El FDP (Freie Demokratische Partei) ha sido una pieza fundamental en la política (y en la cultura política) de la República Federal de Alemania. Participó con los democratacristianos y con los socialdemócratas en el Gobierno federal y en los gobiernos de los Estados federados. Dio dos buenos presidentes federales (Theodor Heuss y Walter Scheel), cuatro ministros de Asuntos Exteriores (entre los cuales el muy competente Hans-Dietrich Genscher) y numerosos ministros federales y regionales.
El FDP ha sido un partido de centro, liberal y europeísta, que ha defendido posturas progresistas, promoviendo y sosteniendo el modelo alemán de “economía social de mercado”. Últimamente ha escorado a la derecha, pero eso puede ocurrir con cualquier centro político, que por definición se balancea entre la derecha y la izquierda, según las circunstancias. El FDP representa aún una referencia positiva en Europa por su aportación histórica a la estabilidad política, la buena gobernanza y un toque de progresía y modernidad.
¿Puede considerarse a Ciudadanos (Cs) una variante española de FDP? Actualmente se halla lejos de serlo. Su ideario programático sigue siendo el liberalismo progresista y se define como europeísta, mimbres que lo emparejan en el plano teórico con el FDP, pero su práctica política --los hechos cantan-- lo está situando en la derecha más conservadora, desbordando incluso al PP de los tiempos de Mariano Rajoy, con coqueteos preconstitucionales como sus duras propuestas recentralizadoras en materia autonómica y sus silencios cómplices con la derecha radical en asuntos tan delicados como el aborto, la igualdad de género o la “ley mordaza”.
¿Puede todavía serlo? Sí, puesto que nada impide su vuelta al centro (salvo cálculos electorales). En democracia no se debe descartar ninguna reconsideración política constitucionalmente aceptable. España está necesitada como nunca desde la Transición de un verdadero partido de centro. Cs se esforzó por arrumbar políticamente el bipartidismo, pero ha terminado fomentando el bibloquismo alineándose con la derecha, lo cual le inhabilita para actuar como centro.
El mejor momento de Cs tuvo lugar a principios de 2016 cuando acordó con el PSOE, dentro de una línea de centro constructivo, un programa de gobierno de 100 medidas muy razonables en el contexto de entonces. El fracaso de aquel proyecto es imputable principalmente a las ambiciones (frustradas) de Unidos Podemos, que ni quiso negociar las medidas ni les concedió el beneficio de la abstención parlamentaria. ¿Entra el acuerdo PP/Cs en Andalucía dentro de esa línea de centro? No, por el papel determinante de Vox, que no es gratuito como desde el mismo Vox se han cuidado de señalar, ni resulta “estético” para un pretendido centro.
Tampoco en Cataluña Cs cumple como centro en el conflicto interno catalán, ni ayuda a su correcta interpretación en el resto de España. Parece como si no entendieran el problema, pese a (o tal vez por) haber nacido en Cataluña como reacción al independentismo. En las elecciones del 21-D 2017 Cs supo atraer un voto popular muy asustado por las acciones secesionistas, erigiéndose como primera fuerza parlamentaria en Cataluña, para vergüenza y desesperación de los independentistas. Pero después no ha sabido rentabilizar su extraordinario buen resultado. No ha hecho ninguna propuesta de solución del conflicto desde el centro político, al contrario, ha alimentado la polarización y el bloqueo de la situación, confundiendo radicalidad antisecesionista con firmeza constitucionalista.
Probablemente, Cs obtendrá el 28-A un número de diputados suficiente para ser decisivos en la formación de un gobierno estable para España de centroderecha, si no participa Vox, o de centroizquierda, si Cs recupera el centro. Su afirmación de que no está dispuesto a pactar (eventualmente) con el PSOE le aleja del modelo FDP y le sitúa en la órbita de una peligrosa e involutiva derechización. Si tal fuera la deriva, sería un fracaso lamentable de Cs, que supondría además un empobrecimiento de la política (y de la cultura política) en España.