Los tribunales han condenado a la eléctrica Iberdrola a pagar 10.541 euros a unos vecinos de Muelas del Pan (Zamora), por haberles cortado el suministro. La sentencia impone a la compañía el pago de las costas del proceso.
La causa arranca de una demanda interpuesta por los descendientes de Leonor Gato, fallecida en 2017. La familia Gato aduce que muchos decenios atrás, su abuelo, que a la sazón era trabajador de Iberdrola, llegó a un acuerdo verbal con dicha compañía. Según las cláusulas del pacto, la energética quedó autorizada para instalar, en terrenos propiedad del abuelo, un par de torres de líneas de transporte de energía. A cambio, la empresa se comprometió a abastecer gratuitamente de electricidad la finca de la saga.
Corriendo el tiempo, en 2017 Iberdrola decidió ante sí y por sí cortar el suministro, alegando que se había realizado una conexión a su red sin autorización. Ahora, la justicia ha dado la razón a la familia Gato. Según El Mundo, el juzgado ordena que ambas partes se sienten a negociar. Y si no recayere acuerdo, Iberdrola tendrá que retirar sus torres.
Este episodio es un remedo actualizado de la lucha entre David y Goliat. Porque los Gato, de posibilidades pecuniarias limitadas, han tenido que recurrir a un abogado. Mientras que Iberdrola tiene a su servicio una ristra de letrados, la crema y nata del foro. Esta tropa, por supuesto, se las sabe todas. No en vano sostiene de continuo pleitos sobre las más variadas cuestiones energéticas.
El litigio de marras ejemplifica la actitud prepotente y abusiva de las grandes multinacionales. Éstas suelen con frecuencia hacer de su capa un sayo y no dudan en aplastar a los contrincantes. Con la particularidad de que esos colosos de la industria disparan con la pólvora del rey, es decir, con un dinero que en última instancia pertenece al innominado cuerpo de los accionistas.
Curiosamente, el caso transcrito acontece cuando el gigante eléctrico acaba de proclamar que en 2018 logró un beneficio de 3.000 millones netos, el más abultado de su historia.
Por cierto que Iberdrola, al igual que otros grupos económicos que actúan en mercados regulados, cultiva la curiosa costumbre de fichar para su máximo órgano de gobierno a expolíticos de toda laya y condición. Dos de ellos se sientan en su sanedrín. Uno es Ángel Acebes, que fue secretario general del PP y sucesivamente ministro de Administraciones Públicas, ministro de Justicia y ministro del Interior. Su gratificación, por calentar la silla en las reuniones mensuales del consejo, supera los 300.000 anuales. Una bicoca.
Acebes es licenciado en Derecho. Desembarcó en la cúpula de la firma vasca en 2012 y cesará en la próxima junta general. Sus conocimientos sobre el mundo del kilovatio, las renovables y la fisión nuclear son perfectamente descriptibles. Pero eso apenas cuenta. Lo decisivo son sus conexiones con el sector público.
El otro exgerifalte anclado al mismo órgano de mando es el socialista Braulio Medel. En tiempos pretéritos desempeñó el cargo de viceconsejero de Hacienda de la Junta de Andalucía. Más tarde lideró la caja sureña Unicaja. Usufructúa la poltrona en Iberdrola desde 2006. Percibe unos emolumentos similares a los de Acebes.
Con estos dos nombramientos, Ignacio Sánchez Galán, capo de la eléctrica, adora el santo por la peana. O lo que es lo mismo, compra a peso el posible apoyo de PP y PSOE por medio de persona interpuesta. En suma, un alarde de puertas giratorias, tan llamativo como escandaloso.
Este y no otro es el sino de los grandes ejecutivos del Ibex. Sus colocaciones componen una incestuosa mescolanza público-privada, que se manifiesta en el solar celtibérico con una profusión digna de mejor causa.
Sánchez Galán se aseguró con el tándem Acebes-Medel unos entronques con la esfera de los partidos más descollantes, a fin de utilizarlos llegado el caso de necesitarlos. Mientras tanto, el presidente de la eléctrica disfruta año tras año del salario más jugoso de todo el firmamento corporativo nacional. En los últimos cuatro ejercicios, el caballero ha devengado una retribución total de más de 37 millones. Si Pitágoras no miente, se lleva al zurrón más de nueve millones anuales de promedio.
Todo un espléndido megasueldo y un récord de records. Como diría un castizo, la paga de Sánchez Galán en Iberdrola constituye una auténtica merienda de africanos.