Francesc Homs Molist ya está sentado en el banquillo. Todo llega. Incluso lo que parecía que nunca iba a llegar. Homs en el banquillo del Tribunal Supremo. Da igual acompañado que solo. Sentado que de pie. Ante el Supremo ya está Homs. Por organizar o promover, o lo que sea, aquella fiesta del 9N. Por promover el ejercicio del derecho de los catalanes sin tener competencias para convocar un referéndum. De momento esas competencias no han sido transferidas. Todo se andará. O no. Pero a día de hoy no hay nada, y el pasado año tampoco. Así que el diputado Homs se sienta ante un tribunal.
Mantiene Homs que la consulta se hará en los próximos años: "Es una posibilidad. Puede haber también una decisión en el Parlamento tras un proceso electoral". En el proceso el exconseller no quiso ser un héroe, sino, más bien, un kafkiano al que no le explicaron bien la ley.
¿Y esto es bueno o es malo? Es la ley, dice el Gobierno de Madrid. Y algunos voceras como Juan Luis Cebrián, sí el presidente de la arruinada Prisa, piden la aplicación del artículo 155 de la Constitución. ¿Se lo habrá leído? No hay peor astilla que la de la misma madera y éste ya sabemos de dónde viene. Y Mariano Rajoy no da con la tecla que arregle el desaguisado catalán. Manifestó, tras un desayuno informativo, que Homs "dice cosas sin pensar demasiado" y espera "que se produzca una situación de normalidad, que Homs se defienda, tiene derecho a hacerlo, y que el Tribunal Supremo haga justicia, a su leal saber y entender". "Normalidad" es lo que quiere Mariano. Mientras, ya está en el poyo esperando. A esperar. Bueno, se distrae escuchando a su portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, quien tras el mismo desayuno negó "que en España se celebren juicios políticos" y que lo que sucede es "una clara voluntad de hacer cumplir a todos los políticos la ley". Y quedó de pie. Y Mariano casi se cae de la risa. Sin mostrarla, claro. Él a lo suyo. Normalidad.
Ocurra lo que ocurra, gana la derecha. Estos choques perpetúan a Rajoy en La Moncloa. Cuanto más choques de banderas, más beneficios para la derecha, nacional y autonómica. Lo tiene claro. Y lo explota
Porque la operación diálogo no ha dado resultados. Soraya no lo ha conseguido. ¿Razón? Ellos sabrán, pero el caso es que el resultado ha sido nulo. No hay salida dialogada al problema. Algo falla en la relación y no se sabe qué. Porque ni siquiera se arregla el problema financiero, ni incluso cuando lo pide alguien como Mariano Gomá, presidente de Sociedad Civil Catalana, contraria total a la Generalitat, quien afirmaba en La Vanguardia "no sé si se tiene que diseñar un nuevo modelo, pero sí que hay que resolver y mejorar la financiación catalana". Pues ya tenemos otro apartado que añadir a los que atender. Aunque éste parece repetido, muy repetido.
¿Y qué dice Mariano? Nada. Mariano espera. Que los días y las nuevas informaciones vayan minando a Mas, Homs y Puigdemont y a su partido PDECat . Antes Convergència. Solitos se irán triturando a sí mismos. Mientras, Mariano los contempla desde su atalaya y Junqueras recoge la herencia en las próximas suicidas elecciones. Sin mover un artículo del BOE. Sin que Soraya se disguste por su fracaso. Sin que García Albiol se entere de que también él está acabado aunque mantenga que la comitiva de acompañantes es para tapar la presunta corrupción de la antigua Convergència. Será otro tiempo, será otra política.
O la misma. Porque para Rajoy todo son beneficios. Ocurra lo que ocurra, gana la derecha. Estos choques lo perpetúan en La Moncloa. Cuanto más choques de banderas, más beneficios para la derecha, nacional y autonómica. Lo tiene claro. Y lo explota. Lucha de separatistas contra separadores. Vieja historia de España. Cada autonomía se refugiará en su patriotismo. Patriotismo. Ya Azaña dijo que "el patriotismo no es una doctrina; es una disposición que nos impulsa a sacrificarnos en aras del bien común". Y si lo cambiamos por nacionalismo, Einstein lo definió como "una enfermedad infantil. El sarampión de la humanidad". ¡Uf! Todos los principios de siglo se refugian en estas palabrejas. Que pase pronto la fiebre.