Democracia, libertad, libertad de expresión o respeto a la intimidad son valores con un amplísimo consenso en el mundo posterior a la Ilustración, en el espacio geopolítico que, para entendernos, aunque de modo reduccionista, llamamos Occidente. Pero en la Cataluña actual, donde la polarización y el combate político priman sobre cualquier otra cosa, donde se ha perdido el consenso básico, donde la información se ha convertido en propaganda, estos valores están en crisis. Si benefician a unos, son buenos y hay que defenderlos; si, en cambio, dan ventaja a los otros, hay que denunciarlos y abrazar sus contrarios.
Son múltiples los ejemplos en que uno y otro bando utilizan cuando conviene contra los rivales los mismos argumentos que les habían reprochado. Hace unos años, pero cuando ya se había iniciado el proceso soberanista, el expresidente del Gobierno Felipe González hizo en un artículo una alusión en la que refería levemente la situación en Cataluña --ni siquiera la comparaba-- a la Alemania y la Italia de los años 30 del siglo pasado. Gran escándalo, estrepitoso rasgado de vestiduras: ¡nos comparan con los nazis, qué vergüenza, nos odian, siempre hemos dicho que el PP y el PSOE son lo mismo, lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas!, etcétera, etcétera.
Podemos pedir un boicot a los productos alemanes, mientras descalificamos a quienes promueven el boicot a los productos catalanes
Ahora, hace diez días, bastó que el empresario alemán Karl Jacobi pidiera --exageradamente, sin duda-- en una reunión con el presidente del Parlament, Roger Torrent, que los líderes del procés acaben en la cárcel por su responsabilidad en la inestabilidad política y la inseguridad jurídica, para que le hayan llamado nazi no solo los trols de las redes sociales sino desde periodistas a historiadores y economistas. Xavier Sala Martín sugirió incluso un boicot a los productos alemanes. Otro ejemplo de la doble moral: podemos pedir un boicot a los productos alemanes, mientras descalificamos a quienes promueven el boicot a los productos catalanes.
De todas formas, lo de tirarse el calificativo de nazi a la cabeza no es ninguna novedad. Está a la orden del día. El republicano Joan Tardà ya fue un precursor la primera vez que los empresarios alemanes asentados en Cataluña mostraron su preocupación por el desarrollo del proceso hacia la independencia.
Otro ejemplo del doble rasero lo tenemos en las reacciones a las filtraciones que violan la intimidad. Si el violado es Mariano Rajoy y se publican sus sms a Luis Bárcenas, gran jolgorio. Ni se pone en duda si la difusión es admisible porque entonces prima, lógicamente, el interés político e informativo. Ahora bien, si la intimidad violada es la de Toni Comín y se publican sus mensajes a Carles Puigdemont, entonces los guardianes de la moral miran el dedo en lugar de la Luna y denuncian que es una intromisión en la intimidad, sin tener en cuenta el interés político e informativo.
¿Pero no habíamos quedado en que aquí éramos los mejores y todo el procés era para distanciarnos y ser diferentes de ellos?
El último caso es el de la conversación del dirigente de ERC Lluís Salvadó en la que bromeaba sobre la elección de consellera de Enseñanza y sugería que debía ser la de “las tetas más gordas”. Aquí han salido en tropel, desde Pilar Rahola hasta Toni Soler pasando por Enric Vila, Bernat Dedéu, Eduard Voltas y Empar Moliner. ¡La Guardia Civil filtra la charla para destruir a Salvadó! ¡Qué escándalo! El machismo de la frase y de las chanzas sobre las rumanas y la esposa de Puigdemont no tienen ninguna importancia, al contrario. La malvada Guardia Civil o el no menos malvado aparato judicial las han utilizado para difundirlas al día siguiente de la movilización feminista del 8M, dicen. Y Salvadó sigue en sus cargos después de que ERC le abriera un expediente como dicen que Napoleón creaba comisiones: para enterrar los temas.
¿Que en el otro lado hacen lo mismo? ¿Que la caverna madrileña y no solo la caverna actúa igual? Claro. ¿Pero no habíamos quedado en que aquí éramos los mejores y todo el procés era para distanciarnos y ser diferentes de ellos? Menos lecciones y menos lobos, Caperucita.