Elíjase un político. Que sea ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Que haya sido elegido al menos un par de veces para ocupar la plaza de regidor de una capital de provincias de postín. Hágasele ministro de Fomento. Resultado: Íñigo de la Serna Hernáiz. Una bomba de relojería.
Dicen que gobernar consiste en establecer prioridades, gestionando recursos escasos, pero la política es también --lo decía Maquiavelo y nadie le ha llevado la contraria hasta ahora-- el arte de tomar el poder, de conservarlo y utilizarlo y para ello el florentino que nunca pasa de moda le recuerda al príncipe sabio que lo importante es que sus ciudadanos, siempre y en cualquier circunstancia, tengan necesidad del Estado y de él; de la misma manera que le recomienda mantener al pueblo satisfecho a la par que contento.
Algo debe haber aprendido de Maquiavelo el ministro de Fomento que consiguió renovar su mandato como alcalde por tres ocasiones, y todo indica que no está dispuesto a pasar por el otrora Ministerio de Obras Públicas sin dejar huella y mucho menos entre sus paisanos.
No han de pasar muchas semanas sin que el ministro de Fomento aparezca ante la opinión pública para anunciar que el tren de alta velocidad a Santander va a ser una realidad, tan cierta como urgente, aunque al día de la fecha no se hayan aprobado los Presupuestos Generales del Estado, ni se conozcan las prioridades por las que el ferrocarril a Cantabria sea más perentorio que el corredor del Mediterráneo, la línea de alta velocidad a Extremadura o el "tren de altas prestaciones" a Granada, por citar tres casos que aparecen un día sí y otro también en los medios de comunicación. De la densidad de población de la región, mejor lo dejamos para otro momento, ya que Cantabria es la región menos poblada de España, tras La Rioja. Ceuta y Melilla no cuentan a estos efectos.
Si todas las comunidades autónomas exigieran al ministro De la Serna similar trato que el que se va a dar a su tierra de origen, Cantabria, haría falta dos presupuestos generales del Estado para intentar dar respuesta a sus demandas
Lo cierto es que tener un ministro en el Gobierno, máxime si es de Fomento, es un chollo para el territorio que vio nacer al político ya que tiene asegurado un buen pellizco presupuestario que no es cosa menor. Sigue así la tradición muy integrada en la forma de entender el ejercicio de gobierno en España y que tiene en un excolega como el asturiano Álvarez Cascos un digno precursor.
Aunque con datos y cifras no del todo coincidentes, las inversiones del Ministerio de Fomento en infraestructuras ascendieron en 2017 a 7.540 millones de euros, lo que suponía un descenso del 20,6% respecto a las presupuestadas en 2016, según reflejaba el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado presentados en su momento en el Congreso.
En la confusa presentación del desglose de esos presupuestos de 2017, el ministro De la Serna, de Fomento invertiría cifras y porcentajes, señalando que las inversiones totales del Grupo Fomento en 2017 ascendían a 8.969 millones de euros, lo que suponía un crecimiento del 45% respecto de las inversiones totales ejecutadas en 2016.
Quédese el lector con el dato que mejor le parezca. Los dos son oficiales.
De este último presupuesto de inversiones, 809 millones, el 9 % del total, se destinaban a transporte aéreo; 4.471 millones, al ferrocarril (49,9 %); 2.121 millones, a carreteras (23,7 %); repartiéndose el resto entre puertos, seguridad marítima y vivienda.
Con estas cifras y con las que están por venir, el exalcalde de Santander y actual ministro del Reino de España lleva más de un año regando su jardín cántabro --¡manguerazo va, manguerazo viene!-- con proyectos tramitados muchos de ellos por la vía de urgencia, entre los que cabría citar --además de la línea férrea Palencia- Santander y otras obras de integración ferroviaria en la capital-- un plan ferroviario de cercanías; la ampliación de la A-8 entre Solares y el límite fronterizo de esta comunidad con Vizcaya; la construcción de un tercer carril de la autovía A-67 entre Polanco e Igollo de Camargo; actuaciones portuarias; la ampliación del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo, y la rehabilitación integral de la biblioteca de Marcelino Menéndez Pelayo y del Palacio de Cortiguera. ¿Hay quien de más?
Si todas las comunidades autónomas exigieran al ministro similar trato que el que se va a dar a su tierra de origen, haría falta dos presupuestos generales del Estado para intentar dar respuesta a sus demandas. Y, que conste, nadie osa poner en duda las necesidades que tiene Cantabria de infraestructuras, lo que se discute es la forma de priorizar y gestionar los recursos que son --siempre lo son-- escasos.