Uno de los trasiegos financieros más destacados de los últimos tiempos es sin duda la venta a un fondo de inversión anglosajón de hasta el 20% de Gas Natural. La Caixa y Repsol son los dos principales accionistas de esta empresa, que llevan señoreando durante prácticamente treinta años. En este intervalo, se han repartido en amigable compadreo los puestos del consejo: la presidencia para La Caixa, con funciones simplemente representativas, y la consejería delegada para Repsol.
Ambas entidades han acordado ahora el traspaso de gruesos paquetes de acciones de la gasista por unos 3.800 millones de euros, de forma que el grupo crediticio reducirá su lote hasta el 25% y la petrolera recortará el suyo para quedar fijado en torno a un 20%. La Caixa es, a la vez, el principal accionista de Repsol con el 12%.
La transacción constituye un pelotazo en toda regla. Repsol y La Caixa obtendrán jugosas plusvalías con la enajenación de los títulos. Pero lo más sobresaliente del petardazo es que lo harán sin perder el bastón de mando de la sociedad participada. En efecto, los dos grupos dominan por completo el consejo de administración de Gas Natural y nombran tanto a los vocales dominicales como a los independientes.
A los nuevos socios foráneos, que por su propia naturaleza son simples aves de paso, se les cederán a lo sumo un par de puestos en el máximo órgano de gobierno, y santas pascuas.
Por todo ello, la venta del 20% de Gas Natural entraña un cambio meramente cosmético. Recuerda la propuesta lampedusiana de que todo cambie para que todo siga igual. Por lo demás, este tejemaneje de campanillas les viene como anillo al dedo a los vendedores, pues uno y otro, pero sobre todo Repsol, andan necesitados de recursos crematísticos para robustecer su balance.
La venta del 20% de Gas Natural entraña un cambio meramente cosmético. Recuerda la propuesta lampedusiana de que todo cambie para que todo siga igual
La petrolera adquirió a finales de 2014 su homóloga canadiense Talisman, por 7.500 millones, más la asunción de 4.000 millones de deuda. El momento elegido para la compra resultó ser un desacierto nefasto, pues poco después los precios internacionales del crudo cayeron en barrena. No parece sino que hacerse público el cambio de manos de Talisman y deprimirse el precio del petróleo, fue todo uno.
El desplome se ha revelado demoledor para Repsol. Sus secuelas no son grano de anís: necesidad de dotar copiosas provisiones y desmoronamiento del beneficio, seguidos de recorte del dividendo y centenares de despidos. Cuando Repsol se hizo con Talisman, el crudo cotizaba a 100 dólares. Estos días se sitúa claramente por debajo de los 50. Veintidós meses después de aquella magna adquisición, bien puede decirse que la mitad del valor latente de Talisman se ha transformado en humo.
Y una consideración más. La llegada de los especuladores del fondo de inversión a Gas Natural va a acarrear un cambio en la cúpula. Salvador Gabarró, con nada menos que 80 años a cuestas, ocupa la presidencia desde 2003. Anteriormente, había desarrollado una larga y fecunda carrera profesional en el fabricante de porcelanas sanitarias Roca. Ingresó en esta firma de capital familiar en 1962 y permaneció en ella hasta su jubilación.
El mismo Gabarró tiene dicho que su presencia en Gas Natural ha entrado en el período de descuento y que sólo está ahí guardando la butaca a quien vaya a sucederle. Parece ser que será reemplazado por Isidro Fainé, presidente de la Fundación Bancaria de La Caixa, es decir, en última instancia líder supremo del conglomerado financiero-industrial articulado alrededor de la antaño cabecera de las cajas de ahorros españolas.
Fainé no es un chico de calzón corto, pues en julio complió 74 primaveras. Pero si su predecesor ha sido capaz de aguantar en el cargo hasta los 80 años, se puede concluir que el polifacético Fainé continuará empuñando la batuta durante bastante tiempo.