Hoy en mi artículo de la semana hablaré de un amigo de hace mil años. Nos conocimos en agosto de 1989 en Estepona. A largo de los años hemos mantenido una vieja amistad, pese a que tenemos caracteres casi opuestos: él es simpático, yo más soso; él extravertido, yo más introvertido; de palabra fácil, yo premioso; gracioso, yo serio; le gusta ir en moto, a mi ni puta gracia; en una reunión multitudinaria es el foco de la fiesta, yo una sombra; es un manitas, yo torpe; él calvo, yo cada mes tengo que ir a la pelu...
Tenemos otras diferencias a mi favor pero que me callo. Pese a tanta desemejanza existen, entre otros, varios puntos en común: los colores deportivos, es el menos importante; nos fiamos uno del otro; que lo que tenemos nos lo hemos ganado a pulso; y que es un sentimental al que se le cae alguna lágrima. Como decía Josep Pla, no he conocido a ningún sentimental que no sea buena persona. De él sólo diré una cosa más: que celebra su santo el día del padre.
Este amigo que recibe vía WhatsApp mis artículos, esta semana nos envió al grupo de veraneo un vídeo sobre el tema de la independencia que me ha obligado a cambiar el tema que tenía escrito en la cabeza.
Pepe no es separata (tengo separatas entre mis amigos con una condición previa: no sumo en mi lista a indepes nuevos, pero sí conservo los que siendo amigos lo eran, o se han convertido por el humus ambiental), pero últimamente por los videos que comparte detecto que el oro se funde cuando el valioso mineral es sometido al calor de la fragua de Vulcano.
Tengo separatas entre mis amigos con una condición previa: no sumo en mi lista a indepes nuevos, pero sí conservo los que siendo amigos lo eran, o se han convertido por el humus ambiental
Y eso me preocupa porque ese proceso de licuación se ha producido en ese incremento de la tradicional reserva indepe a machamartillo que era del 20% y ha pasado al 48% en las últimas elecciones. Así que he cambiado el guión: pensaba hablar de la banda de Eulàlia Reguant, alias la Pancho Villa de la CUP.
El objetivo es intentar solidificar ese cambio de estado natural que percibo en mi viejo amigo. Es la impresión que tengo...
El último video enviado dura tres minutos y es de un joven con perilla, de veintipocos años, en camisa azul celeste, en primer plano y delante de una estantería, que pontifica con voz severa, conteniendo su ira, que la Constitución carece de valor porque cercena la libertad ya que no deja decidir a los catalanes qué es lo queremos ser de mayores. No dice nada nuevo sino que repite la salmodia de los martes de Neus Munté, que actúa como mayordomo de Artur Mas, también inhabilitado durante una temporada y del que es buen vasallo.
El joven de la camisa azul celeste explica que en su día la ley prohibía a las mujeres y a los negros votar; que la ley llevó a la hoguera a las brujas en toda Europa; que la ley permitía la esclavitud... y que esas leyes injustas fueron superadas por justas.
Puesto a decir tonterías, podía haber dicho que las leyes nazis mataron a seis millones de judíos, o las soviéticas a millones de rusos por no ser estalinistas. Este chico puede decir lo que quiera, pero me extraña que mi amigo, un viejo luchador antifranquista de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), no sea más ducho en advertir la manipulación dialéctica que se le supone a los viejos ex comunistas. Porque estas barbaridades históricas no fueron dictadas en una democracia que no existía cuando la quema de brujas, o cuando la esclavitud y el derecho de pernada de los señores feudales, o las barbaridades del comunismo o el fascismo.
¿Que la Constitución puede cambiarse? ¡Naturalmente! Pero me aburre repetir la obviedad: a través de los mecanismos que establece la democracia, no la española sino la universal
Los siete padres de la Constitución del 78 (el 29% de los ponentes eran catalanes: uno de derechas, Miquel Roca; y el otro de izquierdas, Jordi Solé Tura) tuvieron como referencia la Constitución de la República Federal de Alemania, que fue aprobada en la primavera de 1949, ¡casi treinta años antes que la vieja Constitución española!
¿Que la Constitución puede cambiarse? ¡Naturalmente! Pero me aburre repetir la obviedad: a través de los mecanismos que establece la democracia, no la española sino la universal. La democracia es el imperio de la ley. Quien vea en una ley aprobada por la soberanía nacional una prisión tiene una patología. Sufre daltonismo político.
El 7 de abril tengo una cita para almorzar con él, y con otro amigo de Barcelona. Le contaré lo que acaban de leer. Tengo interés en conocer su reacción. Espero que sea evanescente, que esa licuación que intuyo sea un error mío. Si no lo es y ese pensamiento líquido ya ha cristalizado, lo sentiré; pero continuará siendo mi amigo. Eso sí, con un mordisco en mi corazón.