A raíz de hacerse público el informe de Josep Abad i Sentís sobre la memoria histórica en el nomenclátor de las calles de Sabadell, los lamentos, críticas o asombros se han multiplicado por doquier. He recibido varios mensajes de historiadores castellanos y andaluces en el que se sorprenden de que se haya propuesto quitar a Antonio Machado de en medio. La lectura de titulares es lo que tiene, del resto de damnificados (Garcilaso, Bécquer, Lope, Góngora, Quevedo y tantos otros) sólo algunas referencias en las redes.
A algunos de estos colegas les ha molestado que les contestase que este informe no era una barbaridad en sí mismo, sino al contrario, era una expresión de la lógica racional del nacionalismo catalán. Una vez más he podido comprobar que el fet català sigue gozando de buena consideración más allá del Ebro. Pese a la deriva totalitaria, tan evidente en los últimos años, son legión los españoles no catalanes que insisten en la necesidad de distinguir entre catalanismo y separatismo. Un repaso a los artículos de opinión sobre esta polémica de los nombres de las calles en los principales medios y redes, inciden en esa distinción. Citan versos de poetas catalanes dedicados a Machado, recuerdan que leyeron al poeta sevillano después de oír a Serrat --ya les vale--, y así hasta olvidar que sin las églogas de Garcilaso o sin los sonetos de Góngora o de Quevedo, Antonio Machado posiblemente no hubiera sido un grandísimo poeta, además de republicano, que en este lamentable caso no debería haber importado tanto.
Pese a la deriva totalitaria, tan evidente en los últimos años, son legión los españoles no catalanes que insisten en la necesidad de distinguir entre catalanismo y separatismo
Desde luego no es lo mismo el catalanismo de Prat de la Riba que el de Almirall, Companys, Benet, Pujol, Maragall o el de Mas y Junqueras, hay matices. Pero sin duda la reivindicación de Prat de situar a la identidad histórica por encima de los derechos individuales ha triunfado sobre la propuesta federalista de Almirall, aunque tengo dudas si en la actualidad no se ha producido también una cierta ósmosis del ente nación con la hegemonía espiritual, tal y como la defendía desde el integrismo el obispo catalanista Torras i Bages.
De cualquier modo, el asunto Machado ha sorprendido a muchos españoles. Desde el nacionalismo institucional liberal decimonónico español, pasando por el regeneracionismo noventayochista, el republicanismo azañista y por el nacionalcatolicismo franquista, hasta el actual españolismo de izquierdas y de derechas, todos han asignado a Cataluña un papel clave en la construcción política, en la dinámica económica o en las renovaciones culturales del último siglo. Ha calado tan profundamente el respeto y la fascinación por el fet català, que se califica como barbaridad fanática una muestra básica de la ideología dominante del nacionalismo catalán.
Ha calado tan profundamente el respeto y la fascinación por el fet català, que se califica como barbaridad fanática una muestra básica de la ideología dominante del nacionalismo catalán
Quizás sea necesario recordar, una vez más, que el nacionalcatalanismo que ostenta el poder local, provincial y autonómico tiene un programa reaccionario disfrazado de modernidad libertadora. En primer lugar, este movimiento se sustenta en una nostalgia por la seguridad, entroncada con el retorno a la casa pairal y con la búsqueda ansiosa de un equilibrio emocional comunitario, ante la crisis política y económica española y los complejos conflictos internacionales. En segundo lugar, este movimiento ha elaborado un programa estético muy cercano al fascismo, en el que los municipios tiene un papel clave para su implementación. Como ha recordado Rafael Arenas, los estatutos de la Asociación de Municipios por la Independencia dejan muy claro cuáles son los fundamentos supremacistas del catalanismo en el poder, amparándose en el conocido victimismo: "Sabemos que la historia del Estado español tiene una merecida fama en todo el mundo proveniente de su intolerancias hacia todo lo que no es su propia tradición cultural y nacional, en definitiva, de todo aquello que no es castellano". ¿Lo saben o lo suponen?
Esta visión sesgada y más que incorrecta de la historia de España tiene a sus valedores instalados en centros educativos, desde infantil hasta la universidad. Recordemos que el autor del informe, Abad i Sentís, ha sido discípulo del historiador nacionalista Antoni Simon Tarrés, protector en su tiempo del ahora Gran Timonel, Junqueras. Quizás a este clan le sería ilustrativa e introspectiva la (re)lectura de un magnífico estudio de un antiguo colega suyo, el catedrático de historia contemporánea Enric Ucelay-Da Cal quien, en El Imperialismo catalán (2003), demostraba que el fascismo español bebió de fuentes catalanistas para formular su idea imperial. D’Ors mantuvo relaciones profesorales con Primo de Rivera, y Cambó fue mecenas de Giménez Caballero y de Ledesma. La “comunidad de destino” falangista que tanto utilizó Franco fue una reelaboración catalanista de procedencia austro-húngara. Un ejemplo entre tantos de cómo se puede transmitir el fet català más allá del Ebro, un continuo viaje de ida y vuelta.