La princesa Mérida DunBroch es la protagonista principal de la película de Disney-Pixar Brave, estrenada en España con el título Indomable. Los técnicos de Pixar tardaron tres años en lograr los rizos que la caracterizan. Aunque estuvieron a punto de ceder a la desesperación por las dificultades técnicas que conllevaba la animación de la rizada cabellera en armonía con los movimientos del personaje, perseveraron en su objetivo porque consideraban que eran imprescindibles para mostrar el carácter rebelde de la joven princesa. El resultado es magnífico, casi tanto como el ejemplo que dieron a sus compañeros de producción.
Me encanta el personaje, la película, la historia que transmite y los valores que atesora. Pienso que hoy los negocios deberían comportarse como la princesa Mérida, small and brave, pequeña en tamaño, pero grande en la defensa de sus ideas, decidida a romper con las etiquetas del inmovilismo y, sobre todo, valiente para tomar decisiones en la persecución de sus objetivos.
Pequeña y valiente es un eslogan que compraría una pyme. Sin embargo, los principios que inspiran tal combinación de estructura y actitud son de aplicación para cualquier empresa independientemente de su tamaño. Es decir, una multinacional también debe ser pequeña y valiente, aunque tales adjetivos parezcan reñidos con la extensión del negocio y el conservadurismo que suele anidar en las organizaciones grandes.
La agilidad y la capacidad para adaptarse con celeridad a escenarios en constante cambio son claves para la gestión de los negocios en un entorno que es digital, interactivo y global. En este contexto, el tamaño de las empresas puede ser el refugio de enormes ineficiencias. La estructura más eficaz es aquella que trenza matricialmente equipos relativamente pequeños, bien cohesionados y con objetivos claros. Las estructuras reducidas cuidan mejor los costes, identifican antes los problemas, son más cercanas y se mueven con mayor rapidez.
Una empresa grande puede optar por una estructura tipo pulpo u hormiguero. La primera se compone por una cabeza muy grande, una estructura corporativa nutrida, pesada, costosa y muy orientada a la consolidación de las cuentas de resultados de las unidades de negocio, concebidas como unos tentáculos alargados cuyo movimiento está limitado por la velocidad de la testa y ésta, a su vez, por la del conjunto.
Por contrapartida, las organizaciones que se organizan como un hormiguero también tienen una jerarquía, pero descentralizan las tareas y las responsabilidades que conllevan. De hecho, las hormigas viven en nidos que forman grandes colonias, en las que existe una gran división de trabajo entre varias castas especializadas. Las hormigas se estructuran en una red para trabajar con un método de manera coordinada, en la que los resultados son más importantes que las jerarquías, el trabajo en equipo es fluido y la supervivencia es una prioridad.
Por su dinámica de trabajo estrechamente relacionada con su ambiente, cuentan con una logística única y un sistema de comunicación muy eficaz a través de huellas químicas. En un hormiguero pueden habitar cientos de miles de hormigas; y, sin embargo, cuando dos de ellas se encuentran, les basta entrechocar sus antenas para distinguir si el contrario es de su mismo grupo o pertenece a otra población.
Las empresas, como las hormigas, deben cuidar lo pequeño y pensar en lo grande: el hormiguero y la supervivencia de la colonia, es decir, el corazón competitivo del negocio y su proyección rentable en el futuro. Para ello no basta con que estén bien organizadas, sino que tienen que tomar decisiones valientes para responder con eficacia a los desafíos del entorno.
Un ejercicio de valor es compartir el negocio con otras organizaciones, buscar aliados que te acompañen en una parte del camino, tener la flexibilidad suficiente para girar en las curvas y frenar a tiempo en los cruces que el mercado irá colocando en el trayecto.
Mérida es vista como una rebelde porque desafía las tradiciones de su pueblo y cuestiona el papel que la historia atribuye al rango de princesa. La protagonista lucha por seguir su propio camino, negándose a casarse con los pretendientes que compiten por su mano. Hoy, seguir el camino que nos trae de la vieja economía es una mera marcha atrás. Las empresas han de tener coraje suficiente para cuestionar su modelo de negocio, preguntarse cómo está impactando en él la tecnología y responder con acciones en una estrategia de prueba y error cuya palanca es el aprendizaje.
En la nueva economía digital, cuando eres valiente el menor tamaño no es un inconveniente, sino que incluso puede ser una ventaja competitiva basada en la agilidad, la velocidad de adaptación al cambio y la disposición para encontrar aliados. Siempre y cuando tengas el arrojo de admitir que el tamaño que más importa es el del mercado que eres capaz de conquistar.
Mérida tenía claro que su objetivo no era ser la futura consorte de un gran reino, sino la reina de su felicidad, y para ello prefería ser small, pero tenía que ser brave.