En todos los países, la mayoría de los ahorradores son conservadores. Priorizan la seguridad a la rentabilidad y tienen como principal objetivo la preservación del capital. Debido a ello, cuando invierten en activos financieros prefieren hacerlo en depósitos, letras del Tesoro, bonos y obligaciones que en acciones.
Nuestro país no es una excepción a la regla, tal y como lo demuestran los datos del Banco de España sobre depósitos. En abril de 2018, las familias invirtieron en dicho producto 772.274 millones de euros. De forma sorprendente, dada su comparativamente reducida remuneración, el 22,6% más de lo que lo hicieron en el mismo mes de 2008. Dos factores explican la aparente paradoja: la mayor liquidez derivada de un menor nivel de endeudamiento y una superior aversión al riesgo.
No obstante, la conservación del capital no implica necesariamente el mantenimiento del poder adquisitivo del dinero ahorrado. En una coyuntura como la actual, en la que la tasa de inflación vuelve a estar en un nivel normal (en junio se situó en el 2,3%) y el tipo de interés de la facilidad marginal de depósito continúa siendo excepcional (- 0,4%), la inversión en depósitos y letras del Tesoro está empobreciendo a los ahorradores.
En el caso de los depósitos a plazo, la rentabilidad media anual en abril alcanzó el 0,15%. Una remuneración ínfima, pero superior al tipo de interés promedio proporcionado por las letras del Tesoro a un año en su última subasta (- 0,351%). Una rentabilidad negativa, común a casi todos los países de la zona euro, que ha contribuido decisivamente a generar pérdidas en el último año en el valor de mercado de los fondos más conservadores (FIAMM).
Según Inverco, entre julio de 2017 y junio de 2018, la pérdida promedio ponderada de los FIAMM fue del 0,51%. Una rentabilidad negativa superior a la proporcionada por las letras, pues a la generada por el mercado hay que restarle la comisión obtenida por la gestora. La caída de su precio fue inferior a la observada en los fondos que invierten en la zona euro en renta fija a corto plazo (0,79%), pero superior a los que lo hacen a largo (0,44%).
En los próximos años, el precio de los fondos monetarios y de renta fija a largo plazo evolucionará de forma diferente. Los primeros muy probablemente generarán una rentabilidad positiva y los segundos negativa. Un distinto comportamiento basado en una diferente manera de determinar su valor de mercado.
Los FIAMM proporcionan más rentabilidad, y aumentan en mayor medida su precio, cuanto más elevado es el tipo de interés de la facilidad marginal de depósito. Una situación que se da en los otros cuanto más reducido es el de los bonos a 10 años. En una coyuntura financiera normal, mientras el precio de los FIAMM depende en gran medida de las decisiones del BCE, el de los de renta fija está principalmente relacionado con lo que acontece en el mercado. En otras palabras, con las expectativas de demandantes y oferentes de bonos.
Sin embargo, desde marzo de 2015, cuando el BCE empezó a comprar deuda pública y privada de la eurozona, no estamos ante un mercado estándar, sino delante de uno completamente excepcional. Una situación que finalizará el 1 de enero de 2019, día en que nuestro banco central dejará de adquirir bonos en el mercado.
A partir de dicha fecha, uno de los principales demandantes desaparecerá del mercado. Una circunstancia que hará disminuir la demanda de títulos y provocará que ésta sea menor que la oferta. Por tanto, el precio de los bonos bajará y el tipo de interés a largo plazo aumentará, debido a la relación inversa existente entre ambas variables. La reducción del valor de mercado de dichos activos generará una disminución del precio de los fondos de inversión de renta fija.
No obstante, la caída de su precio no será similar, sino que afectará en mayor medida a los que han incurrido en un mayor riesgo. En renta fija, los que más lo soportan son aquellos que poseen en su cartera activos de más larga duración. Son los fondos que más ganan cuando el mercado va bien (baja el tipo de interés a largo plazo) y los que más pierden si va mal.
En definitiva, en los próximos años, mejorará la rentabilidad nominal de los FIAMM porque subirá el tipo de interés de referencia del BCE y, con él, la facilidad marginal de depósito. No obstante, como el riesgo de perder en ellos una sustancial parte de lo invertido es casi inexistente, la rentabilidad real, aunque ya no negativa, será muy escasa.
Por el contrario, la desaparición del BCE del mercado secundario de deuda y el aumento de las expectativas de inflación generarán un sustancial incremento del tipo de interés a largo plazo. Por tanto, provocarán que numerosos fondos de inversión de renta fija entren en pérdidas anuales o incrementen la cuantía de las actuales.
Debido a ello, mi recomendación es muy clara. Si usted tiene alguno de dichos últimos fondos, lo mejor que puede hacer es venderlo. No espere a recuperar lo perdido en 2018, pues dicha pérdida puede ser una minucia respecto a la incurrida en los tres siguientes años. En la actualidad, y también en los próximos ejercicios, ser un inversor conservador no sale gratis, sino que puede costarle mucho dinero.