Estos últimos días el independentismo más irredento a las órdenes de Puigdemont ha redoblado su apuesta por la confrontación. Desde el miserable tuit de Comín, a la huelga de hambre de parte de los políticos presos, hasta la apuesta de Torra por la vía eslovena y su llamamiento a los CDR a “apretar”.
¿A qué obedece este nuevo órdago? Existen diversas causas que pueden explicarlo.
La oficial es presionar a la justicia española y al Gobierno en relación con los juicios a los políticos presos. Se trataría de influir en el TC pendiente de resolver sobre la petición de libertad provisional de los políticos presos y, más genéricamente, crear un clima de máximo dramatismo de cara a la vista oral que pueda ser aprovechado electoralmente.
Otra coartada que aparece en los medios secesionistas es la aparición de Vox en el panorama político español. La credibilidad de esta explicación es nula pues el órdago empezó antes de la eclosión de Vox en las andaluzas.
Hay otras razones más consistentes que explican la radicalización de Puigdemont y sus fieles.
Una es la reaparición de conflictos sociales en la sociedad catalana, no olvidemos que fueron las protestas contra los recortes lo que precipito la apuesta independentista de Mas.
Sin duda la razón más importante tiene que ver con la lucha por la hegemonía en el bando secesionista. El objetivo es arrinconar a Junqueras presionándole para que acepte candidaturas conjuntas en el Ayuntamiento de Barcelona y, en su momento, en las próximas elecciones autonómicas. Y si, por el camino, se produce una intervención del estado, será celebrada pues consolidaría al "Gobierno en el exilio" como referente del independentismo.
La lógica insurreccional de Puigdemont le lleva a abrazar la teoría revolucionaria del cuanto peor, mejor. A los catalanes nos toca, incluidos los independentistas sensatos, demostrarle que sus ambiciones y delirios personales no pueden poner en riesgo la paz social en Cataluña.