En la década de los 90, el Banco de España consiguió una gran reputación, principalmente gracias a la gestión de Luis Ángel Rojo, su gobernador durante la etapa 1992-2000. Los principales hechos destacados fueron la intervención de Banesto, la realización de una política monetaria que controló la inflación y estimuló el crecimiento económico, el impulso de fusiones entre bancos con la finalidad de aumentar su tamaño y mejorar su competitividad y la creación de las denominadas provisiones anticíclicas.
Dichas provisiones, inexistentes en otros países desarrollados, estaban destinadas a mejorar la solvencia de las entidades y reducir el riesgo derivado del carácter cíclico del negocio bancario. Constituía una obligación dotarlas en los tiempos de bonanza, cuando la tasa de morosidad era reducida, para utilizarlas en los períodos de crisis, en los momentos en que aquélla aumentara significativamente. A finales de 2007, bajo dicho concepto, el sistema bancario español tenía acumulados aproximadamente 40.000 millones de euros.
En el segundo semestre de 2008, el indicado colchón financiero confundió a algunos analistas internacionales sobre la verdadera situación de la banca en nuestro país. Un equívoco que hizo que consideraran al Banco de España como el mejor regulador y supervisor del mundo. Uno de ellos fue Gillian Tett. El 30 de septiembre, en el Financial Times, escribió un elogioso artículo titulado: Time for central bankers to take Spanish lessons (Es el momento de que los banqueros centrales aprendan lecciones de España). La fama obtenida fue efímera, pues era completamente inmerecida.
En los años en los que se generó la burbuja inmobiliaria, nuestro banco central no sólo no fue el mejor del mundo, sino uno de los peores
En los años en los que se generó la burbuja inmobiliaria, nuestro banco central no sólo no fue el mejor del mundo, sino uno de los peores. En su informe anual de 2004, detecta la sobrevaloración de la vivienda y la cifra entre un 24% y un 35%. No obstante, es políticamente correcto en la solución sugerida. Considera que la opción más probable es su eliminación, a través de la desaceleración de la subida de su precio en los próximos años. Esta última afirmación probablemente viniera determinada por su escasa independencia del poder político, a pesar de que una ley de 1994 le otorgaba una completa.
Indudablemente, el Banco de España fue uno de sus principales artífices, al permitir un gran crecimiento del crédito hipotecario neto y no hacer nada para atenuar la subida del precio de la vivienda. Entre 1997 y 2006, dicho crédito creció todos los años por encima del 19%. A los gobiernos de Aznar y Zapatero les interesaba un gran auge del mercado residencial, debido a sus positivas repercusiones a corto plazo sobre el PIB, el empleo y la recaudación de impuestos. Nuestro banco central no quiso enfrentarse a ellos y optó por mirar hacia otro lado.
En dicha etapa, no restringió la financiación a la compra de suelo, no impidió que las entidades tuvieran promotoras propias o crearan nuevas en asociación con las ya existentes, permitió la concesión de hipotecas a colectivos de elevado riesgo bancario e ignoró que el importe de muchas de las concedidas entre 2005 y 2007 superaban el 80% del precio de la vivienda.
Durante el período 2008-2011, el Banco de España en lugar de solucionar los verdaderos problemas del sistema bancario, contribuyó en gran medida a su disimulo y ocultación. Con la finalidad de ganar tiempo, a la espera de una solución milagrosa, permitió la salida a bolsa de Bankia e incentivó la comercialización de acciones preferentes y deuda subordinada por las cajas de ahorros. Ambas actuaciones tenían como objetivo aumentar los fondos propios de las entidades y mejorar sus ratios de capital. De esta manera, podrían absorber en mayor medida las pérdidas generadas por la creciente morosidad y aguantar más tiempo en el mercado.
Con la finalidad de ganar tiempo, a la espera de una solución milagrosa, el Banco de España permitió la salida a bolsa de Bankia e incentivó la comercialización de acciones preferentes y deuda subordinada por las cajas de ahorros
En el indicado período, algunas de sus actuaciones fueron permitir que las entidades declarasen una mora inferior a la real, contabilizaran en sus balances numerosos activos inmobiliarios por su valor hipotecario en lugar de por su precio de mercado y refinanciaran deudas de empresas promotoras cuya devolución, así como el pago de los correspondientes intereses, era imposible de efectuar a corto y medio plazo.
La solución adoptada fue la incentivación de dos tipos de fusiones de cajas de ahorro: "frías" y "calientes". Las primeras suponían compartir los servicios centrales y poco más, las segundas eran completas. No obstante, se realizaron en base los intereses de los principales partidos políticos. La razón de la integración de Caja de Madrid con Bancaja era que ambas estaban controladas por el PP. La de Caixa Catalunya con Tarragona y Manresa tenía que ver con la catalanidad de las tres. En la mayoría de los casos, se unió una entidad que estaba mal con otra que se encontraba peor. Por tanto, dichas fusiones, en lugar de aminorar los problemas, los incrementaron.
En 2017, el Banco de España ha vuelto a errar en la crisis y posterior desaparición del Banco Popular. No es por lo que ha hecho, sino por lo que no ha efectuado. Aunque ya no posee la competencia de la supervisión bancaria ni puede liquidar entidades, sí continúa teniendo influencia. No obstante, su actuación parece que ha sido nula. Según Luis María Linde (actual gobernador), en dos días el banco ha pasado de ser solvente a desaparecer. Su explicación es que la falta de liquidez le llevó a la insolvencia.
Es la misma falsedad con que explicaban los banqueros centrales las crisis bancarias de 2007 y 2008. A una entidad solvente no se le acaba la liquidez tan rápidamente. El Banco Popular realmente desapareció por insolvente. La masiva retirada de depósitos lo único que hizo fue precipitar su final, dada la nula intervención previa por parte de las autoridades responsables.
En definitiva, nuestro banco central lleva haciendo su trabajo muy mal desde hace muchos años. No obstante, ni la institución ni algunos de sus gobernadores, como es el caso de Miguel Ángel Fernández Ordoñez (2006-12), reconocen haberse equivocado en algún momento. En su informe sobre la crisis financiera y bancaria (2008-2014), el Banco de España no realiza ni una pizca de autocrítica. En sus declaraciones, nuestro penúltimo gobernador insinúa de que no se enteraba de casi nada. Podía haber sido más original y decir, como Juan Pedro Hernández Moltó (expresidente de Caja Castilla-La Mancha), que solamente era un animador cultural. Al menos, nos hubiéramos reído un rato.