No me dirán que no. Eso era una procesión. ¿No le dio a usted, querido lector, cierta penita? Al ver los telediarios de las distintas televisiones, ¿no le pareció la procesión del pueblo, de San Bartolomé, por ejemplo, en una ciudad grande y con mucha gente? ¡Qué cosas se hacen! Como la procesión del santo del pueblo, oiga. Salida de la iglesia parroquial hasta la ermita del santo. Sólo le faltaron las andas al santo Arturo. Devotos había muchos para llevarlo a hombros. Como en viejos tiempos, que casi todos recordamos, ¿o no?
Todos preparados a la puerta de la iglesia. Ya es la hora. El santo en medio. Dos damas que lo protegen. Y el alcalde, el president, preside la procesión, tras el santo. Tenían que haberlo llevado en andas. Con las dos damas, Ortega y Rigau, delante; dos autoridades varones, Puigdemont y Junqueras, detrás. Y una orquesta de procesiones amenizando el paseo. Música de L’estaca y Els Segadors. Comedia insuperable. Ni Valle-Inclán lo hubiera mejorado. Y todos los vecinos en procesión. Con los familiares, hermanos, primos, yernos y nueras acompañando al santo, pidiéndole algún milagro para beneficio del pueblo. Un éxito. Récord de asistentes. El párroco no cabía en sí de gozo viendo tanto feligrés acompañando al santo. A San Arturo Mas, patrono de los imposibles, al estilo de San Judas Tadeo.
Mucha chulería en la calle pero ante el juez… se jiñaron. En vez de mantener su discurso desafiante aunque hubiera sido sólo por coherencia, no. Salió su cara. Se arrugaron. Blanditos y cobardes. ¡Vaya líderes!
El primer milagro es la cantidad de fieles que acuden a la procesión. Decenas de miles. A pie, en burro o a caballo, desde pueblos lejanos. Los agraciados con fortuna se han acercado en autobús. Todo un acontecimiento. Filas de autobuses desde la gran ciudad. El pueblo está sorprendido. Y el párroco, Puigdemont, no se lo cree. Procesión para aclamar a su sustituto. El mismo que lo puso, el mismo que lo echa. Este santo ha empezado con un milagro. Dos. Porque los que no lo quieren también le acompañan en la procesión. Su colega Junqueras y algunos amigos de la CUP. Gran milagro. Lo aclaman como libertador por colocar una cajas sin galletas en los colegios. Por tan poca cosa hacen un santo libertador.
Fue una procesión lenta. Un pasacalles. Iban meditando sus repuestas al tribunal. Aclamados. ¡Cuánta gente de vacaciones! Pues era lunes de febrero. Serían del paro. Y llegaron ante juez tarde, no hay multa. Si es a usted o a mí... Mucha chulería en la calle pero ante el juez… se jiñaron. En vez de mantener su discurso desafiante aunque hubiera sido sólo por coherencia, no. Salió su cara. Se arrugaron. Blanditos y cobardes. ¡Vaya líderes! Cobardía insuperable. ¿Dónde estaba ese Mas que presume ante los medios de no acatar la legalidad española? No existe. Es todo fachada y ansias de poder. De recuperar el poder de president, porque sino no es nada.
Nos espera una larga etapa. No solo quieren celebrar un referéndum sino también convencer a los ciudadanos de que Cataluña se beneficiará si rompe con España. Si la sociedad esta dividida casi al 50%, a favor y en contra, nos queda un largo capítulo. Nos quedan bastantes procesiones que soportar. Para los agnósticos resulta bastante pesado. Empieza a ser repelente.