Desde que en 2008 se desatara la mayor crisis económica conocida en el mundo, como consecuencia de la burbuja inmobiliaria nacida en EEUU en el año 2006, provocada por las hipotecas subprime lo que devino en una crisis bursátil mundial y en una crisis económica a escala internacional con el trauma añadido de la quiebra de un banco emblemático como Leman Brothers, las autoridades financieras del mundo solo tienen un único objetivo: que no se repita una situación similar que tuvo como único culpable el comportamiento deleznable de un indeterminado número de entidades financieras.

Desde ese tremendo momento para la economía mundial, tanto EEUU como Europa aumentaron su celo tratando de incrementar y perfeccionar el control del sistema financiero mundial desplegando, en forma de normas y organismos, mecanismos de regulación --para muchos excesiva-- que hoy amenazan con la asfixia de la banca de medio mundo, ya que a más exigencias, menos rentabilidad que obliga a que los bancos busquen su ésta mediante una constante reducción de costes, lo que se ha traducido en despidos, cierre de oficinas y en fusiones e integraciones corporativas.

A causa de la crisis de 2008, EEUU y Europa aumentaron su celo tratando de incrementar y perfeccionar el control del sistema financiero mundial desplegando mecanismos de regulación que hoy amenazan con la asfixia de la banca de medio mundo

De entre todos los organismos y normativas creadas y desarrolladas para aumentar el control regulatorio del sistema financiero, sobresale Basilea IV que, hoy por hoy, preocupa muy mucho al sector ya que viene a sustituir a Basilea III, cuyas exigencias ha dejado casi exhaustos a los bancos de medio mundo.

Hasta el BCE ha mostrado su preocupación por el colchón anticrisis, conocido como MREL, que se ocupa del acopio de deuda con capacidad para absorber pérdidas que deben hacer los bancos europeos para cumplir la normativa, asegurándose las autoridades europeas que los bancos cuenten con suficientes pasivos como para absorber pérdidas en caso de quiebra y, así mismo, los accionistas y acreedores soporten la mayor parte de la recapitalización, en vez de los contribuyentes como ocurrió en la pasada crisis. Los analistas estiman que serían necesarios unos pasivos elegibles para el MREL que implicarían la necesidad de emisión de nueva deuda subordinada por valor de medio billón de euros, lo que sin duda pondría en serios aprietos a la estabilidad financiera de la banca europea.

Y como no podía ser menos, la dura política regulatoria empieza a tener sus consecuencias más allá de las cuentas de resultados de los bancos y ahí están como prueba fehaciente los volúmenes negociados en la bolsa española durante los nueve primeros meses del año con un descenso del 31% con respecto a los volúmenes negociados en el mismo periodo del año 2015. Concretamente, en el tercer trimestre, el volumen negociado en la bolsa registra un descenso del 44,3% frente al mismo periodo del año anterior. Por su parte, el descenso del número de negociaciones en este último trimestre fue un 33,3% inferior al del mismo trimestre del pasado ejercicio.

El bancario es el sector que más ha cambiado como consecuencia de la gran crisis desatada en 2008 y buena prueba de ello ha sido la oleada de fusiones para evitar la quiebra y el establecimiento de regulaciones más estrictas, para garantizar que nunca más vuelva a producirse una situación de proliferación de activos tóxicos como la que llevó a la economía mundial a un desplome sin precedentes.

En eso y en la necesidad de que había que aumentar el marco regulatorio estaban y están todos de acuerdo, empezando por los propios banqueros, aunque la aparición en el horizonte de un nuevo giro de tuerca como el que representa Basilea IV tiene al sector bancario de España y de Europa sumido en un proceso de pánico, ya que un incremento de la presión puede poner al sector en una situación más que difícil.

El asunto no es menor, ya que al desfavorable entorno de tipos y a la elevada competencia en el sector, se une el aumento, posiblemente desproporcionado, de los requisitos regulatorios, por mucho que éstos busquen que las entidades midan sus riesgos, de manera que todos los competidores cuenten con los mismos baremos y no maquillen sus debilidades.

El bancario es el sector que más ha cambiado como consecuencia de la gran crisis desatada en 2008

Aunque resulte del todo punto saludable que el BCE y otros organismos alerten de los riesgos de una regulación excesivamente exigente, lo que hoy está en juego es la existencia de una banca rentable, ya que incluso el FMI, en lo que se refiere a la estabilidad financiera, ha mostrado su preocupación por el riesgo a medio plazo que representa la falta de rentabilidad bancaria, especialmente en Europa y Japón, en un entorno en el que cada vez es más urgente la necesidad de apoyar la casi exhausta política monetaria con medidas de política fiscal y reformas estructurales.

No se descubre nada. El propio Fondo se muestra reiterativo en que aunque, en agregado, los balances de los bancos se han fortalecido sustancialmente, la baja rentabilidad de éstos en las economías desarrolladas suponen un riesgo para la estabilidad financiera y puede resultar peligroso, si se ignora que los bancos tienen que generar beneficios para mantener sus niveles de capital en los momentos adversos del ciclo, para apoyar la expansión de su balance, responder a los crecientes requisitos regulatorios y pagar dividendos a sus accionistas.

Los mercados, en la actualidad, no se muestran optimistas en que los bancos puedan hacer frente a estos retos. La rentabilidad de muchos bancos está por debajo de su coste de capital algo que, de persistir, dificultaría considerablemente el acceso a nuevo capital por parte de las entidades. No se puede olvidar que reforzar los balances y aumentar el capital reservado como colchón anticíclico es lo mismo que tener menos dinero disponible para hacer negocio y esa es una máxima empresarial indiscutible.

Hoy en día, tras la crisis del 2008 y con un aumento de la presión regulatoria, los bancos se enfrentan a diferentes retos cíclicos, estructurales y regulatorios, entre los que resaltan los bajos tipos de interés que reducen la capacidad de generar ingresos, por la transformación de plazo en un entorno de bajo volumen de negocio; la limitación de generar ciertos ingresos, especialmente los relacionados con mercados de capitales, que tanto en Europa como en EEUU se han reducido a un tercio de los generados en la pre-crisis; la elevada tenencia de activos problemáticos en balance, que se convierte en un limitador importante de rentabilidad, y en la presión competitiva de las entidades no bancarias y la revolución tecnológica en entidades con grandes costes fijos.

El FMI señala que en un escenario de normalización de la política monetaria que supondría una subida de 50 pb del tipo oficial; de mejora en la calidad del crédito y en la capacidad de generar ingresos por comisiones, los bancos europeos aumentarían su rentabilidad en un 40%, en relación con sus activos. Aun así, un 30% de las entidades no sería capaz de alcanzar una rentabilidad que superase un coste de capital equivalente al 8% (inferior al actual).

Los mercados, en la actualidad, no se muestran optimistas en que los bancos puedan hacer frente a los retos que se les presentan

El sistema bancario español registró en 2015 una rentabilidad sobre recursos propios (ROE) del 5,6% en términos consolidados, que se reduce al 4,4% para el negocio bancario puramente español, niveles de rentabilidad que se encuentran por debajo del coste de capital, lo que reduce drásticamente el atractivo de invertir en el sector bancario y ahí están las cotizaciones bursátiles para levantar acta.

No se para ahí el Fondo y presenta una serie de consejos, en forma de soluciones, para abandonar las arenas movedizas en las que se mueve el sector, como la reducción de los activos problemáticos recuperando los activos impagados e impulsando las ventas de cartera morosa; la mejora de la eficiencia operativa mediante el cierre de un tercio de las sucursales o llegando a la eficiencia de las sucursales nórdicas; la mejora de los modelos de financiación bancaria y la racionalización de los balances y de las estructuras de la industria, a través de la consolidación y el cierre de negocios no básicos y no nucleares.

La combinación de una recuperación cíclica y de reformas estructurales permitiría que un 82% de las entidades europeas cumplieran con los umbrales de rentabilidad exigida.

Un banquero entonaba, recientemente, el mea culpa al reconocer que el cambio regulatorio impuesto hasta ahora, como consecuencia de haber sido chicos malos, “era muy necesario, dada la gravedad de la crisis. No podemos volver a pasar como ciudadanos por una situación en la que el sector financiero lleve a la economía global a una situación de recesión profunda. Los bancos no pueden volver a arruinar la economía global” y que tras el “esfuerzo importantísimo” con Basilea III el sector necesita una tregua.

Y el importantísimo esfuerzo realizado por la banca europea no es un brindis al sol y ello lo demuestra un estudio elaborado por la Autoridad Bancaria Europea (EBA) que concluye que antes de implantar la regulación de Basilea III, a finales del año 2011, el déficit que tenían los bancos en la Unión Europea era de 544.000 millones de euros, cantidad que se ha reducido hasta los 18.000 millones de euros actuales.

Los reguladores a uno y otro lado del Atlántico buscan impenitentemente métodos de evitar la sobreespeculación, sin destruir los mercados que los gobiernos necesitan, evitando y controlando a las entidades sistémicas exigiéndoles mayores ratios de capital o mayor solvencia; controlando los productos en los mercados; controlando la sobreespeculación; propiciando la separación de funciones dentro de las entidades; obligando a las entidades a evaluar a la clientela en función de sus conocimientos financieros, para evitar la venta de productos complejos a personas con escasos conocimientos en materia financiera. En definitiva, como señalaba un analista, hacer una tortilla sin romper el huevo.

Desde el seno de la UE las prédicas van dirigidas a la necesidad de que la banca encuentre otro modelo de funcionamiento, aunque nadie se atreve a señalar el camino

Es el precio a pagar por el inmenso coste que ha supuesto a los gobiernos la crisis bancaria que surge a raíz de la crisis financiera de 2008 y por ello, Basilea IV sustituye a Basilea III o el MiFID I es ampliado por el MiFID II. Y mientras tanto unos y otros esperando a la Unión Bancaria.

Desde el seno de la UE las prédicas van dirigidas a la necesidad de que la banca encuentre otro modelo de funcionamiento, aunque nadie se atreve a señalar el camino y solo en ocasiones se ponen al frente de la tendencia natural de ir en contra de los grandes bancos, de entidades que pueden llegar a tener unas dimensiones superiores a las del PIB de un país, ya que en entidades más pequeñas un fallo no se convertiría en algo sistémico.

La Ley del Péndulo se impone una vez más y desde la quiebra de Lehman Brothers, se han elevado los ratios de capital y la liquidez exigidos a los bancos para que sean más resistentes ante futuras crisis financieras y si antes las ratios pecaban de ser demasiado permisivos, los nuevos tienen el problema contrario, son demasiado estrictos.

La aplicación de la ley física al mundo de la política no ofrece concesiones, máxime cuando en el terreno de juego se encuentran actores de diversa naturaleza y que, en opinión de algún analista, se dividen entre ganadores y perdedores de esta durísima regulación. Entre los primeros estarían los contribuyentes, los directivos de los bancos y los reguladores, mientras que entre los perjudicados estarían los accionistas, los acreedores mayoristas y los usuarios de banca, lo que lleva a la conclusión de que la mayor protección de los ciudadanos (contribuyentes) la pagan también los ciudadanos (usuarios de banca).

Post-it:

"Basilea" es un conjunto integral de reformas elaborado por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea para fortalecer la regulación, supervisión y gestión de riesgos del sector bancario. Basilea IV como Basilea III es parte de una serie de iniciativas, promovidas por el Foro de Estabilidad Financiera (FSB, Financial Stability Board) y el G-20, para fortalecer el sistema financiero tras la crisis de las hipotecas subprime.

Arquitectura supervisora de la UE está integrada por el Sistema Europeo de Supervisión Financiera o European System of Financial Supervision (ESFS) del que forman parte la propia Autoridad Europea de Valores y Mercados o European Securities and Markets Authority (ESMA) y, ademas, la Junta Europea de Riesgo Sistémico o European Systemic Risk Board (ESRB), la Autoridad Bancaria Europea o European Banking Authority (EBA), la Autoridad Europea de Seguros y Pensiones o European Insurance and Occupational Pensions Authority (EIOPA) y las Autoridades Competentes de supervisión de los Estados Miembros.

MiFID (Markets in Financial Instruments Directive) tiene su razón de ser la introducción de un mercado único y de un régimen regulatorio común para los servicios financieros en los 28 estados miembros de la Unión Europea, y en otros 3 estados del Área Económica Europea (Islandia, Noruega, y Liechtenstein) en la que se contemple la protección de los inversores, el fomento de la equidad, la transparencia, la eficacia y la integración de los mercados financieros

ESMA (Autoridad Europea de Valores y Mercados) es una institución independiente de la UE que contribuye a mantener la estabilidad del sistema financiero de la Unión mediante la mejora de la protección de los inversores y la promoción de los mercados financieros estables y ordenados.