Los autónomos son el ejemplo vivo de eso que los políticos repiten hasta la saciedad que se llama emprendeduría. En una gran mayoría de casos, son personas que creen en ellos mismos, que tienen la valentía de jugarse su dinero y que se atreven a arriesgar su patrimonio porque se saben buenos profesionales. Son la semilla de muchas grandes empresas, futuros empleadores y la base la prosperidad de un país.
Más de 3 millones de personas en España se ganan así la vida. Ejercen su profesión, ofrecen sus servicios, llevan sus cuentas y muchos hasta “barren su oficina”. Además, es realmente impresionante que hagan todo eso (y más) sabiendo que no reciben, como los trabajadores por cuenta ajena, excesivas coberturas sociales por parte de las administraciones. Saben que, si pinchan, nadie saldrá a su rescate. Son trapecistas sin red, soldados a pecho descubierto.
Por todos estos motivos, me molesta profundamente que el Gobierno del PSOE vaya a masacrar a los autónomos sin piedad. Han convertido a este colectivo en su víctima favorita para colmar su espíritu confiscatorio. No cesan de anunciar medidas que conllevan exprimirles fiscalmente. El Gobierno, metiendo sus manos en los bolsillos de los que tanto han sufrido la crisis económica, está abusando de un colectivo al que todos deberíamos tratar con más respeto y consideración.
Pedro Sánchez se va a pagar sus faraónicos anuncios electoralistas rapiñando sobre estas personas. Ha anunciado subidas bestiales de cotizaciones sociales, impuestos sobre combustibles, cambios en el sistema fiscal de módulos, aumentos en el precio de la electricidad, persecución sin cuartel sobre gastos deducibles, el endurecimiento para obtener el derecho a la tarifa plana de la Seguridad Social y obligaciones de pago de mayores salarios a sus empleados, entre otras cuestiones. Aumentos significativos de sus costes fijos que los hacen menos competitivos ante sus clientes y sus competidores de mayor tamaño.
Bastante duro es ser autónomo en nuestro país para que encima el gobierno haga con ellos lo que no se atreve a hacer con el IBEX. La espina dorsal de la economía española no merece este ensañamiento gubernamental. Al contrario, para consolidar la creación de empleo español y el crecimiento económico, el gobierno debería propiciar y fomentar su actividad económica aligerando sus cargas administrativas, financieras y fiscales. Si no apoyamos la microeconomía no mejorará la macroeconomía.