Tengo una tendencia natural a no gustar a nadie, en el sentido de ponerme en un jardín invernadero de plantas carnívoras. Más que nada porque no soy de ningún partido. En unas municipales votaría distinto si viviera en BCN o en Madrid.
Tengo ideas firmes. Mis lectores saben que no soy ningún veleta y, metafóricamente, me cortaría la mano antes de votar a un partido no constitucionalista. No soy un talibán, pero me gusta tocar lo que no suena a mis amigos de la otra acera, dar la matraca.
Nunca he sido disciplinado (en la mili estuve dos meses en un calabozo de Paterna y me quitaron tres meses de permiso en 1979 en Capitanía General de Valencia, que me cambió la vida…). Pero voy a poner un ejemplo práctico: en Madrid estaría a favor del voto a Gabilondo o el de la pareja Carmena-Iñigo con el apoyo de Ciudadanos, y, en Barcelona, celebraría el pacto de la Colau con el socialista y Manuel Valls…
Ernest Maragall encarna a la perfección la dualidad del alma socialista: con el tripartit de su hermano, Pasqual Maragall, y de José Montilla, Ernest fue conseller de Educación. Y la escuela y TV3 son los dos pivotes de la deriva indepe de Cataluña…
Entiendo la voluntad de Inmacul[Ada] Colau de pactar con ERC y el PSC porque la alcaldesa es bipolar: es indepe de la banda de Pablo Iglesias pero sabe que la mayoría de sus votantes no son separatistas.
Conozco a gente sensata que se ha vuelto indepe durante los últimos diez años, como cuando San Pablo se cayó del caballo camino de Damasco. Conozco un caso allegado. No hablo de oídas.
¿Qué pasará en Madrid o Barcelona? ¡Chi lo sa! No soy adivino, pero creo que no se sabrá hasta el último día. Lo que sí sé es que no me gusta Colau, ni su equipo.