En el actual ejercicio, la economía de la zona euro no tiene buenas perspectivas. Según el BCE, aquella padecerá una severa desaceleración económica y pasará de crecer un 2,4% en 2017 a hacerlo únicamente un 1,1% en 2019. Dicha desaceleración será principalmente consecuencia del auge del proteccionismo, la apreciación del dólar y la subida del tipo de interés oficial de EEUU observada durante el pasado año.
Ante dicha perspectiva, y con la finalidad de impedir que la indicada desaceleración se convierta en una recesión, el BCE ha optado por realizar una política monetaria más expansiva de lo que ya era.
El pasado jueves, Draghi adoptó cuatro medidas: el mantenimiento de los actuales tipos de interés oficiales al menos hasta el final de 2019, la reinversión en el mercado de deuda durante un mayor período de tiempo del capital proveniente de los vencimientos de los bonos adquiridos en años anteriores, la inyección de liquidez a la banca a través de la concesión de préstamos por un plazo de tiempo más largo del habitual y la continuidad de la barra libre de financiación bancaria como mínimo hasta marzo de 2021.
Durante el pasado ejercicio, la previsión de la mayoría de los analistas era que el BCE subiría sus tipos de interés oficiales antes de que Draghi dejara de ser presidente (31 de octubre de 2019). Después de las medidas adoptadas, un gran número de ellos estima que dicho tipo no subirá hasta el verano de 2020. Por tanto, la etapa de dinero gratis, iniciada en marzo de 2016, probablemente continúe hasta el próximo año.
En marzo de 2015, el BCE empezó a adquirir deuda en el mercado secundario. Una operación (técnicamente conocida como quantitative easing) completamente inusual, ya que en otro contexto económico y financiero habría generado un elevada tasa de inflación, exactamente aquello que pretende impedir cualquier banco central. Unas compras que, al reducir considerablemente el tipo de interés de la deuda en la eurozona, permitieron a los gobiernos disminuir el déficit público sin estrangular el nivel de crecimiento económico.
En junio de 2018, el BCE decidió dar un giro a su política de adquisición de bonos. A partir del 1 de enero de 2019, dejaría de inyectar capital adicional en el mercado de deuda, pues consideraba que la mejoría de la zona euro hacía innecesaria una medida tan heterodoxa. No obstante, durante un limitado período, aplicaría una quantitative easing light, pues dedicaría a la compra de títulos todo el capital que recibiera del vencimiento de los bonos adquiridos en años anteriores.
Sin embargo, el pasado jueves cambió su inicial posición e indicó que dicho período será mucho más largo del inicialmente previsto. En un comunicado, el BCE manifestó que, incluso después de que vuelva a subir los tipos de interés oficiales, continuará realizando reinversiones en el mercado de deuda. Además, no lo hará por un período escaso, sino prolongado. Por tanto, no sería de extrañar que la quantitative easing light durara hasta finales de 2021.
El resultado ha sido una caída del tipo interés de los bonos a largo plazo de los países de la zona euro. En el caso de España, el pasado viernes se situó en el 1,06%. Un nivel sustancialmente inferior al promedio observado en 2018 (1,44%) y al establecido en los fallidos presupuestos del Estado para 2019 (1,8%). Si en 2019 el tipo promedio equivale al del último viernes, el ahorro en intereses para el Tesoro será de más de 1.000 millones €.
Normalmente, el BCE concede préstamos a la banca por un plazo que varía entre una semana y tres meses y las entidades tienen libertad para destinar el capital recibido a la finalidad que consideren más oportuna. El pasado jueves, Draghi les ofreció créditos a dos años, a un tipo de interés que probablemente será negativo, siempre y cuando el destinatario final sean familias y empresas. La cuantía de los préstamos concedidos puede llegar a ser hasta el 30% del saldo vivo de sus créditos al sector privado.
La pretensión del BCE es asegurarse que la política monetaria funciona correctamente y los bancos cumplen con su papel de correa de transmisión. En otras palabras, pretende que las entidades creen un gran cantidad de dinero y estimulen la actividad económica, al ayudar a las familias a gastar más y a las empresas a aumentar sus inversiones.
Con las medidas adoptadas, Draghi ha dado unas magníficas noticias a unas y a otras. Tanto para las que poseen préstamos a tipo de interés variable, como a las que quieran contratar cualquier modalidad de crédito en un próximo futuro. El euribor a 1 año, que llevaba un lento ascenso en los últimos meses, es posible que en los siguientes vuelva a descender.
Sin embargo, han sido pésimas para la banca. El mantenimiento de los tipos de interés al nivel actual hará que siga siendo muy bajo su margen de intermediación por euro negociado. El beneficio generado por el incremento del crédito concedido no compensará el perdido por las subidas de tipos de interés previstas que se han quedado en el tintero. Por eso, al final de la pasada semana, cayó abruptamente el precio de las acciones de muchos bancos de la eurozona.
En definitiva, otra vez más, Draghi ha vuelto a acertar. Ha establecido un magnífico cortafuegos para que la recesión no llegue a la zona euro y, a la vez, la primera piedra para que vuelva la expansión económica. No obstante, la Comisión Europea también debería ayudar. Habría de olvidarse por completo de la austeridad y proponer a los países del área un mayor gasto público. No pasará nada negativo, y sí mucho positivo, si durante los tres próximos años la mayoría vuelven a tener déficits presupuestarios algo superiores al 3% del PIB.