A la "proclamación" de la denominada República catalana, el presidente Rajoy responde con la disolución del Parlament y convoca elecciones para el 21 de diciembre. Cataluña ha sido conducida por el president Puigdemont y su Govern secesionista, con la inestimable ayuda de la CUP, al borde del abismo. Pero sin duda ha sido Barcelona quien ha sufrido más directamente las consecuencias de esta pirueta suicida. La alcaldesa de Barcelona deberá abandonar su intensa agenda política de mediadora y "componedora" exclusivamente dedicada al procés y centrarse en los verdaderos problemas que acucian a nuestra ciudad. Durante todo este tiempo de amenaza permanente del Govern de la Generalitat de aplicación de la DUI, la alcaldesa Colau no ha sido consciente del daño que ha causado a Barcelona la ambigüedad de su posicionamiento.
La industria turística, uno de los principales motores económicos de la ciudad, está sufriendo el impacto negativo derivado de la cancelación de reservas y actividades turísticas que están provocando caídas de más de un 20% en la actividad económica barcelonesa. A ello contribuye la actitud poco receptiva de la alcaldía en relación a la actividad de cruceros, esta ha descendido un 6,8% en agosto con relación al mismo mes del año anterior, y los acontecimientos de septiembre y octubre pueden incidir aun más negativamente sobre un sector especialmente sensible a determinadas situaciones.
Durante todo este tiempo de amenaza permanente del Govern de la Generalitat de aplicación de la DUI, la alcaldesa Colau no ha sido consciente del daño que ha causado a Barcelona la ambigüedad de su posicionamiento
La dinámica suicida del procés ha puesto en peligro la colaboración con el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en el mantenimiento de potentes infraestructuras científicas compartidas como son el sincrotrón Alba y el supercomputador Mare Nostrum, que afectan directamente al potencial investigador de la capital catalana. Asimismo la salida de Europa dejaría sin fondos a los proyectos de la agencia Fusion for Energy, dotados de unos 6.600 millones de euros en contratos para el proyecto ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), la continuidad del Mobile World Congress, la elección como sede de la Agencia Europea de Medicamentos... Son algunos ejemplos de los riesgos asumidos por la sinrazón secesionista a la que la alcaldesa manifiesta en ocasiones una velada comprensión.
Barcelona es especialmente sensible a la marcha de centenares de empresas que, aunque inicialmente solo han trasladado su sede social y fiscal, lo que ya ha implicado una importante fuga de capital humano cualificado, podría suponer un no retorno al encontrar en sus nuevas ubicaciones atractivas ventajas fiscales. La fortaleza económica de la ciudad procede del sector servicios, uno de los más afectados por los efectos negativos del procés, lo que incide directamente sobre las condiciones laborales de un amplio colectivo de trabajadores que reivindica desde hace tiempo mejoras en sus condiciones salariales y de trabajo.
Barcelona debe emitir señales que permitan recuperar la confianza de los inversores y de sus millones de visitantes
Necesitamos un ayuntamiento que abandone su discurso populista y tenga como principal preocupación la creación de riqueza, motor de la generación de empleo y de lucha contra la desigualdad. Que no se enrede en conflictos laborales como el del metro, ingenuamente gestionado, teniendo que negociar con sindicatos antisistema que en su día potenciaron. Barcelona no puede ser un anacronismo en las metrópolis europea ni puede ser la capital de la revuelta de un movimiento secesionista que Nicolás Sartorius, cofundador de CCOO y militante histórico del PCE, ha calificado como "insolidario y reaccionario".
Barcelona necesita recuperar un modelo de ciudad centrado en una gestión moderna que atraiga inversiones, genere riqueza y cree empleo. Mantener una identidad, que sea una mezcla inteligente de diferentes actividades: turismo, conocimiento, start-ups, cultura abierta y cosmopolita alejada del rancio nacionalismo, tolerancia, mestizaje... Barcelona debe emitir señales que permitan recuperar la confianza de los inversores y de sus millones de visitantes. Como ha dicho Jordi Hereu, uno de los mejores alcaldes que ha tenido Barcelona, nuestra ciudad corre el riesgo de convertirse en un "ente imprevisible, inseguro e inestable". ¡Alcaldesa, de usted depende que eso no ocurra!