Una de las principales decisiones que debe adoptar un ministro de Economía recién nombrado es establecer el modelo de crecimiento económico del país para los próximos años. A veces, la decisión es continuar con el vigente; en otras ocasiones, determinar uno, pues hasta la fecha no existía ninguno.
Para conseguir un elevado incremento del PIB, cualquier gobierno tiene dos opciones principales: obtener una gran creación de empleo o un aumento de la productividad de los trabajadores. En la mayoría de las ocasiones, ambas vías son incompatibles, pues la consecución de la primera opción impide la segunda y viceversa.
Las principales excepciones a esta regla económica se producen cuando un gran cambio tecnológico, o un elevado aumento de la inversión extranjera, generan una considerable creación de empleo. Un ejemplo del primer caso lo fue Estados Unidos en la etapa 1995-2000, y del segundo, España en el período 1986-91. En el primer país, la clave del éxito fue el gran desarrollo de las TICs (tecnologías de la información y la comunicación) y, en el segundo, la llegada de un gran número de multinacionales manufactureras, atraídas por su reciente entrada en la Unión Europea.
Para conseguir un elevado incremento del PIB, hay dos opciones principales: obtener una gran creación de empleo o un aumento de la productividad de los trabajadores; ambas vías son incompatibles la mayoría de las veces
En numerosas ocasiones, la elección entre ambas vías de incremento del PIB no constituye un deseo, sino una imperiosa necesidad. Elegir una u otra depende en gran medida del nivel de desempleo del país, especialmente si éste es su principal problema económico y social. Ésta es la situación actual de España, donde la tasa de paro en el cuarto trimestre de 2016 ascendió al 18,63%. Un nivel muy elevado, pero sustancialmente más bajo que el 26,94% observado en el primer trimestre de 2013, constituyendo este último la cota máxima desde el retorno de la democracia.
Por tanto, el país debe basar en los próximos años su crecimiento económico en la generación de empleo, y sólo marginalmente en el aumento de la productividad, al menos hasta que la tasa de paro se sitúe próxima al 10%. Un nivel que espero que España alcance entre el último semestre del 2020 y el primero de 2021.
La anterior cifra no es tan elevada como parece, pues, en el período comprendido entre 1979 y la actualidad, el nivel mínimo de dicha tasa fue el 7,93%. Es el correspondiente al segundo trimestre de 2007 y fue alcanzado después de 14 años de elevado e ininterrumpido incremento del PIB. Un dato que nos indicaría que, si el mercado de trabajo no sufre una gran transformación, en 2020 o 2021 el verdadero desempleo preocupante sólo afectará a un poco más del 2% de la población activa.
España debe basar en los próximos años su crecimiento económico en la generación de empleo, y sólo marginalmente en el aumento de la productividad
En los últimos años, el Gobierno del PP ha elegido a la generación de empleo como vía de incremento del PIB. Sin duda, ha acertado. Entre 2014 y 2016, el crecimiento económico vino explicado por dicha vía en un 88,5% y sólo en un 11,5% por el aumento de la productividad. Un aspecto que significa priorizar actividades tan poco emblemáticas, pero tan imprescindibles para reducir el paro, como las industrias textiles y agroalimentarias, los servicios inmobiliarios, el transporte, el turismo y la hostelería.
No obstante, de las dos posibles opciones, la mejor es la productividad. Es la que permite a las empresas del país generar ventajas competitivas a medio y largo plazo, y facilita que sus productos sean adquiridos principalmente por su calidad en lugar de por su coste. A la vez, posibilita que la población perciba salarios más elevados y disfrute de un mayor nivel de vida.
Entre finales de 2020 y principios de 2021, España debería proceder a cambiar una vía por otra. Sin embargo, dicha transformación no se puede improvisar y realizarse de un día para otro, sino que necesita una adecuada planificación. Ésta ya debería estar efectuándose, no existiendo hasta el momento ningún indicio que lo demuestre.
Es necesario empezar a planificar un modelo económico basado en el crecimiento de la productividad
España no puede permitirse volver a caer en el error que cometió Aznar en 2001. En el segundo trimestre, con una tasa de paro del 10,35%, presionado por los empresarios del sector turístico y de la construcción, decidió seguir con el modelo basado en la generación de empleo. Con dicha finalidad, aceptó la llegada de un gran número de extranjeros para evitar una elevada subida de salarios y el repunte de la inflación. Un modelo que continuó Zapatero con el desastroso resultado conocido por todos.
En definitiva, en la actualidad el país tiene un modelo de crecimiento económico adecuado. No es el deseado, pero si el único posible. No obstante, es necesario empezar a planificar otro basado en el crecimiento de la productividad. Para conseguir un satisfactorio cambio, no se requiere de un elevado incremento de la inversión en I+D+i, un aspecto que tampoco iría nada mal, sino de una gran reforma de la realizada con fondos públicos. En un próximo artículo, la explicaré.