De los creadores de Brexit, llega ahora Trump, el presidente. Sí, el gran cisne negro ha aparecido. Y con Donald J. Trump se hace ahora más palpable la nueva división mundial: los globalistas y los nacionalistas.
Es cierto que Trump ha vendido muchas cosas durante la campaña: deportación de unos once millones de indocumentados (ahora son dos o tres millones), cancelación de los acuerdos de libre comercio (NAFTA, TTPA y la suspensión de las negociaciones del TTIP con la Unión Europea), imposición de un arancel de hasta el 35% a las importaciones, etc. Vaya, ha prometido muchas cosas y algunas de ellas parecen poco realistas o coherentes. O bien ni Trump se las creía todas (una cosa es buscar el voto apelando a ciertos votantes y otra es gobernar), o bien no podrá o no le dejarán. Hacerlas todas a la vez suena a imposible, contradictorio y hasta peligroso para la economía americana.
Los votantes de Trump son los antiglobalización cultural y los antiestablishment, y anhelan un Reino Unido para los británicos y una América para los americanos
Así, y tras casi un semana inmersos en la dinastía Trump y docenas de artículos y estudios después, se ha llegado a una conclusión razonable: los votantes de Trump --como los del Brexit-- no son única y mayoritariamente los "perdedores de la globalización", esas clases medias y bajas empobrecidas por la deslocalización de la industria, sino que son, sobre todo, los nostálgicos de épocas pretéritas que nunca volverán. Son los antiglobalización cultural y los antiestablishment, y anhelan un Reino Unido para los británicos y una América para los americanos. Pero qué duda cabe que la globalización económica (tanto de la producción como de los mercados) nos lleva irremediablemente a la globalización cultural.
Pero retrocedamos un poco. En 2011 (ya con la globalización bien entrada en años) Obama se reunió con los grandes empresarios de Silicon Valley, y sentado al lado de Steve Jobs le hizo una pregunta tan ingenua como tramposa: ¿Por qué no podéis fabricar los Iphone en EEUU? Steve Jobs le contestó: "Eso es imposible". No en vano, Apple ha acuñado la mejor frase de economía mundial de la historia, y la tienen ustedes en el reverso de cada uno de sus aparatos: "Designed by Apple in California Assembled in China". Nótese que no han puesto el punto, pero ese punto invisible divide el mundo en dos, entre los que diseñan y los que ensamblan. Ese punto inexistente nos recuerda uno de los mayores principios de la empresa y la economía: la eficiencia. Producir en China es mucho más eficiente para Apple y, por ende, más beneficioso para los consumidores y la economía. Ya ¡claro! ustedes me dirán, pero no para los millones de trabajadores en EEUU y Europa cuyos trabajos han sido deslocalizados a países emergentes. En primer lugar, los nacionalistas económicos o proteccionistas deben ampliar sus miras y comprender que la globalización ha ayudado a sacar de la pobreza extrema a decenas sino cientos de millones de personas en el mundo. La globalización, simplificando, ha sido muy positiva para el mundo.
Los nacionalistas económicos o proteccionistas deben comprender que la globalización ha ayudado a sacar de la pobreza extrema cientos de millones de personas en el mundo, ha sido muy positiva
Es cierto, por contraposición, que esos mismos o similares millones de puestos de trabajo en Europa y EEUU han desaparecido. La ventaja es que en Occidente tenemos una sociedades, unas infraestructuras, una tecnología y una población mejor preparadas, por lo tanto es un paso inevitable en el ciclo productivo que los bienes y servicios se produzcan en los países donde más eficiente sea producirlos. En Occidente tenemos que crear, porque tenemos las bases, nuevos productos y servicios acordes con nuestras capacidades productivas. Si una sociedad mejor preparada tiene que producir los mismos bienes y servicios que otra sociedad menos preparada, algo está fallando; ni unos ni otros avanzaremos, ni unos ni otros creceremos. Dejemos que lo hagan en los países en desarrollo y así poco a poco vamos todos prosperando.
Por lo tanto, las anunciadas medidas de su política económica, o Trumponomics, de poner barreras al libre comercio no son positivas para el mundo, pero es que tampoco lo son para los propios estadounidenses. A los trabajadores que han sufrido la deslocalización no hay que darles pescado, hay que darles una nueva caña de pescar.
En Occidente tenemos que crear, porque tenemos las bases, nuevos productos y servicios acordes con nuestras capacidades productivas
Y ustedes me dirán, ¿y con qué dinero se forma y se reparte la nueva caña? De acuerdo, repasemos la normativa tributaria. A mí me parece muy bien que Apple fabrique en China y venda a todo el mundo. Al igual que miles de empresas globales. El problema radica cuando algunas de esas multinacionales buscan y encuentran agujeros fiscales que la globalización no ha tapado (a veces trucos, a veces favoritismos y otras veces son directamente ilícitos) para crear estructuras fiscales defraudadoras: fabrico en China, facturo en Irlanda con ciertas ventajas fiscales, vendo en toda Europa y después además me llevo los beneficios a Cayman Islands.
Para muestra, un gran botón: la Comisión Europea ha reclamado a Irlanda que exija el pago de 13.000 millones de Euros a Apple por unas ventajas fiscales contrarias al derecho europeo. Bien, empezamos por ahí. Acordemos primero a nivel de la Unión Europea y después con Estados Unidos, un marco tributario coordinado, justo y claro para las empresas globales, y hagámoslo cumplir. No quiero ser simplista, pero con todos los miles de millones que supuestamente muchas empresas multinacionales han dejado de pagar a las haciendas europeas y americanas, a lo mejor nos daba para comprar algunas cañas nuevas y a formar a los trabajadores deslocalizados. Partamos de ahí antes de empezar a poner barreras al libre comercio y a poner aranceles que frenen la globalización que tan positiva ha sido para el mundo, y sobre todo para los más desfavorecidos. La globalización, como la democracia o la economía de mercado, necesita updates permanentes, hagamos los ajustes, pero no nos carguemos el invento.