Hoy no pienso extenderme. Toca hacer un llamamiento a la dignidad y actuar en consecuencia.
Un racista xenófobo, además de cómplice y testaferro declarado de un presunto delincuente, no tiene cabida como presidente de la Generalitat. Por dignidad, ningún diputado, incluidos los independentistas que no se consideren racistas, debería participar, ni votando que no, en la elección de Torra.
Por tanto, toda la oposición y los independentistas decentes deberían ausentarse del Parlament en el momento de la votación. Y, si consigue los votos, el Gobierno debería plantearse no sólo mantener el 155 sino incluso ampliarlo, y el Rey estudiar las posibilidades de no proceder a firmar el decreto de nombramiento.
El independentismo, al menos los que deciden, quieren el conflicto. No caben paños calientes. Dar a este personaje el poder sobre un presupuesto como el de la Generalitat y el mando sobre 17.000 policías armados sólo puede ser calificado de desvarío culpable.
Torra no restablece la normalidad. Al contrario, exacerba el conflicto. Quiere el choque de trenes, el conflicto abierto. Regalarle los instrumentos para hacer realidad sus desvaríos sería, además de suicida, convertirse en cómplice. Torra es un personaje indigno. No participar en convertirle en presidente es un acto de dignidad.