Una vez más nos sorprende --o ya no-- el expresident de la Generalitat, que si bien un día nos dice que está dispuesto a ser investido sin estar presente y en contra de los informes de los letrados del Parlament --que han considerado que el reglamento hace imprescindible la asistencia al pleno de los protagonistas del debate de investidura, concluyendo que deberá hacerse sin ningún medio interpuesto ni sustitución de la persona que ha de ser el principal protagonista--, al día siguiente nos deja caer, subliminalmente a través de su cuenta de Twitter, que se presentará en el Parlament, para tomar posesión.
Y es que el expresident ya no recuerda sus propias manifestaciones cuando llegó de rebote a la presidencia de Cataluña aquel 10 de enero de 2016 y manifestó que permanecería únicamente los 18 meses que tenía por delante en su legislatura, por cuanto su intención era limitar su mandato a una etapa de transición. Parece que le ha cogido el gustillo al poder.
A pocos días de haber superado el aniversario de la primera investidura del señor Puigdemont, Cataluña se vuelve a encontrar en una encrucijada, cada vez más difícil de digerir y más propia de un culebrón de telenovela. No hay día en que Luis Alfredo Gilberto no nos venga con un notición.
El señor Puigdemont ha realizado ya su preceptiva promesa para poder ser candidato de cumplir la Constitución y el Estatut, eso sí, apostillando que piensa seguir cometiendo el delito por el que viene siendo imputado y por el que se le espera recibir declaración algún día por parte del magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena. Y es que el expresident no ha querido ceñirse a la fórmula usada por los otros candidatos que se encuentran en prisión, sino que ha tenido que añadir --para dejar clara su determinación-- que lo hace "por imperativo legal" y para seguir la voluntad del pueblo de Cataluña. Pero el pueblo de Cataluña en realidad a quien más ha votado en una convocatoria seria, bajo el concepto no demagógico sino también serio de democracia, no fue a Junts per Catalunya ni a ERC, sino a Ciudadanos. Pueblo de Cataluña que ha salido a las calles a reivindicar su derecho a permanecer en el Estado español y en la Unión Europea, aunque a algunos les pueda parecer una locura, incluyendo al mismo señor Puigdemont que durante unas horas propuso salir de la UE, patinazo que luego corrigió. Pueblo de Cataluña que no piensa tanto en pasar a una república como en permanecer en una monarquía parlamentaria.
El expresident parece que oye pero no quiere escuchar a una parte del pueblo catalán
Sin embargo, el expresident parece que oye pero no quiere escuchar a esta parte del pueblo catalán. El expresident parece olvidar que ningún pueblo que se precie quiere que se le gobierne por Skype, por plasma o en cualquier caso sin asumir las consecuencias de los actos que ha desarrollado mientras sus socios están en prisión. Que ningún pueblo que se precie quiere que su máximo representante se salte la ley, dado que la misma otorga una seguridad jurídica que es imprescindible en cualquier forma de convivencia, salvo que seamos una banda organizada, en cuyo caso, y aun así, es necesario el establecimiento de un nuevo código inviolable. Que tampoco ningún pueblo que se precie quiere a un president que vaya de mártir; bueno, al menos eso sería lo deseable.
La comisión de delitos por parte del expresident parece que se continúan produciendo. El delito de sedición sigue siendo, presuntamente, o, más bien, posiblemente --habrá que esperar a la instrucción de la causa--, cometido por el expresident fugado de la justicia. Y posiblemente el de malversación de caudales públicos también. Hay informes policiales que así lo recogen y que ya forman parte del sumario del Supremo, pero todo esto es justificable desde el prisma de algunos. No obstante, lo cierto es que no hay circunstancia que justifique la comisión de un delito y menos aún por parte de un responsable político, que además invierte dinero en estudiar cómo entrar en España saltándose los controles y fronteras para llegar al Parlament y continuar desatendiendo sus obligaciones. El ojo por ojo y diente por diente debió quedar ya en el recuerdo de la historia. Pero lamentablemente, visto lo visto, nos podemos esperar cualquier cosa.