Si alguien tenía alguna duda de si el Govern de Puigdemont está montado en una realidad virtual alejada del mundo real, un viaje a ninguna parte en el tren de la bruja que va dando vueltas en una misma vía en donde recibe escobazos sin tregua, no sólo por Estado colonialista sino por las instituciones internacionales hasta convertir a la Gene en un paria en el concierto de las naciones que sólo es escuchado por algún diputado de la extrema derecha flamenca, de la Liga Norte o de algún estonio despistado...
El único eco mediático que recibe es de La Nostra y de los medios paniaguados regados con las generosas subvenciones del Govern.
La Vanguardia del conde de Cobró recibe cada año subvenciones millonarias que le permiten jugar a la puta y la Ramoneta con la columna estelar de la más Rahola de las Pilares de este de un triangulo de mordidas por todos los flancos de la geografía.
Quiero decir que si alguien tenía alguna duda de que el Govern del Molt Honorable hijo del pastelero de Amer vive en una realidad virtual es que está ciego, y ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Me sorprendió Puigdemont cuando envió una carta a la Comisión de Venecia porque el Gobierno español no estaba de acuerdo en autorizar "tanta democracia" como es el derecho de autodeterminación de un pueblo, porque ese derecho a la autodeterminación no lo contempla ningún Estado democrático, ni siquiera Italia: cuando Venecia reclamó ese derecho que no existe.
El nombre oficial de la Comisión de Venecia es el de Comisión Europea a través de la Ley, por eso digo que no hay más ciego que el que no quiere ver porque esa comisión europea educadamente le agradece a Puigdemont el detalle de su carta pero le ha respondido, en base a los principios de la ley que ese organismo defiende, que cualquier iniciativa para que sea reconocida por la comunidad internacional debe ser acordada con el socio europeo, el Estado español. Que ellos no se ponen en camisa de once varas. Es una zasca en todos los morros.
A quien no le haya caído la venda de los ojos con la carta de la Comisión de Venecia, que no vaya a recuperar la vista a la Barraquer, porque sobran todas las palabras: el ciego ha renunciado a ver
Pero en ese mundo imaginario creado en una ensoñación que recuerda el mundo de Narnia, la dialéctica indepe mantiene que en Cataluña no existe democracia porque está constreñida en la jaula de la Carta Magna con el argumento de que fue dictada bajo la mirada escrutadora del Ejército franquista.
Ahora les confesaré una que muy pocos separatas conocen y que podrán utilizar como arma arrojadiza a la propia Constitución, pero no me importa porque no es la sustancia sino la cáscara. Pura fachada. Argumentos de cartón piedra.
La tapa de la Constitución original aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978, que no voté porque estaba haciendo la mili en Valencia, lleva el escudo franquista del Águila de San Juan, y el yugo y las flechas, al que le quitaron dos flechas del yugo de la boda de los Reyes Católicos. Les doy esa bala de fogueo a los indepes. Pero es una bala ornamental sin sustancia. La metáfora perfecta de la que vive la banda de Puigdemont.
A quien no le haya caído la venda de los ojos con la carta de la Comisión de Venecia, que no vaya a recuperar la vista a la Barraquer, porque sobran todas las palabras: el ciego ha renunciado a ver.
PD: Pese a ello, no voy a renunciar a intentarlo. No es porque sea un ingenuo que desea lo imposible, sino por una cuestión higiénica de estómago: he tenido una tendencia natural a las úlceras. Escribir es una espita de liberación. Un lenitivo.