Hace pocos días, con motivo del programa Salvados de la Sexta, recordé a Casto Sendra, más conocido por Cassen. Éste fue un humorista catalán que alcanzó su cenit hace ya unas décadas. Conocido por su serie de professió API, que emitía TV3 a finales de los 80, los de mayor edad le recordamos por su papel protagonista en películas tan dispares como el extraordinario Plácido de Berlanga, o españoladas diversas como 07 con el dos delante (agente Jaime Bonet), versión celtibérica de James Bond. Pero la fama le llegó a Cassen con sus gags "Es broma", que disfrutaron de una gran audiencia en la TVE de los años 60. Éstos, consistían en una serie de historias disparatadas y rocambolescas, de un supuesto Papitu Bragulat, que finalizaban con un "es broma".
Con motivo del primer aniversario de la supuesta declaración unilateral del Parlament de Catalunya, Salvados entrevistó a protagonistas destacados de ese fatídico 27 de octubre. Con la perspectiva del tiempo transcurrido, y escuchando a unos y a otros, los acontecimientos que se dieron hace un año, y la forma en que se gestaron, superan en mucho las historias de Papitu Bragulat. Pero, además, líderes independentistas vienen a señalar que, entonces, ni había nada preparado ni nadie podía creer que aquello iba en serio. Dicho de otra manera, "era broma", como Cassen.
Pero aquella broma, y lo acontecido en los años previos, ha conllevado unas consecuencias muy tristes para todos. Algunas ya las padecemos y otras, me temo, irán llegando. Aún más tal como anda de revuelto, desorientado y excitado un Congreso de los Diputados que va sumiéndose en una guerra de guerrillas, donde todo vale. Las reacciones de unos y otros previas al Juicio del Supremo no permiten abrigar la mínima esperanza de esa sensatez que necesitamos más que nunca. España, sus instituciones y su credibilidad, pueden irse debilitando. Y las posibles consecuencias para Cataluña, mejor ni pensarlas.
Regreso a Cassen. Me quedo con el de verdad. El que sabía que lo suyo era el humor, sin más pretensiones que las de hacer sonreír. El "es broma" de nuestros días deteriora la economía, fragmenta la sociedad y, en el fondo, es muestra de una enorme mediocridad. La de quienes han liderado políticamente el país y la de aquellos que, desde la economía, los medios y la academia, han preferido dejarse llevar por la corriente dominante. Sólo faltaba que lo más mediocre de la política española también se apuntara a la fiesta. Lamentablemente, las consecuencias no son broma.