José Varela Ortega (Madrid, 1944) habla con fluidez y con el ánimo de convencer. Profesor, sabe cómo llegar a sus alumnos, y no tiene manías para admitir errores, para matizar y buscar aquello que se mantiene oculto en las grandes declaraciones políticas. Historiador y patrono fundador de la Fundación Ortega-Marañón, nieto de Ortega y Gasset, uno de los pensadores centrales en la historia de España, Varela Ortega lanza muchos mensajes, todos coherentes. El ánimo es el de buscar una cierta "regeneración", que no acaba de percibir, aunque ve indicios de ello en Ciudadanos, el partido de moda y con verdadero arrastre en estos momentos, por lo menos en el llamado "todo Madrid". Explica su versión del cómo hemos llegado hasta aquí, en una semana realmente sorprendente, que ha dejado al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la estacada. Le duele España, pero le duele de verdad Cataluña, con antepasados que provienen de la Seu d'Urgell (Lleida). Y señala que los catalanes "han mandado en España", y que, se diga lo que se quiera, "Cataluña nunca ha sido un territorio invadido o dependiente, más bien al contrario, Cataluña, o mejor dicho, los catalanes, son un pueblo con una historia de éxito y dominio". Pero en sus palabras hay más mensajes, más ideas, necesarias hoy en día en España. Y, por supuesto, en Cataluña. Autor de obras como Los señores del poder y la democracia en España: entre la exclusión y la integración (2013), o Una paradoja histórica: Hitler, Stalin, Roosevelt y algunas consecuencias para España de la Segunda Guerra Mundial (2004), Varela Ortega está en plena forma.

--Pregunta: ¿Qué le ha parecido la moción de censura de Pedro Sánchez, era ese el remedio posible, o unas elecciones como pedía Ciudadanos?

--Respuesta: La moción en concreto era improbable que triunfara, pero esta legislatura, tras la sentencia, ya estaba liquidada: si Rajoy no convocaba, terminarían por convocarle a él unas elecciones. La demoledora sentencia, por cierto, ha demostrado otra cosa: la independencia de la judicatura. Desde ahora va a ser difícil argumentar desde supuestos nacionalistas, en Berlín o en Bruselas, que los jueces españoles están a la orden del Gobierno. Me sorprende que no se subraye más esta evidencia.

José Varela Ortega en una conferencia / CG

José Varela Ortega en una conferencia / CG

--¿Era salvable Rajoy tras la sentencia del caso Gürtel? ¿Debía dimitir o podía llegar a acabar la legislatura?

--Desde el punto de vista de sus intereses (de poder), uno diría que el camino menos malo que tenía era disolverse él motu proprio, antes de que le disolvieran a él.

--¿Cómo se llega a esta situación de bloqueo, también en el conjunto de España, no sólo en Cataluña? ¿Es producto de esa dominación del sistema político por parte del PP y del PSOE durante tantos años, como han señalado partidos como Podemos?

--Respuesta: Yo lo veo con mis estudiantes de doctorado, y lo que entiendo es que el mundo de la transición se ha acabado. La gente da por hecho lo que significa la democracia, y cuestiones como la corrupción, que para nuestra generación pudieran ser temas menores, se considera que son fundamentales. Hay una sensibilización, que me parece muy sana, respecto a la corrupción. Y no se tolera. He visto algunas cosas disparatadas, como lo que ha ocurrido con Pablo Iglesias e Irene Montero, con una invasión de la privacidad, producto de la envidia, que yo odio, que no me gusta, por más que ellos mismos han aplicado esa pócima indeseable. Pero los casos de corrupción que se han conocido ya no se toleran, y repito que eso me parece muy sano. Ni el PP ni el PSOE, por este orden, lo han sabido ver. Aunque, desde el punto de vista económico, la corrupción mayor se ha producido en Andalucía. Lo que ha ocurrido en Andalucía es un reparto del botín: en definitiva, variantes de política clientelar. En el caso del PP lo que ha pasado es que unos políticos han robado dinero público. Desde el punto de vista político, cuando se supo lo de Luis Bárcenas, Mariano Rajoy debería haber dimitido, aunque él no fuera quien hubiera robado, era políticamente responsable. Willy Brandt no era espía soviético, pero dimitió cuando pillaron a su secretario en ello. En todos los países en los que he vivido, Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, el presidente del Gobierno hubiera dimitido. Los españoles de hoy no pueden asumir esos casos de corrupción, como no se tolera tampoco el 3% en Cataluña, aunque allí Convergència tuvo la ‘habilidad’ de cambiarse las siglas, como si no hubiera pasado nada. Lo que ha ocurrido en España, con todo eso, es que se ha roto el bipartidismo, que ha sido un factor, por otra parte, de estabilización muy importante.

--Usted, precisamente, ha defendido históricamente esas alternativas de gobierno entre dos grandes partidos.

--Sí, claro, las he defendido en un determinado contexto, en el siglo XIX, donde era un avance. En vez de cambiar los gobiernos a golpe militar, se cambiaban a base de pacto, entre los dos partidos, con un rey o reina que premiaba al partido unido. No era una democracia de masas, que entonces no existía en casi ningún país, pero era un sistema liberal estable y mucho más civilizado que la violencia política que hubo entre 1834 y 1874. Hoy, en democracia plena, lo que aquí lo que ha habido son proyectos distintos, aunque -y eso me parece importante- desde un punto de vista económico, salvo excepciones, no ha habido partidos liberales ni de derechas. En Europa estamos en un continente socialdemócrata, y la diferencia de este Gobierno con el de Rodríguez Zapatero, por ejemplo, es que este Gobierno ha sabido restar y ver qué se podía hacer y qué no con el presupuesto. Pero es así en nuestro entorno: Europa es socialdemócrata desde la II Guerra Mundial, con Churchill y Attlee. La socialdemocracia, que era característica de los países nórdicos, la adoptan los anglosajones con la crisis del 29 y la Guerra y es entonces cuando se prestigia la idea del estado de bienestar. Un sistema basado, para empezar, en energía barata y una alta reposición poblacional. Y ahora, nos encontramos con un problema de base: una pirámide de edad distorsionada, que dificulta la sostenibilidad del sistema, porque nacen pocos y nos morimos más tarde, de forma que el actual sistema de pensiones por reparto se convierte en una especie de “timo piramidal”.

--En Cataluña, ¿hemos asistido a una deslealtad o traición de los gobiernos catalanes respecto a lo que se acordó durante la transición?

--Es evidente que ha habido una traición a la Constitución y al Estatut. Gabriel Naudé lo constató hace siglos en sus consideraciones sobre los golpes de Estado: la violencia no es el elemento central de la definición. El 6 y 7 de septiembre se produce un asalto a la legalidad, claramente un golpe de Estado. El interrogante es por qué no se aplicó en ese momento el 155. El PP dice que lo tenía que pactar con el PSOE, pero eso no me vale. El PP debía haberlo aplicado y, si no podía, debía haber convocado elecciones a Cortes. Para eso se gobierna. Ha pasado siempre, hasta en Suiza, que es una federación, después de una guerra civil rápida contra los cantones católicos que se querían asociar a Austria. Y en Estados Unidos, con una guerra civil que fue el producto de un choque contra la idea de la confederación de los Estados del sur, que defendían la soberanía en los Estados por encima y contra un Estado federal unido. Ha faltado más decisión respecto a Cataluña.

José Varela Ortega / CG

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--Mariano Rajoy, ¿podía haber hecho algo antes, en los últimos años, algún acercamiento?

--Lo que queda claro, y no se refiere sólo a Rajoy, es que los gobiernos españoles debían haber estado mucho más presentes en Cataluña, desde los años de Felipe González. Todos los gobiernos, sin tapujos y sin vergüenzas, y sin complejos de culpabilidad. Y me parece que el éxito de Albert Rivera, que es catalán, español y europeo, es haber entendido eso: el afirmar sin complejos que el Estado debe estar presente. Ha habido mucho complejo, principalmente en la izquierda, que es la principal responsable de este lío.

--¿Por qué?

--Se entiende poco que una izquierda, que se supone filosóficamente internacionalista, haya apostado por cuestiones de identidad. Me parece que en el País Vasco y en Cataluña, la izquierda ha visto en las cosas tribales, identitarias y territoriales algo fascinante. Debe ser porque el lío y la calle siempre le han gustado a la izquierda, pero, desde su propia identidad filosófica es una atrocidad comulgar con ideas tan reaccionarias. ¿Cómo es posible que la izquierda, uno de cuyos principios económicos y sociales es la redistribución, por medio de impuestos progresivos, ande a vueltas con la noción de balanzas fiscales, que significa poner los territorios antes que los ciudadanos?  

--Será porque el nacionalismo fue de la mano del antifranquismo, con la izquierda.

--No le digo que no, pero eso ya pasó. Han pasado muchos años. Con Rodríguez Zapatero se produce un quiebro, con esa alianza con el tema identitario. Desde un punto de vista filosófico, es un desliz terrible para la izquierda.

--¿Cree que Zapatero rompe los consensos?

--Yo creo que sí, porque se rompe el consenso del Estatut de Sau, que se realiza con un gobierno de centro-derecha, que pide consensuarlo con la izquierda. No hay pieza constitucional que dure que no se haga por consenso. Y eso fue un error.

--¿Fue todo contra el PP?

--Sí, por eso se comete el error de decir que se aprobará todo lo que salga del Parlament. Luego hay otros errores, como es que nadie reparó en que no existía ya el recurso previo de constitucionalidad. El PP cometió uno y es que llevó el Estatut al Constitucional, tras el referéndum. Y lo único que cuentan los nacionalistas es esto último, y tienen razón, pero no cuentan la historia desde el principio, que es esa falta de consenso, sin el que no se puede hacer nada: por consenso como en 1979, el Estatut de la discordia hubiera sido el de la concordia.

José Varela Ortega / CG

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--¿Ve necesaria ya una reforma de la Constitución?

--Sí, sí, claro. Hay que reformarla, pero con consenso. Si no, sería otra vez un desastre. España no es un país extraño respecto a su entorno. Lo que pasa es que cuando se han abordado cambios de Constitución, se han hecho, históricamente, constituciones nuevas, de partido, y no reformas acordadas dentro de una Constitución consensuada.

--Pero, una reforma, ¿en qué dirección? Ciudadanos está pidiendo una cosa determinada, que no es, precisamente, la que piden los nacionalistas o Podemos.

--Es difícil, pero hay que intentarlo. Para empezar, no puede ir en la dirección de Podemos, que quiere colocar su programa político como si fueran derechos fundamentales. Estos tienen que ser pocos, y no se votan. Por eso son fundamentales. Se puede llegar a muchos pactos que mejoren y adecuen la Constitución, y que se vote por todos los españoles. Y si hay en Cataluña, País Vasco y algunos en Galicia, que quieren una confederación, que se discuta, que se ponga sobre la mesa, pero entre todos. Lo que no puede ser es trocearlo todo, porque, entonces, ¿por qué no escogemos, por ejemplo, la provincia como elemento básico, que es algo que se hizo muy bien?

--Los independentistas han llegado al 47% de los votos. ¿Pero qué ocurre si llegan un día al 70%, por ejemplo?

--Rajoy contestó bien sobre esa posible circunstancia, al decir que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español. Porque, ¿qué pasaría en Barcelona, con unos posibles resultados totalmente diferentes a los del conjunto de Cataluña? No hay un demos catalán. Pero está claro que con una mayoría tendríamos una situación nueva y habría que abordarlo. En Cataluña pasa una cosa bastante singular, en todo caso. Y es que hay un nacionalismo expansionista, que quiere extenderse por el antiguo Reino de Valencia, por Mallorca y por los condados, por Francia, y eso es complicado, y eso cualquier gobierno independentista catalán lo va a hacer, lo cual provocaría una confrontación, y una confrontación violenta. Es un caso que se podría asemejar al de Irlanda, aunque allí hay otras divisiones, como la religión. Pero en Cataluña, los nacionalistas se han acogido a cosas como 1714, que es una milonga, porque fue una guerra de sucesión, con austracistas en Madrid, con borbónicos en Cataluña. Mi apellido catalán viene de la Seu d’Urgell, de borbónicos. Nunca ha sido un territorio invadido o dependiente. Más bien, al contario. Cataluña, o mejor, los catalanes, son un pueblo con una historia de éxito y dominio, primero dentro del Reino de Aragón y luego dentro de España: ¿quién sino los catalanes han hecho la política económica española en el ochocientos y el novecientos?   

--¿Pero y el tema de la nación?

--Eso no importa nada. Lo dicen los propios nacionalistas. No importa. Lo que importa es que no ha sido nunca un territorio dependiente. Ha sido un imperio, con un arancel para el resto de España, cosa que ha durado durante 300 años. Los catalanes han sido unos señores que mandaban en España. El general Prim, catalán, lo tenía muy claro. Le cuento una anécdota. El general Nárvaez tenía un perrito, que mordía a todo el mundo. Cuando Prim se ve con Nárvaez, y el perro se abalanza, le da una patada que lo estampa contra la pared. Nárvaez se limitó a pronunciar un lacónico: “Así se hace”. Los catalanes han mandado. Es así. Mire, yo le dije una cosa a Jordi Pujol, y se enfadó mucho, y veo que el tiempo me da la razón. Le dije: “Ustedes han vivido de las rentas comerciales, han vivido bien y también nos han hecho vivir bastante bien a los demás, con aranceles, pero Cataluña ha sido un centro de progreso. Sin embargo, cuando han derivado de rentas comerciales a rentas fiscales, que es la expresión tributaria de una política de poder, no han hecho más que perder y disminuir, y me atrevo a vaticinarle que van a ir a peor. Es castellanismo viejo y apolillado en el peor sentido de la palabra, acabará destruyendo Cataluña”.

--¿Entonces?

--Si no fuera porque la inmensa mayoría del resto de España se sienten catalanes, en el sentido que no entienden su propia identidad sin Cataluña, desde un punto de vista de madrileños y valencianos lo celebrarían (el proceso independentista). No se celebra porque lo siente como algo lamentable, aunque económicamente les pueda convenir. No se ha hecho, porque es perverso, pero nos podríamos preguntar, por ejemplo, sobre qué transferencia de renta provocó ETA en los territorios limítrofes del País Vasco. Y nos daríamos cuenta que no favoreció, precisamente, a los vascos. Pues con el tema catalán, hay una transferencia de renta al resto cada vez más importante, con catalanes que compran viviendas y servicios en Madrid y Valencia. El proceso independentista ha provocado lo peor, que es el malestar cívico y la ruptura de esa buena convivencia que se tenía con y en Cataluña.