Alfredo Pastor (La Seu d'Urgell, 1944) razona con tranquilidad. Sonríe y se explica con detalle en su despacho en el IESE. Trata de interiorizar todo lo que ha pasado en tan poco tiempo en Cataluña. Y considera que sus respuestas a las preguntas que le formula Crónica Global deberían resultar razonables. Pero todo depende de la posición del interlocutor. Y las distancias entre los diferentes actores en Cataluña son todavía muy grandes. Doctor en Economía por el Massachusetts Institute of Technology, Alfredo Pastor es profesor del Departamento de Economía y titular de la Cátedra Banco de Sabadell de Mercados Emergentes en el IESE. Su trayectoria profesional es larga, pero Pastor sigue siendo recordado por su etapa como secretario de Estado de Economía en el Gobierno español, en un momento complicado, como fue el periodo 1993-1995. Fue director de planificación y director general del Instituto Nacional de Industria (INI, 1983-1985), presidente de ENHER (1985-1990) y consejero del Banco de España (1990-1993). Considera que, en estos momentos, “la vía Sánchez es la única posible” para intentar resolver el problema catalán y expresa su convencimiento de que los empresarios catalanes, y en general el mundo de la empresa, deberían tener un papel más activo en el debate público.
--Pregunta: Usted es más partidario de mirar al futuro y buscar soluciones en el caso de Cataluña que de analizar qué ha ocurrido en los últimos años y quién es más o menos responsable. ¿Pero cómo?
--Respuesta: Yo parto de un postulado que me parece claro, y es que es mejor estar juntos que separados. Creo que perderíamos todos en un caso de separación, tanto Cataluña como el resto de España. Mi segundo axioma es que Cataluña estará mejor, al margen de las reformas que se necesiten y que se deben abordar. El actual Estado de las autonomías se ajusta mucho más a lo que ha sido siempre España, que debe evolucionar hacia un modelo federal.
--¿En estos momentos?
--Sí, se debe completar ese Estado autonómico. La alternativa del proyecto de Aznar, de la recentralización, no es positiva, ni para el conjunto de España ni para el País Vasco o Cataluña. También se debe decir que lo que dice el independentismo, sobre una supuesta explotación de Cataluña, no es cierta. Estar en España le ha generado mucha prosperidad a Cataluña. Lo que ha ocurrido, y creo que es importante destacarlo, es que ha habido un relato que se ha explicado mal. La historia sobre 1714 se ha tergiversado de forma interesada. Se luchó contra los franceses, no contra los castellanos. Considerar a Cataluña como víctima es un absurdo que cometen los independentistas. En cualquier caso, la discusión sobre quién ha empezado este asunto ahora no tiene sentido. Lo que todos tenemos claro, por lo menos yo, es que la respuesta que se dio al 1 de octubre no fue la adecuada, aunque no puedo descartar que quizá era lo que, en parte, pretendía el independentismo.
--¿Fue una especie de piel de plátano que le tendió el independentismo al Estado?
--Totalmente. Con un daño incalculable para España. Creo que el ministro Zoido debió haber dimitido. Se cayó en una trampa. Me recordó a cuando era estudiante, con actuaciones que se organizaban para buscar, precisamente, una respuesta del Estado.
--¿Y ahora? ¿Se puede justificar la retórica independentista?
--Ahora es completamente forzada. Otra cosa es que en Madrid no se quiera entender lo que pasa aquí, en determinados círculos, claro. Analistas como Zarzalejos aseguran que la trayectoria del independentismo ha acabado en un descalabro, pero, aunque políticamente pueda ser así, el independentismo desde el punto de vista social sigue muy activo. Para que pueda reducirse a un 10% o un 15% de apoyo estructural, tardará tiempo.
--¿Eso se puede conseguir? ¿Con una estrategia que algunos llaman de contentamiento?
--Hay un camino, el posible, para llegar a un buen acuerdo, pase o no por una reforma constitucional, que incluya una reforma del Senado, que para mí no es tan importante. Con un nuevo Estatut, y un referéndum en Cataluña, y con el compromiso de no presentar recursos en contra, como se hizo en 2006.
--¿Aboga, entonces, por la vía que defiende el presidente Pedro Sánchez?
--Sí, pero es que no es sólo la vía Sánchez, es la vía de mucha gente, de López Burniol, de Muñoz Machado… Es el único camino practicable, si se entiende que la independencia no es ni deseable ni posible, y que un referéndum es la peor de las soluciones, como se ha visto con el Brexit.
--Pero en el mapa político español hay otros actores, como el PP y Ciudadanos. ¿Le preocupa esa batalla interna en el campo de la derecha?
--Si de verdad hacen lo que dicen, me parece una barbaridad sin paliativos. En mi opinión, un gobierno entre el PP y Ciudadanos sería un retroceso total para la cuestión catalana. Y sería, además, lo que espera el independentismo para reorganizarse. No veo que pueda ser ninguna alternativa para mejorar las cosas.
--¿Entiende que el PP repite esquemas del pasado, que no dará ninguna tregua al Gobierno del PSOE?
--El PP tiene un defecto y es que cree que la finca es suya, y que le han echado de malos modos. Eso hay que combatirlo. Siempre que el PP ha perdido, se lo ha tomado muy mal. Cuando quieren recuperar el poder, cualquier cosa vale. Ahora podrían desaprovechar una oportunidad. Sólo quiere cargarse a Sánchez, y me parece una opción desleal. La vía Sánchez es la única posible y los que vivimos en Cataluña lo sabemos.
--¿Qué responsabilidad ha tenido el empresariado?
--Es verdad que el foco está puesto en los empresarios. Pero no es cierto que no dijeran nada, que no advirtieran de los peligros de la vía independentista. Los contactos existieron, con los gabinetes de Mariano Rajoy y del Gobierno catalán. Ahora mi temor es que en Madrid los poderes fácticos crean que la solución está en un gobierno del PP con Ciudadanos. Eso sería un error. Lo que debemos tener claro es que Cataluña no puede ganar a España, pero sí la puede desestabilizar. Y eso, por las malas no se arregla.
--Insisto con esa crítica que se realiza sobre la idea del contentamiento como posible solución a la cuestión catalana.
--Es que no es contentamiento. No es una estrategia. Hay cosas que se deben a Cataluña: inversiones o la financiación autonómica, que habría que solucionar. Si los alemanes nos dejan dinero, si nos piden cuentas, también lo debemos hacer aquí. El dinero fluye, lo reciben otras autonomías. ¿Cómo es que después de tantos años esas autonomías receptoras siguen igual que hace 20 años? ¿Qué han hecho con el dinero? Eso también se debe plantear.
--Usted se refería a los empresarios, pero, ¿no es ese el error, haber actuado en privado, pero no en público?
--Creo que sí, que nos interesa saber qué piensan los consejeros delegados de las empresas. Si se supiera lo que piensan, ayudaría mucho. Y es cierto que no sabemos cómo lo ven los responsables del BBVA, o del Sabadell. Hay informes de las cámaras de comercio, de la CEOE, pero son respuestas que ya conocemos de antemano. Necesitamos saber sus posiciones, también sobre otras cuestiones, como las vacantes en el mercado laboral, cuando el paro es todavía tan elevado. Qué pasa con la formación de los trabajadores, por ejemplo. Sí, los empresarios deberían ser más activos en el ámbito público.
--¿Los empresarios se dejaron seducir por Artur Mas porque, al inicio del proceso, les interesaba?
--Efectivamente. Mas tenía el apoyo de los empresarios, era uno de ellos. Y tal vez fue demasiado lejos. Se dejó marcar por las entidades soberanistas, y acabó perdiendo el apoyo empresarial. Al PSOE, en otra situación muy distinta, le pasó algo similar, cuando en 1982, cuando accedió al poder, tuvo al empresariado en contra. Pero se lo ganó entre 1983 y 1988. Con Mas pasó algo parecido, a lo largo de su mandato. También se debe decir que Rajoy no ayudó. Pudo haber constituido un grupo de trabajo sobre el tema fiscal, tras su entrevista con Mas. Eligió no hacer nada. Subestimó la fuerza del independentismo. Es un cliché que existe en Madrid y que ha sido muy negativo.
--Pero Rajoy tenía antenas en Cataluña. ¿O no?
--No sé si las tenía. Pero no parece, vista la preparación del 1 de octubre. La presencia del Estado en Cataluña es casi nula, ni dispone de la policía ni de la educación. El contacto con el territorio sólo lo tiene con la Guardia Civil o con Hacienda.
--¿Se produjo una deslealtad?
--Yo creo que ha habido un caso flagrante de deslealtad por parte de Cataluña. Pillerías desde Madrid, las que se quiera. Pero en Cataluña ha habido deslealtad. Lo que se demuestra es que hay una coherencia en el proyecto de Pujol. Se formó a gente convencida de las bondades de la independencia. Y se impidió que ministros catalanes participaran en los gobiernos españoles. Se hizo a conciencia. Porque con distintos ministros en el Ejecutivo las cosas hubieran sido distintas. Hay que tener en cuenta que el Senado en España es el consejo de ministros.
--Aznar lo propuso
--Si, y antes González. Pero Pujol quería ser el único canal con Madrid. Formar parte del bloque constitucional y hacer lo posible para salirse de él, eso se llama deslealtad. Lo otro, las pillerías del Gobierno, para calcular el cupo, o la financiación, eso son chapuzas, típicas de Rinconete y Cortadillo. Pero lo grave es lo otro.