A finales de la pasada semana un amigo me envió un WhatsApp con una caricatura de un barco negrero explicando que el origen del Black Friday era un viernes negro con la oferta de que ese día el precio de un esclavo era la mitad. El objetivo era criticar la importación de ese producto ajeno a nuestra cultura.
Arturo Pérez-Reverte escribió un tuit cañero calificando de gilipollas a esta moda de bautizarlo todo en inglés. El escritor es demasiado inteligente para ser nacionalista, pero no le importa llamar gilipollas al que lo sea. Además, como es miembro de la Real Academia Española, tiene la obligación nominal de hacerlo.
En mi página de Facebook colgué la caricatura y durante las tres horas siguientes recibí mucho Me gusta, pero un amigo virtual me dijo que lo había colgado y lo había quitado porque la historia que contaba era falsa, e inmediatamente la eliminé.
Había tropezado en la piedra que todos tropezamos: creemos lo que deseamos escuchar, y como a mí no me gusta ver expresiones inglesas de uso común en España, aproveché la ocasión como un acto reflejo que me sirve para reflexionar lo que hoy quiero explicar.
Creo que a los que me leen les gusta la política, de lo contrario serían masoquistas. Una mayoría vio la noche domingo la entrevista de Jordi Évole al telonero Joan Manel Serrat, en La Sexta; y luego el vis a vis entre ZP y el defenestrado Menos.
La radicalización de la política catalana hace que la gente sólo tenga oídos para escuchar lo que quiere oír, y escuchar al enemigo cuando mete la pata
Estoy seguro de que, al cabo de una hora, los que estaban con el planteamiento del socialista, consideraban que ZP había ganado a los puntos, mientras que los seguidores del Menos Astut creerían que el separatista se había llevado el gato al agua por ese error tan grave y común de creer lo que se desea escuchar. Yo, que no soy de Zapatero porque le culpo de una parte de este desastre que nos está pasando...
La radicalización de la política catalana hace que la gente sólo tenga oídos para escuchar lo que quiere oír, y escuchar al enemigo cuando mete la pata, como Marta Rovira la metió hasta el fondo diciendo que los orcos del Estado querían sangre con bandera falsa, que puntualizó los cupaires; y Albiol, que quería intervenir TV3 para que hubiera gente normal. Al menos, Albiol aclaró la metedura, pero la Rovira ni eso.
Esto es: los indepes seguirán diciendo que el candidato popular es bobo de remate, y que la Marta ha conseguido lo que ella misma repite: que, si sus palabras han servido para comprometer al Estado con no hacer sangre, se da por satisfecha. Que da por acertadas sus palabras porque lo que importa es el objetivo no los medios... Insulta nuestra inteligencia ¡Nos toma por tontos!
La fe del carbonero demuestra que la política institucional en Cataluña ha salido del Palau de la plaza de Sant Jaume y del Parlament, y ha entrado en los templos. Es una cuestión de fe, de creencia religiosa, con la que, afortunadamente, no todos los sacerdotes comulgan...