Hablaré de la campaña electoral, de lo que hace tres años se hizo en el Reino Unido para evitar la independencia de Escocia, que estaba tan movilizada como nuestros indepes, pero trasladándolo la realidad catalana. Antes, no obstante, quiero hacer una aclaración que repetiré las veces que haga falta porque el discurso de la mentira es el de los separatas.

En ninguna democracia existen presos políticos. España es una democracia plena, y no los tiene. Por eso forma parte de la UE. Desgraciadamente, tiene políticos presos pero no por sus ideas sino porque han cometido actos ilegales previamente advertidos por los tribunales. Han cometido el delito de un golpe a la Constitución tipificado como sedición. Un golpe fracasado, porque si hubiera triunfado el delito no se podría castigar, ya que los que lo han realizado hubieran pasado a gobernar la abortada república.

El delito aún no ha sido juzgado pero es evidente que ha sido cometido porque llevaban tiempo anunciando que lo iban a cometer. Nadie les puede culpar de que han incumplido su palabra.

Los partidos constitucionalistas irán separados porque juntos no suman sino que restan. Ningún votante socialista va a votar a un político del PP. La izquierda y la derecha se repelen

Dicho esto, que se debe tener en cuenta como previa, detallaré un póker de ideas para ganar a los indepes: los partidos constitucionalistas irán separados porque juntos no suman sino que restan. Ningún votante socialista va a votar a un político del PP. La izquierda y la derecha se repelen. En esto hay coincidencia.

Los indepes denuncian que estas elecciones son ilegítimas pero se presentan. Con ello demuestran la falacia de su argumentario. No tienen un pelo de tontos, van a presentarse aunque tengan a sus líderes en el exilio o en la cárcel. Esta situación de presentarse como víctimas es excepcional por eso la campaña en contra también debe serlo.

En el bloque estelado hay dos facciones que tiene que ver más con la psicología que con la ideología. Unos (el 20% aprox.) son separatas irreductibles. Lo tienen en la médula. Son capaces de sacrificar su hacienda por esa idea. Es la mística nacionalista. El resto de los devotos a esta fe política sufren una inflamación: la separatitis. Creen, han sido engañados, que con la independencia se evaporarán todos los males y que, por arte de birlibirloque, Cataluña se convertirá en la Holanda del Mediterráneo.

Para los indepes que lo llevan en la médula, si Cataluña no se convierte en Holanda será por culpa de la madrastra España que tiene en Madrid la capital de los horcos. Como esa idea la tienen instalada en la segunda capa de la mente, la mamífera, son irrecuperables.

Sí lo son los aquejados de separatitis, cuando vean los efectos negativos: la fuga de empresas, que empieza con el cambio de sede social. Recesión. Paro. Pero no sólo las repercusiones económicas sino también deportivas: la advertencia de todas las federaciones deportivas de que los clubes catalanes deberían abandonar las competiciones nacionales. Sin posibilidad de incorporarse a la de otros Estados, porque toda Europa es una piña contra la apertura de la caja de Pandora...

Como ocurrió en el Reino Unido, la defensa de España más efectiva debe venir de la mano de personalidades de prestigio del mundo de la cultura, las artes, el deporte, el espectáculo...

La defensa de España más efectiva no tiene que venir de la mano de los políticos, que deben administrarla. Los indepes son refractarios a su discurso (oirán mejor a los lideres europeos que lleven los tres partidos constitucionalistas). Debe acudirse a personalidades de prestigio del mundo de la cultura, las artes, el deporte y el espectáculo: Serrat y Sabina, Jarabe de Palo y Poveda, Zafón y Cercas, Mendoza y Marsé, Concha Velasco y Osborne, Iniesta y Messi... De todos los ámbitos y que al menos la mitad sean catalanes. Eso se hizo en el Reino Unido. No deben aparecer como representantes de ninguna corriente política sino defensores de las relaciones fraternales que deben continuar existiendo en España.

Un llamamiento contundente a evitar el boicot a los productos catalanes porque eso produce desafección y agrieta las relaciones humanas.

Una parte importante de haber llegado a esta situación es por el silencio empresarial. Deberían haber sido los primeros interesados en evitar que los políticos irresponsables nos hayan llevado al precipicio. Los empresarios nunca quieran enfrentarse a las autoridades.

También tenemos aprender de los otros: cada vez han montado las elecciones con el eco de las grandes movilizaciones de la Diada. Este sábado preparan una buena, gracias a lo cual el discurso es que ellos son Cataluña. Las manifestaciones del 8 y 29 de octubre han invalidado esta percepción. Pero antes de que se abra la campaña, Societat Civil Catalana debe convocar un domingo a las doce del mediodía otra para demostrar que Cataluña no es una, y que durante la campaña esas decenas de miles de banderas sean colocadas en los balcones...

Y lo que no se puede copiar: ¡Sobran las mentiras!