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¿Proyecto republicano? Los profesores de la UAB, Joan Manuel Tresserras y Enric Marín, expertos en teoría y políticas de la comunicación, en la órbita de Esquerra Republicana, llevan años diseñando cómo se podría avanzar hacia la independencia de Cataluña contando con el mayor número posible de catalanes y catalanas. Tresserras fue consejero de Cultura y Medios de Comunicación la Generalitat, en los gobiernos tripartitos de izquierda, (2006-2010) y Marín tuvo responsabilidades en los órganos de gobierno de los medios de comunicación de la Generalitat, como presidente de la CCMA. Los dos publican Obertura Republicana, (Pòrtic), un libro en el que pronostican “una revolución social”, en la que las clases trabajadoras catalanistas y las clases ilustradas sustituirán --por incomparecencia y agotamiento-- a la burguesía catalana con una República “que acabará por cristalizar”.

Tresserras, en una entrevista con Crónica Global, señala que, antes, el independentismo debe superar una situación de ensimismamiento, que ha llevado a ignorar a la mitad de la población catalana. “El peligro para el independentismo es que se encastille”, asegura, con la idea, en todo caso, de que ese independentismo “está condenado a crecer”, porque en el otro lado, por parte del Estado español “no hay ni propuestas atractivas ni proyectos viables”. Tiene un mensaje para esa burguesía y para los poderes económicos. Y es que considera que se tiene la idea de un tipo de político para la gestión: “Se ha interiorizado que sólo había un modelo, el de los dirigentes de CiU y del PSC, y que los otros no tenían cara, no daban la imagen para intentarlo”. Pero, a su juicio, eso ha cambiado, y Esquerra estaría preparada ahora para asumir el poder y gobernar la Generalitat, con paciencia y con la convicción de que sin amplias mayorías no será posible ningún cambio en el estatus jurídico de Cataluña.

--Pregunta: ¿El problema en Cataluña es fundamentalmente entre catalanes? ¿Son los catalanes, entre ellos mismos, los que lo deben resolver?

--Respuesta:  Ha habido una parte de la sociedad catalana que ha ido construyendo una cierta cultura política, basada en el derecho a decidir, de carácter cívico. En el otro lado, por parte el Estado, no hay ninguna oferta positiva. Se asegura que sobre el derecho a decidir no se puede hablar, que ya se votó esa relación en la Constitución, y que se vota en las respectivas elecciones que se van convocando. Y lo que queda es que la única propuesta potente, sólida, en Cataluña, es el independentismo. Lo que decimos nosotros en el libro, y hemos ido defendiendo, es que no se ha puesto en valor, por parte de ese independentismo, que hay mucha gente que no tiene nada que ver con ese proyecto, que está disgregada, que no se siente convocada, pero que, al mismo tiempo, no se pronuncia. Se nutre de un espacio mediático muy fuerte, con gran poder, que ha logrado movilizar a esos sectores.

--¿Qué quiere decir?

--Ese espacio ha ayudado a que el Estado consiguiera una victoria, que creo que es la principal y es que, con ideas antiguas, esos sectores sociales alejados del independentismo se han sentido identificados por sentimientos que han acabado por aflorar. Y las fuerzas del proceso independentista deben entender que tienen un problema. Deben saber que eso existe, y es que hay mucha gente a la que no se ha llegado. No se trata de un juicio de valor, pero se debe reconocer en el momento de realidad un balance. Se debe tener en cuenta y eso es un principio de realidad. Si participas de la realidad no tienes asegurada una buena política, pero si no partes de esa realidad seguro que no aciertas. Seguro.

--Entonces, eso implica que el independentismo no se ha dirigido al otro, al que no lo vive de esa manera. ¿Por qué? ¿Es incapaz por cuestiones identitarias?

--El independentismo era una corriente minoritaria, anclado en la izquierda, en una situación precaria. Cuando te conviertes en una corriente central, y el movimiento ha crecido mucho, con gente diferente que se mueve en ese espacio, pero que comparte unos mismos valores, se corre el riesgo de que tu universo se reduzca. Esa reducción con los tuyos tiene un problema, y que eres el autorreferente. Todo eso es complejo, pero el país, en su conjunto, es todavía más complejo.

--¿Entonces?

--Han pasado cosas que inciden de un modo decisivo. Se decía que se quería contar con todo el mundo, incluso con los que no querían se contados. Todo ese proceso es difícil. Pero es que hubo una reacción del Estado, posterior al 1 de octubre, con una política represora, con mentiras y amenazas, sin propuestas en positivo. Es fácil, en ese contexto, encerrarse en sí mismo, con los tuyos, con certezas que son de parte. Lo peor, el peligro para el independentismo es que se encastille. Nosostros, desde dentro, y a riesgo de ser mal interpretados, lo que decimos es que se debe contar con todos, que la propuesta es inclusiva, que no es identitaria. Que es un proyecto de ciudadanía, de derechos y deberes. Un proyecto en el que hablar catalán es un derecho, pero no una obligación, que nadie debe dar por hecho y cerrado todo ese proyecto republicano. Que cada generación tendrá la posibilidad de conducirlo y reconducirlo. Y que, ante un proceso de globalización, lo que se pretende no es un cierre nacionalista, sino una obertura republicana, que profundice en la democracia.

--Pero, por ahora, ese movimiento tiene mucho más de identitario, como han ido mostrando las encuestas. Los que defienden la independencia, de forma muy mayoritaria, son aquellos que tienen orígenes familiares catalanes y que son habitualmente catalanohablantes.

--Ese factor pesa, sí. Lo que ocurre también es que vivimos en una época de burbujas mediáticas, y los grandes medios generalistas han difundido opiniones que se venden a cada comunidad. Se crean mundos autorreferentes, y es verdad que la gente se mueve a partir de esos mensajes que recibe, en uno y en otro lado, con repercusiones electorales y de todo tipo. Es el escenario en el que se realizan las políticas en estos momentos. Pero nadie debería quedarse en esas burbujas, porque quedas reducido y empequeñecido.

--Sin embargo, con todo lo que ha sucedido, ¿cree que sería posible ahora elaborar una ley de política lingüística con los mismos consensos que las aprobadas en los años anteriores? ¿No se han roto esos consensos y ya no será posible recuperarlos?

--Yo creo que sí sería posible. En la práctica lo que ha pasado es que en los programas de inmersión, de acceso a la lengua como derecho, las administraciones se comprometían a facilitar que fuera disponible para todos. Pero no sucedió exactamente así. En el ámbito radioeléctrico, en las televisiones, ha habido una política contraria a que el catalán esté siempre disponible. Ha habido inmersión, sí, discriminación positiva en los medios, pero hay una realidad tangible: no hay ningún catalán en el mundo que sea monolingüe.

Joan Manuel Tresserras, auto, junto a Enric Marín, de Obertura Republicana / CG

Joan Manuel Tresserras, durante la entrevista con 'Crónica Global'

--Pero las cosas han cambiado. Hay un partido, Ciudadanos, con un peso importante, que ganó las elecciones al Parlament y que tiene como bandera cambiar esa situación sobre la lengua.

--Sí, pero el fondo del problema político es otro. El independentismo tiene a favor una cosa muy buena y es que la gente de todo el mundo es independentista. No habrá ninguna manifestación que pida depender de otro país. Ahora bien, y volvemos a lo que se comentaba antes, el independentismo ha crecido en una franja relativamente fácil, dentro de las clases medias trabajadoras e ilustradas. A partir de ahora, no obstante, crecer le costará más. Es cierto que existe un porcentaje alto, que se contabiliza entre el 70% y el 80%, que lo que desea es poder decidir, que es demócrata, y que quiere ser consultado.

--¿Partidarios de un derecho a decidir amplio?

--Lo que debes intentar hacer es convencer a una mayoría social, a la que votó, también, por Ciudadanos el 21-D. No debes renunciar llegar a esa parte, si quieres instaurar una República. Si estás convencido de tus argumentos, al entender que son sólidos, ¿por qué no compartirlos?

--¿Eso se llama paciencia? ¿Lo quiere quiere hacer ahora ERC?

--Se llama paciencia actuando desde la vida cotidiana, con políticas sociales desde el Govern. Gobernar es muy importante. Se debe tener una idea y un horizonte estratégico claro, pero trabajando en todos los frentes.

--¿También en castellano?

--Sí, pero no se debe ser paternalista. Si todos los catalanohablantes saben castellano, puede haber castellanohablantes que no sepan catalán. Pero eso es una anomalía en estos momentos.

--Pero tal vez esos castellanohablantes lo que quieren es utilizar su lengua

--Ya la utilizan, de hecho es dominante. No hay un conflicto lingüístico. Otra cosa es que se quiera que el rango del castellano sea diferente, pero la discriminación positiva es para el castellano. ¿Cuántos prospectos de medicinas hay que no tienen para nada en cuenta el catalán? ¿A quién le importa que el catalán sea lengua oficial en la Unión Europea, y quién lo impide? El catalán es una lengua de cultura importante, que no ha sido asumida por el Estado. Si el Estado español hubiera querido ejercer de estado de Cataluña tal vez no estaríamos en esa situación. El Estado no ha asumido la pluriculturalidad, ni la plurinacionalidad, ni el plurilingüismo, y eso causa el desafecto del que hablaba el presidente José Montilla.

--Hay muchos factores, la crisis económica incidió mucho en el crecimiento del movimiento independentista.

 --Hay distintos factores, sí, pero el importante también hace referencia a ese cambio desde algunos sectores, como la apuesta por la independencia desde partes significativas de la exCiU. Si hubiera habido un pacto fiscal, con plenas competencias en educación, en cultura o en gestión de los símbolos no estaríamos aquí.

--¿Quiere decir que CiU no hizo el trabajo?

--CiU chocó contra una pared. Lo decía siempre Jordi Pujol. Yo mismo lo experimenté, en la comisión de traspasos. Era complicadísimo. Porque hay una estructura del Estado densa, con poder. Me podía entender con un ministro, pero luego las cosas no salían. Había impedimentos desde la propia administración del Estado.

--Pese a todo, ¿el independentismo debe abandonar de forma clara la vía unilateral? ¿Se ha renunciado a ello?

--El independentismo no ha renunciado, lo que se plantea es que la unilateralidad no es querida. Lo que se requería era un referéndum acordado. Se hicieron propuestas y estudios para encauzar una consulta dentro de la Constitución, que era posible. Pero el Estado lo rechaza. Niega el sujeto colectivo, que el pueblo de Cataluña sea sujeto de soberanía. Lo que se dice es que no será posible y se utiliza la ley para blindar la monarquía, para dejar constancia de aquello del ‘atado y bien atado’, de que no se saldrá de aquí. Fue como decir que no se podía salir de la plantación, con derecho a perseguir y a castigar. Y cuando se apuesta por votar, se vota, y se hace de forma unilateral. A la unilateralidad te condena el Estado.

--Pero, ¿no fue un error aquello de Carles Puigdemont de ‘referéndum o referéndum’?

---No, eso fue democracia o democracia, y a la democracia no puedes renunciar, y el referéndum lo ganas  o lo pierdes.

--Si lo quieres hacer, te saltas la ley

--Pero es que estás obedeciendo la democracia.

--No, te saltas la democracia al hacerlo

--No, es como la esclavitud, para acabar con ella desobedeces leyes, lo hemos visto con esas marchas por los derechos civiles que tanto nos emocionan. 

--Esa situación no se puede comparar

--Pero se ha dado en países democráticos, como Quebec o Escocia, donde ha habido referéndums.

--Acordados

--Con una petición que los estados han aceptado. Lo que no se entiende es que el Estado español no quisiera pactarlo. Hace dos años probablemente lo hubiera ganado.

Joan Manuel Tresserras, autor, junto a Enric Marín, de 'Obertura Republicana' / CG

Tresserras

--No se trata de ganar o perder, si no de crear o no el precedente.

--Pero lo que no puedes pretender es que millones de personas estén de forma forzada durante mucho tiempo en ese estado. Ahora se habla de que no se puede descartar una intervención militar. No puedes tener a tu zona más rica forzada por un trato militar. Eso es una situación colonial.

--No ha habido mayorías claras para forzar esa situación

--Bueno, es que no se ha podido contar. En la construcción de una República, que se quiere organizar de abajo a arriba, no puedes ganar por la mínima. Es lo que nosotros decimos. No trabajemos para obtener el 51%, sino para tener una gran mayoría detrás. Es tan importante que merece que mucha gente apoye el proyecto. La magnitud condicionará tu proyecto. Si tienes un 70% es cuando también se puede renovar las estructuras de poder, cuando puedes transformar el sistema educativo o el económico, y cuando puedes desplegar unas políticas que tienen mucho apoyo social.

--¿El independentismo no variará su rumbo? ¿No tiene marcha atrás? Hay algunos movimientos políticos que sostienen que si unos 200.000 independentistas se bajan del autocar comenzaría un nuevo partido.

--No creo que pase, hay peleas internas, sí, inflamaciones identitarias. Puede ocurrir que determinados sectores digan que no se apuntan, pero mi impresión es que, ante una alternativa que es tan salvaje como la del Estado, que es un retroceso al pasado, que no explica ningún proyecto, el independentismo está condenado a crecer, y lo hará más deprisa si cuenta con políticas adecuadas y cierta ejemplaridad.

--¿Lo dice porque entiende que el movimiento se ha deteriorado?

--Se ha deteriorado porque la represión ha sido importante, porque el Estado reprimió con fuerza el 1-O. Y se pecó de cierta ingenuidad de apreciación. Yo no creí que eso fuera posible, esa actuación policial, o esa posición tan ‘pasota’ de la Unión Europea. No era imaginable, y fue decepcionante. Por ello, se ha reaccionado con indignación, porque lo que ha sucedido no es propio de un estado democrático, con los juicios a amigos míos, gente como Raül Romeva, que es gente digna, y que se comprometieron a permitir que la gente votara.  

--Ante eso, ¿qué se hace?

--Las manifestaciones para mostrar tu indignación te las puedes permitir siempre que hagas un balance entre si debilitas a tu adversario o lo fortaleces. Si crees en tus argumentos, te debes partir la cara para que tu adversario se exprese. No debes impedir que lo haga. Lo que no puedes hacer es relajarte, porque eso es lo que quiere tu adversario, sacarte de tus casillas. Por eso, no se puede salir de un escenario de no violencia.

--¿Puede Esquerra marcar ese camino?

--En general todos estamos ahí, no sólo ERC

--¿También la ANC?

--Sí, todos seguimos en ese camino. Lo que ocurre es que la situación es muy complicada. Pero no proponemos otra cosa. Yo no me veo menos radical que los llamados hiperventilados, pero quiero ganar de la mejor manera posible y cuanto antes. Y hay una fórmula que es la buena, que es mejor que las otras. Si hay una oportunidad la jugaremos, y no descarto que con una situación complicada del Estado se pueda aprovechar una vía insurreccional, pero no puedes intentarlo si no ves que puedes salir ganador. La radicalidad se mide por los resultados concretos, y en el cálculo debes medir tus fuerzas y la de los adversarios. Y la fuerza del independentismo es la gente. Tu victoria debe ser democrática, porque el estado siempre tendrá más fuerza que tú. Democráticamente tenemos las de ganar, a corto y a largo plazo.

--No hay mayorías

--Se ha dicho que el independentismo está en el 43% o el 47%. Pero todo eso no vale. Con un referéndum habría gente de partidos no independentistas a priori que podrían votar a favor. No lo sabemos.

--¿El independentismo debe apoyar a Pedro Sánchez?

--A pelota pasada y asumiendo todos los errores cometidos como propios, hay que decir que en España hay una hegemonía aznarista, y una concepción del nacionalismo español conservador. Pero en España hay demócratas y partidarios del derecho a decidir. Y no podemos pretender un pulso con el estado y no dialogar con los posibles aliados. No vale hacerlo sólo con vascos o gallegos. Hay que hacerlo con todos, con Madrid y con Andalucía y con todos los territorios. Hemos desatendido alianzas, porque la ofensiva del Estado ha sido fuerte. Y algunos, en España, han callado, porque cuando han dicho alguna cosa a nuestro favor, se les ha crucificado. Pero tampoco hemos sido activos para pedir esos apoyos. Hemos visto presiones, en el PSOE, de los propios dirigentes territoriales, los famosos barones, estos días, pero se debe hablar y negociar con los adversarios, con los que no están de acuerdo contigo. Y con quien más partidario es de superar la etapa monárquica, con la más abierta, no se puede renunciar al diálogo. Todo eso sin renunciar a acumular fuerzas.

--¿Salvar o no a Pedro Sánchez, ante la derecha política española?

--Pudiendo ser, mejor pudiendo ser, pero no puede ser una operación de salvación gratuita, pensando que la alternativa es peor. Esa alternativa a lo peor, no puede ser estética. Si se puede ayudar se ayuda, entre un gobierno de derechas o de izquierdas, con la idea de favorecer un gobierno que impulse políticas sociales para los más desfavorecidos, no hay duda. Pero se debe hacer valer lo que se pide, y obtener contrapartidas, porque lo otro no es pedagógico. Regalar porque viene la derecha, es ser prisionero.

--¿Es una revolución contra la burguesía catalana que tampoco supo ver ni detener el movimiento independentista?

--Es una de las lecciones que ofrecemos en el libro. Pensamos en un proyecto de república que no es un estado-nación. Lo que está en juego es realizar lo contrario: un proyecto de abajo a arriba, a través de la cultura, y con instrumentos como la económica o la política para constituir la república. Todo lo que pasa en Cataluña en estos años tiene que ver con un cambio de estructura. Ha habido una dimisión de la burguesía catalana, que ya no tiene proyecto, y se ha producido una mejora de las clases medias trabajadores y las clases más ilustradas. Se trata de una república como poder popular. Es revolucionario. Es un proceso que va ganando posiciones, como ha hecho el movimiento feminista, con la revolución lenta pero persistente de las mujeres. Es un cambio muy profundo, que contiene el desplazamiento del poder, con una hegemonía emergente, que tardará en cristalizar, pero que lo acabará haciendo.