¿Recuerdan cómo llegó Esperanza Aguirre a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid? Seguro que sí. Con el Tamayazo. Esto es: con la compra de dos diputados del PSOE --que no socialistas, que no es los mismo--. Pura mafia. Entonces y ahora. Porque sigue manejando el poder en Madrid y poniendo y quitando presidentes a su antojo. A su interés. Y Mariano y el PP como que no pasa nada. O pasa lo que ellos quieren, vaya usted a saber. Con el servicio de algunos mandos policiales pringados hasta las orejas por servirles. Las cloacas al servicio del PP. ¿Los ciudadanos? Que les den. O “que se jodan”, como escupe la mano derecha del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en temas de comunicación. Hasta ahí se ha llegado. ¡Qué vergüenza! Pero sin vídeo no dimite nadie. Otra vergüenza.
Madrid lleva una etapa muy larga bajo el control del PP. Tal vez demasiado para lo que requiere una sociedad moderna y una sociedad democrática donde el relevo en el poder es necesario para evitar que la permanencia signifique posesión del poder. Posesión de la silla de decisión en todos sus niveles y sus sectores. La democracia exige relevo en los dirigentes y en el partido. En Madrid no lo ha habido. El mismo partido y los mismos dirigentes en sucesivos cargos. De ahí la corrupción. Cuatro presidentes, cuatro imputados por distintos delitos. Y lo que queda por salir. A Esperanza Aguirre, metida en el caso Gürtel, la fiscalía Anticorrupción ratifica que el PP financió ilegalmente las campañas electorales de Aguirre en 2003, el año del Tamayazo, y también en 2004. Casualidad. Alberto Ruiz Gallardón está investigado por el caso Lezo, o sea, desfalco del Canal de Isabel II. Todavía no se menciona a la M-30. Ya llegará. Ignacio González ya echó un vistazo a la cárcel acusado por el caso Lezo y está investigado por seis delitos en el caso Púnica. Casualidad. Se repiten los casos. Con Cristina Cifuentes pesa el máster, el vídeo de los tubos de crema, otros vídeos más picantes y las acusaciones de Granados sobre su conocimiento del caso Púnica. Otra casualidad.
Acusaciones de unos contra otros. Siempre los mismos. Claro, pasan del partido a la comunidad y de ésta vuelven a Génova, sede del partido. Entre todos se reparten los casos, la corrupción y el poder. Siempre los mismos y siempre designados por los ciudadanos. ¿Cómo? Ah, no. Quería decir por el dedo democrático del jefe Rajoy. Eso es democracia, sí señor. Todo revuelto y el que abra la boca queda fulminado. Eso sí, a cámara lenta, para que lo disfruten sus amigos. Pues ahora, el dedo democrático de Mariano a designado el sucesor, un tal Garrido, que lleva metido en el cubo desde los tiempos de Aguirre. ¿Se habrá enterado de algo? Bueno, para un año, mejor tapar y obedecer al dedo que lo ha designado sucesor. Porque también ha elegido a otro nuevo al mando del partido en Madrid, Pío García Escudero. ¿De qué me suena? De viejos tiempos de los papeles de Bárcenas y el caso Gürtel o algo parecido. ¡Ah!, disculpen, ya estaba cuando Aguirre. Ya estuvo al frente del partido y presidió Fundescam. Si quieren saber de sus cuentas, dijo Aguirre, “pregunten a Pío, Pío, Pío”. Esto es la renovación del PP de Madrid. Bravo por Mariano y su dedo.
Pues ésta es la renovación del Partido Popular de Madrid. Con el tema de Cataluña se tapa todo en Madrid. No pasa nada si se soborna a diputados. Pero no me hablen de democracia directa. Eso no existe. Existe el dedo de Mariano. El Tamayazo lo tapó el fiscal general del Estado Jesús Cardenal, elegido a dedo por Aznar. Y tapado también quedó por los medios de comunicación que obedecían al PP y al PSOE. Se olvidó el tema. A seguir en la silla y llevarnos lo que podamos, que es lo importante. Fue la punta del iceberg de un sistema podrido mantenido por dos grupos mafiosos. Seguir.
Del Tamayazo pasamos a las cremas faciales de Cristina. La que iba a hacer limpieza. Pues la han limpiado a ella. Todo sigue igual o peor, porque ya huele demasiado. Si limpiar fue el encargo de Mariano, no se ha conseguido. La presidenta ha sido la última víctima de la mafia madrileña, a pesar de sus méritos, que tiene muchos. Los intereses particulares han obtenido recompensa. A Mariano le da igual, mientras él permanezca y su dedo siga dirigiendo la democracia.