El artículo del pasado miércoles, lo pueden recordar si tienen a bien el final de éste, decía que esta semana iba a escribir del centro derecha, y les advierto que no va a gustar a nadie porque no me gusta ni a mí, pese a que le he dado el visto bueno. Es una forma de oprimirme el muslo con un cilicio, como se ve en la famosa película del Código da Vinci a cargo de un sacerdote del Opus…
No me gusta la derecha ni la izquierda, y mucho menos los extremos. Así como tengo claro a quien votar en las catalanas (pito, pito, colorito entre los partidos constitucionalistas). Creo que votaré socialista en las locales, si no voto es por culpa del lazo amarillo (de la balconada municipal), para los amantes del teatro el groc da mal fario…
El títere de Puigdemont está haciendo el ridículo en las Américas al proclamar ufano que en su primer de viaje está encantado con el recibimiento dispensado por el alcalde Boise (Idaho), que es nieto de nacionalistas vascos. David Bieter le ha dicho que entiende la reclamación del derecho de autodeterminación que pretenden los separatas…
No critico que Pedro Sánchez proponga más dinero para la Generalitat porque eso es bueno para los catalanes, pero se equivoca si por eso cree que los separatas van a aprobarle los Presupuestos Generales del Estado. Su papel en el teatro de la política no puede ser otro pero causa vergüenza mendigar más tiempo para estar en la Moncloa. Esta estrategia hundirá a los barones territoriales del PSOE como ya ha hecho en Andalucía…
Como no me gusta la política antinmigratoria de EEUU y de Italia, tampoco el nacionalismo rancio de Los españoles, primero, por el mismo motivo.
El nacionalismo y las guerras de religiones han llenado de horror la historia del hombre…
Vox, reacción del nacionalismo español frente al separatismo, ha radicalizado la política española. Todos los constitucionalistas de centro y de derecha van a ver quien la tiene más larga. La suma de todos ha infantilizado la política…
No es que la unidad de España esté en peligro: no lo está ni hoy ni ayer, cuando ETA asesinaba para conseguirlo. Sólo que estamos condenados a sufrir el mismo mal perpetuo: todos los malditos años sufriendo el Mito de Sísifo: estar siempre cargando la misma piedra de mármol en la espalda y cuando llegas a la cima volver a empezar…