Finales de enero de 1939. Decenas de miles de barceloneses se agolpan entusiasmados en la Avenida Diagonal para aplaudir la entrada de las tropas franquistas en la Ciudad Condal. En vanguardia desfila el tercio Nuestra Señora de Montserrat. El 28 de marzo de ese mismo año, Madrid, la roja, es ocupada por las tropas nacionales después de casi tres años de cerco y bombardeos ininterrumpidos desde agosto de 1936. La represión es brutal en las dos ciudades. Muchos barceloneses han conseguido huir por la frontera francesa, antes de la llegada del General Yagüe, el llamado Carnicero de Badajoz. En Madrid tienen menos suerte, aislados y rodeados por fuerzas enemigas, pocos son los que puedan escapar.
Casi ochenta años después, en plena España democrática, las dos ciudades están gobernadas por partidos de ideología asimilable pero con alcaldesas de perfiles muy diferentes. La alcaldesa Carmena, de reconocida militancia antifranquista, exabogada de CCOO y posteriormente jueza, conoce y respeta las instituciones, sabe de su utilidad para transformar la realidad y cambiar las cosas. Colau, sin embargo, viene del mundo de los antisistema. Los primeros meses navega en la gesticulación estéril, le ha costado comprender el sentido de las instituciones y sigue sin asumir que Barcelona no le cabe en la cabeza.
Hoy, la Barcelona metropolitana y mediterránea, vive sumida en el desconcierto, carece de proyecto estratégico, tiene dificultades para aprovechar las oportunidades que una economía global ofrece para la atracción de talento y la generación de riqueza e innovación. Obsesionada por una memoria histórica selectiva, Barcelona aparece acomplejada y aldeana. Barcelona debe mantener su identidad, mezcla inteligente de diferentes actividades: turismo, ciencia y conocimiento, start-ups digitales, cultura abierta y cosmopolita, tolerancia, mestizaje... Barcelona debe emitir señales que permitan recuperar la confianza de los inversores y de sus millones de visitantes.
Madrid, capital de España, plagada de contradicciones, en muchos casos desorientada. Asiste perpleja, en el gobierno de la Comunidad, al suicidio de una derecha corrupta y anclada en el pasado del Madrid "cheli". Una vez más, en la capital se libra la batalla por la regeneración y modernización de España. Sede de importantes multinacionales y de las principales ingenierías y concesionarias de obras públicas del mundo. Centro logístico de primer orden, capital financiera que concentra la mayor parte del flujo inversor global de España con el exterior. Durante los gobiernos de Felipe González, ejerció una cierta capitalidad política de Latinoamérica, pero los gobiernos del PP abortaron su continuidad.
A Madrid le agrada ser europea, la ciudad ha descubierto su europeidad. La Barcelona de Colau, asaltada por sus tabúes identitarios, laboratorio de experiencias trasnochadas ancladas en el pasado, se aleja de la modernidad.
El alcalde Pasqual Maragall, una vez más adelantándose a su tiempo, propuso el reconocimiento de la bicapitalidad de Barcelona en España, una propuesta sin duda sugerente. Unos años más tarde Ramón Tamames aboga por una posible enmienda constitucional que podría propiciar esta bicapitalidad para una mejor articulación de Cataluña con el resto del Estado. Barcelona no puede ni debe renunciar a liderar de nuevo los grandes proyectos económicos en España. En los momentos actuales la propuesta puede parecer una quimera pero nunca se debe renunciar a la utopía.
Hoy, la Cataluña excluyente del president Torra, renuncia desde su sectarismo identitario a participar en un nuevo proyecto de España. Solo desde una Barcelona Región Metropolitana se podrá plantar cara al secesionismo supremacista y recuperar la esperanza de la "Catalunya de tots", que pueda incorporarse a un proyecto de modernización compartido. Madrid debería liderar la regeneración de España y facilitar la colaboración catalana en el proyecto común
La competencia Madrid-Barcelona es estimulante, reactiva y libera energías. Al mismo tiempo, la colaboración institucional y las relaciones fraternales generan importantes sinergias. Juntos siempre nos ha ido mejor.