pero al que se califica como un falso partido de izquierda. Con estas prevenciones es muy difícil llegar a acuerdos.
Y con sus actuaciones, que han imposibilitado tanto un acuerdo como un programa de gobierno, ¿dónde dejan a la gente que dicen representar? ¿Las urgencias sociales de la ciudadanía, laborales, sociales, económicas, dónde quedan? ¿Y las urgencias del país ante la ralentización económica, la necesidad de cambios estructurales ecológicos y económicos? ¿Todo lo que se planteaba como urgente durante la campaña electoral del 28 de marzo, cómo está?
Continuamos con los presupuestos de Montoro, sin modificar la Reforma Laboral, sin revertir la Reforma de Pensiones, sin modificar la Ley Mordaza, sin implantar una reforma fiscal justa, sin aplicar las necesarias políticas energéticas y ecológicas que urgen, sin mejoras en la sanidad, la educación, la dependencia y los servicios públicos de todo tipo, etc. En definitiva, la carencia de acuerdo sobre una propuesta de Gobierno progresista, la carencia de acuerdo entre el PSOE y UP, no sólo comporta un nuevo proceso electoral en momentos difíciles, la posibilidad quizás remota de una victoria de la derecha, sino que también perjudica de forma permanente a la gente más desfavorecida, que es la que más necesita un Gobierno de izquierda y progresista que dé un cambio radical a las dinámicas que se vienen sufriendo desde la crisis y las políticas de recortes impulsados por el Partido Popular y las derechas.
La carencia de acuerdo ha sido un grave fracaso y sus consecuencias son negativas. La ciudadanía progresista cumplió con su deber y fue a votar de forma masiva, pero los responsables políticos escogidos no han cumplido con su función de hacer un gobierno a su servicio. PSOE y UP tienen la responsabilidad compartida del fracaso. Y Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en primer lugar. Ahora, en el inicio de la campaña electoral, lo primero que tendrían que hacer es pedir perdón al electorado progresista por traicionar su confianza. Pero por los indicios no parece que se planteen ninguna rectificación en sus errores.
A pesar de todo, una gran parte de este electorado progresista volverá a ir a votar. A pesar de la carencia de confianza y la decepción, sabemos que una desmovilización podría beneficiar a las derechas tripartitas, que nunca pierden una oportunidad de pactar para hacerse con el poder, como han demostrado en gobiernos municipales y de comunidades autónomas.
Tampoco puede obviarse que la presencia en las principales provincias de una nueva formación progresista como Más País de Iñigo Errejón, que comparte candidatura con Compromís, la Chunta y Equo, significan otra posibilidad de voto para toda la gente decepcionada con los socialistas o los podemitas, una opción que en principio se presenta más dialogante y propensa al acuerdo con las otras dos. Es la novedad electoral, que incluso puede ser positiva para que mucha gente no deje su voto en la abstención o para aquellos que han votado PSOE o UP de forma resignada o como mal menor.
Las fuerzas de izquierda y progresistas han provocado chasco y decepción en mucha gente, pero sin ningún tipo de duda los votantes serán más consecuentes que sus representantes y volverán a dar una nueva oportunidad a la esperanza votando a una de las tres opciones progresistas que ahora se presentan.