Cuando han transcurrido ya más de cuatro años desde que el Senado aprobara la Ley Reguladora del Factor de Sostenibilidad y del Índice de Revalorización del Sistema de Pensiones de la Seguridad Social, alguien ha caído en la cuenta de que la pensiones venden y ha decidido tirar por la calle de en medio sacando a los pensionistas a la calle como arma arrojadiza electoral contra no se sabe muy bien quién, si contra el actual gobierno o contra la lógica y el sentido común.
Ni Pacto de Toledo ni gaitas. Los pensionistas suman más de nueve millones y alguien, posiblemente Podemos, sus confluencias y sus influencias, en forma de PSOE y también de Ciudadanos, piensan que se puede sacar rentabilidad electoral a corto plazo con discursos tan vacuos como falsos, tomando como base del discurso un posible aumento de las pensiones.
¿Qué pensionista va a decir que no a que le suban las pensiones? Parece ser el eje argumental, en forma de pregunta, de los partidos políticos que se prestan a este juego. El papel lo aguanta todo y reunir a unos miles de jubilados y hacerles creer que el futuro de España y de las pensiones pasa por ellos es algo que está al alcance de cualquiera, aunque nadie de los proponentes haya sido capaz de construir un argumento sobre cómo se piensa aumentar las pensiones, más allá del discurso cansino que apunta a que ello es posible incrementando la presión fiscal sobre los ricos.
Esta clase política que nos representa parece tener bula para utilizar todo tipo de falaces consignas, al más puro estilo del agitprop, sin que nadie les pida responsabilidades por ello. Ninguno de los que se oponen al actual sistema de pensiones ha sido capaz de construir un pensamiento razonable sobre el actual sistema de pensiones y su viabilidad futura. Les da igual el proceso demográfico en el que se encuentra la población española; les da igual la tasa de reposición de las actuales pensiones; les da igual si es posible o no subir las cotizaciones sociales o los impuestos generales para hacer frente al problema de las pensiones; les da igual si la sostenibilidad financiera del sistema actual de pensiones se restauraría creando suficiente empleo aunque sea de baja calidad; les da igual si la solución pasa aumentando salarios. Les da igual absolutamente todo.
Ninguno de los que se oponen al actual sistema de pensiones ha sido capaz de construir un pensamiento razonable sobre el actual sistema de pensiones y su viabilidad futura
Mientras tanto, han calentado a los medios de comunicación que es de lo que se trata, muchos de los cuales solo buscan actuar de altavoz aunque sea altavoz de inconsistencias. Otros, elaboran y distribuyen estudios e informes que dejan al aire la precariedad del sistema de pensiones y ofrecen soluciones, lo que permite, al menos, el debate y el intercambio de propuestas y modelos.
Pero a quienes han sacado a unos miles de pensionistas a la calle las soluciones y los diferentes propuestas de soluciones se la bufa. No se trata de eso, sino de ir al lio.
La solución no pasa por prometer soluciones irreales o incoherentes sino de profundizar en las reformas que el Pacto de Toledo tiene sobre la mesa y que, por cierto, todas tienen un único objetivo: reducir la tasa de sustitución o de reemplazo de las pensiones.
No hay soluciones simples y todas ellas son de común conocimiento, salvo en el ámbito de los partidos políticos incapaces de estructurar una solución coherente y que vaya algo mas allá que la utilización de pensionistas de su entorno como arma electoral.
De lo que se trata, es de conseguir llegar al pleno empleo, de eliminar la precariedad laboral para aumentar la tasa de fecundidad, de mejorar la educación para aumentar la tasa de crecimiento de la productividad y de aumentar, en definitiva, los ingresos del sistema de pensiones. De cambiar el modelo.
A partir de ahí, el debate deberá buscar cómo llevar a cabo todas esas reformas de forma y manera que el poder adquisitivo de los pensionistas a lo largo del periodo de jubilación no se vea sustancialmente mermado.
Mientras todo eso llega, oportunistas y cantamañanas, abstenerse.