Lluís Cabrera luce un sombrero para paliar los excesos del verano. Está contento. Una de las alumnas en su día de Taller de Músics se ha convertido en un fenómeno mundial: Rosalía. Cabrera (Arbuniel, Jaén, 1954) es el fundador y presidente de una escuela de música que introdujo el jazz y el flamenco como instrumentos pedagógicos para formar a músicos profesionales. “El ser humano aprende a hablar, y luego a escribir, y eso lo trasladamos a la enseñanza de la música en el Taller de Músics”, asegura, en esta entrevista en Crónica Global en la que rebate el nacionalismo catalán, y defiende que los artistas no son de nadie, después de una cierta utilización de Rosalía por parte del nacionalismo, tras su canción Milionària, en catalán. “Los artistas como Rosalía no son de nadie”, clama Cabrera, que ha visto cómo evolucionaba Cataluña en los últimos 40 años, los mismos que ha cumplido el Taller de Músics.
--Pregunta: ¿Se puede repetir un aventura como la del Taller de Músics, que acaba de cumplir 40 años?
--Respuesta: En 1979, cuando decidimos un grupo de músicos, y otros que no lo éramos, transformar una distribuidora de libros, Epicuro, que estaba en el Raval, en lo que es el Taller de Músics, no nos propusimos ser una alternativa, como lo han sido otros centros de educación musical. Había músicos en Barcelona de todas partes, de Canadá, de Alemania, de la ex Yugoslavia, catalanes, claro, que creímos que se podía enseñar de otra manera, a partir del jazz y del flamenco y de la música cubana. Queríamos formar a profesionales para que se ganaran la vida como músicos. Si los otros centros hubieran incorporado esas influencias musicales, tal vez no hubiéramos tenido un recorrido tan largo. Lo que pasó es que cubrimos un vacío.
--¿Aquel espíritu libertario, que impregnó aquel proyecto, se mantiene?
--Se puede decir que sí, que éramos libertarios y que lo seguimos siendo. Veníamos de Nou Barris, de la peña flamenca Enrique Morente, en Verdún. Teníamos esa tendencia, ese deseo de libertad.
--¿Se puede hablar ahora de un cierto desencanto, recordando aquella película sobre la familia Panero?
--Ha habido un efecto sierra, como la montaña de Monserrat. Un efecto pico, de subidas y bajadas. Lo que veo, con el paso del tiempo, es que ahora los jóvenes han recuperado una experiencia de colaboración. Lo hemos visto con el festival Talent, organizado por Taller de Músics. Las obras que se han presentado han sido todas diferentes, aunque todos han realizado estudios muy similares. Y se ha comprobado un deseo de colaborar, de compartir, de querer tocarse, de un amor profundo por la música.
--¿Siguiendo, por tanto, lo que se pretendía desde el inicio?
--Sí, porque en Taller de Músics se optó por una idea que para mí siempre fue natural: el ser humano primero aprende a hablar y luego a escribir. Y con esa filosofía se creó un modelo pedagógico propio que ha ido muy bien. No se ha desechado la teoría, ni las partituras, porque eso sería un suicidio, pero insisto en que primero se aprende a hablar, a tocar, de oído, y luego se escribe y lee e interpreta una partitura.
--¿Ese modelo pedagógico interesó a la Generalitat, ahora que se promueven las escuelas innovadoras, dentro del proyecto Nova Escola XXI?
--La verdad es que no. Y es que Taller de Músics no ha interesado al poder público. Tiene difícil explicación. Entre 1979 y 1990, no hay relaciones, ni a través del departamento de Cultura. Hasta hace sólo dos meses, ningún consejero de Educación había visitado el Taller. El primero en hacerlo ha sido Josep Bargalló. Todos los presidentes de la Generalitat lo han visitado, excepto Quim Torra, pero como consejero de Educación, sólo Bargalló. Nunca hemos tenido ninguna ayuda desde la consejería, aunque sí por parte de Cultura, y del ICUB, del Ayuntamiento de Barcelona, para cuestiones de promoción.
--¿En qué momento usted percibe que la Generalitat ayudará a la cultura expresada en catalán, dejando de lado la que utiliza el castellano? ¿Con el llamado rock catalán?
--Pasó una cosa, a finales de los ochenta, y es que los cantautores se desvanecían. Y la administración apostó por el llamado rock catalán, una cosa que no existe, porque el rock es una fórmula anglosajona. Pero quisieron hacer lo mismo que con los cantautores, que tomaron las fórmulas de la chanson francesa, con gente como Ermengol Passola, Lluís Serrahima o Miquel Porter. Las dos operaciones querían revertir lo que se había prohibido durante la dictadura. Y los del rock catalán decían que no recibían ayudas, pero sí lo hacían de forma indirecta, con la producción y emisión de vídeos, a través de los medios públicos de la Generalitat con el objetivo de crear un mercado. Pero desde un laboratorio no se puede crear un artista, no se pueden crear tres Rosalías.
--¿Eso no se ha hecho desde el Taller de Músics?
--No, claro. Lo que se hace es reunir músicos. La música engancha mucho. En el centro del Raval tenemos programas libres, para los que quieren ser profesionales. Después en el centro de Sant Andreu, buscamos que estén muy preparados, que sean competitivos en el mercado laboral. Tenemos un departamento de management y producciones que busca constantemente bolos. Hemos gestionado 300 conciertos el pasado año, algo que es una barbaridad. Hemos trabajado con Andrea Motis, Chamarro, Póveda, Mayte Martín, con Chicuelo, el guitarrista… Cuando hemos hablado con Educación nos han reprochado que sin ser titulados les ofrezcamos trabajo. Pero los músicos lo que necesitan es tocar. Favorecemos el talento. Y eso se genera en el Taller de Músics con la colaboración de todos.
--¿Lo que ha pasado es que usted genera una cierta incomodidad?
--Puede ser. Soy un tipo que digo lo que pienso, y eso cuesta de aceptar. No estamos acostumbrados. Pero lo primero que debemos ser es demócratas, y luego ya pondremos los adjetivos. Es cierto que ha podido pesar mi paso por el Ateneo popular de Nou Barris, autogestionado; o las reivindicaciones para un centro sanitario en Roquetes. Quizá todo eso ha generado cierta incomodidad. Y a veces he dicho barbaridades, aunque yo no las entendía así. Lo que ocurre es que los políticos profesionales tienen miedo de los tecnócratas, que cada vez mandan más. Tenemos aquí, en Cataluña, más normas y leyes que en ningún sitio. Hemos tenido problemas con una vecina, según ella por el ruido generado en uno de los locales, el Jazz Sí Club, en la calle Requesens, que se arrastra desde 2012, con un lío burocrático enorme, que no hay manera de solucionar. La palabra "vecino" se ha convertido en "que viene el lobo", y a veces no se sabe quién manda, si el alcalde o el vecino.
--Usted ha sido crítico con el proceso soberanista. ¿Considera que ha sido un movimiento impulsado desde arriba, desde el poder?
--Mi experiencia es que ha sido un movimiento pendular, un movimiento popular de clases medias, con Òmnium Cultural y la ANC. Ha confluido mucha gente, y dos millones de personas no se pueden obviar. Pero me interesó vivir el movimiento desde dentro y he estado activo con diferentes iniciativas. He visto cómo se ha utilizado la idea de la inmigración. He comprobado cómo el Partido Andalucista, que se presentó en las primeras elecciones, se reconvirtió luego en la Fecac, la federación de entidades andaluzas, con una interlocución con todos los políticos. Esa utilización se vio cuando García Prieto, el presidente de la Fecac, decía que sólo recibía 800.000 euros, un euro por andaluz, dejando claro cómo se quería hacer valer esa inmigración para organizar un evento que consiste en comer y beber, con música enlatada, cuando hay muchos sitios para comer y beber y bailar en Barcelona. Todo eso lo viví y un grupo de gente consideramos que se debía constituir otra cosa, Els altres andalusos, porque no nos sentíamos identificados con esa forma de manipular lo andaluz. Y es que en Cataluña hay un lío muy gordo con todo esto del origen de cada uno. Es muy fuerte que tengas que dar cada día explicaciones sobre qué sientes, de dónde son tus padres, y qué eres, cuando es mucho más fácil: quien está empadronado en Cataluña interactúa políticamente, y ya está, sienta lo que sienta. Eso da igual.
--¿Es propio, lo que dice, de un proyecto nacionalista, que se puso en pie desde 1980?
--Es una evidencia. Desde Els altres andalusos publicamos dos libros, y yo utilicé un concepto: el catalibán. Quizá sea minoritario, pero los catalibanes tienen muchos resortes, con plataformas públicas, y condicionan mucho. Y que digan que el castellano es la lengua del enemigo es muy fuerte. Con eso expulsan a millones de personas. Yo digo que Cataluña será impura o no será. Y pongo en entredicho todo lo que sostienen los independentistas. Hasta que no digan con la boca bien abierta que el castellano es tan propio como el catalán, hasta que eso no suceda, vamos a tener conflicto en Cataluña. Un conflicto interno. Ya sé, desde, un posicionamiento libertario, que el Estado oprime, pero no podemos echar la culpa a un factor externo. La lengua debe unir, no separar.
--¿El nacionalismo ha entendido que el futuro en Cataluña es la mezcla? ¿Se considera engañado por todo lo que ha pasado en los últimos años?
--Yo, como decía, provengo de la tradición libertaria, y eso me llevó, como a muchos otros, a tener prevenciones respecto al PSUC, que fue el gran partido del antifranquismo. Quedaban cosas pendientes, como lo ocurrido en mayo de 1937. Y después ocurrió el caso de Puig Antich, donde el PSUC no movió lo que podía haber movido. Pero es cierto que el PSUC apostó por aquello de "un sol poble", de Josep Benet, un hombre que luego quedo absorbido por Pujol. Y ahí tenemos la cuestión importante. Pujol se debería estudiar a fondo. Los más radicalizados ahora votaban a Pujol. Yo lo he comprobado. Me lo dicen. No votaban a CiU, señalan, votaban a Pujol. Han pasado muchas cosas, aquella operación reformista que Pujol no vio nunca del todo claro, a diferencia de Miquel Roca y Garrigues Walker. Llegó el Estatut y la recogida de firmas del PP. Y se constituyó un grupo de hiperventilados que dicen eso de que el castellano es el enemigo del pueblo. Todo se ha tensionado, de un lado y de otro. Y muchos están huérfanos de relato. En el caso de ERC, por ejemplo, sigo sin entender qué pretendía con el proyecto de Súmate, que me parece una broma. Si había militantes de ERC que hablaban castellano, pues perfecto, pero no era necesario montar ese tinglado. Yo le dije a Eduardo Reyes que leyera nuestros libros, antes de decir según qué cosas, porque todo eso ya lo habíamos reflexionado. Cataluña pertenece a la mediterraneidad, y la cultura es similar a todos los países de las dos riberas, el tipo de cante, la música, la manera de ver el mundo. Pero se apostó por esa idea de Pujol de la Cataluña carolingia.
--¿El nacionalismo no ha entendido la realidad catalana?
--No, no lo ha entendido. Porque se habla de barrios de extrema dureza y difícil penetración, cuando se habla sobre la cultura catalana, por ejemplo. Pero se debe hablar de clases sociales y ya está, no de diferencias culturales, que no son tantas. Tenemos las mismas raíces, en catalán, en castellano, o en italiano o francés. De lo que hay que hablar es de clases sociales.
--¿Ese ascensor social se ha parado en Cataluña?
--Yo creo que sí, que está enquistado. Que las poleas de ese ascensor chirrían. Hay demasiada precariedad, trabajos subterráneos, personas a las que no se les trata con dignidad en el trabajo.
--¿Qué representa Rosalía?
--Rosalía ha estado muy vinculada con el Taller de Músics. Se matriculó con 16 años, en 2010. Se preparó muy bien, con formación en guitarra eléctrica, armonía, canto, piano, técnica vocal, lenguaje musical… El tercer y cuarto curso, con un traslado de expediente, los estudió en la Esmuc. Le hemos buscado muchos bolos, y potenciamos mucho la parte de escenario. Rosalía Vila Tobella ha trabajado mucho, con diferentes iniciativas del Taller, como la historia del flamenco, una historia para niños en el Palau de la Música, o el homenaje a Maruja Garrido, o su participación en el Any Espriu. Su primera canción en catalán, grabada, la hizo en el Taller de Músics, una producción de Valentí Gómez Oliver, a partir de su libro de poemas Or verd. Es lo primero que canta en catalán. Me alegro muchísimo de lo que le está sucediendo. Y nos escribimos a menudo. Es un fenómeno mundial.
--¿Y la cuestión del catalán, con la canción Milionària?
--Me parece normal. Rosalía habla catalán. Conmigo habla en catalán, y con muchos de sus amigos. Se ha criado en catalán. Como ha tenido mucha relación con el flamenco y artistas flamencos, que utilizan más el castellano, pues también utilizado más el castellano. No entiendo todas esas polémicas sobre cumpleanys, sobre cómo maneja la lengua. Se le ha criticado antes por el estilo aflamencado, y ahora también por Milionària. El nacionalismo la ha querido utilizar, y eso es un error. Los artistas como Rosalía no son de nadie. Los artistas no son cortesanos.
--Carod-Rovira y otros dirigentes independentistas señalan que en Cataluña se utilizan más de cien lenguas, que eso es una gran riqueza cultural. ¿Lo comparte?
--Eso es un juego de magia, es como el misterio de la Santísima Trinidad. Hay dos lenguas principales, presentes, desde hace mucho tiempo: el catalán y el castellano. El castellano no lo trae la inmigración. Ya estaba. Es una lengua de vecindad, con la misma raíz. Es una falacia no reconocer que hay dos lenguas principales. Claro que hay otras lenguas, las que se hablan en núcleos familiares, las propias de muchas personas que han llegado desde otros territorios en los últimos cuarenta años, pero no se puede decir que hay cien. Hay dos. Esa idea que acaricia el independentismo de cuanto peor mejor, es un error del marxismo-leninismo.
--¿Cómo se puede salir del actual bloqueo en Cataluña?
--Debe ser la propia sociedad, la que está activa, la que tome la iniciativa. Hay una parte muy movilizada, y luego otra, que también se ha organizado para salir a la calle, cuando se pensaba que sólo existía el independentismo. Y hay que tender puentes. Para ello, el flamenco es un buen instrumento, y toda la cultura musical del sur de Cataluña. La cultura debe ser balsámica. A mí me pasa que todos los políticos independentistas que están en prisión los conozco o son amigos míos. Tengo una muy buena relación con Jordi Sànchez, desde sus tiempos de ICV. Y con Jordi Turull, y Josep Rull, y con Carme Forcadell y Raül Romeva. Quizá todo esto deba pasar por algún referéndum pactado con el Estado, pero con la incorporación de varias preguntas, no sólo dos. Que se tenga en cuenta la opción federalista, o la confederal. Hay problemas internos en todos los partidos, en Junts per Catalunya, en la CUP, en la Crida, en el PDeCAT, y parece que el PSC se está recuperando. Me quedo con algunos gestos y decisiones como las de Manuel Valls, que ha demostrado tener olfato político al decantar la balanza en Barcelona a favor de Ada Colau, y en perjuicio de Ernest Maragall.