Rajoy o la vaquiña contra Twitter
Don Mariano les ha dado un meneo de mucho cuidado a sus contrincantes. ¿Qué ha sucedido? En cierta ocasión Hitler estaba de buen humor y se puso a silbar una popular canción. Una de sus secretarias le dijo que la melodía no era así, que se había equivocado. A lo que el Führer respondió: "Yo no me he equivocado, se equivocó el autor". La izquierda tampoco se equivoca nunca, es la realidad quien lo hace.
Nadie parecía dar crédito a lo sucedido, con el agravante del diputado de más logrado en Cataluña tras el FernándezGate. Iban para sorpasso según las encuestas, a ganar sin bajar del autobús, y todo se quedó en un intento de conato de nada. La explicación es sencilla para los corifeos plastas de los radiotelepredicadores. Los malos de la película, la pérfida derecha, han asustado al personal con el discurso del miedo, de que venía el lobo de la coleta, y han cogido una descomposición de mucho cuidado O el efecto del Brexit... todo vale.
Y ahí estaba Mariano, quieto, parado, de quien tanto se habían reído. Era como tener a Fernando Esteso en la Moncloa. ¡Estaba chupado ganarle!
¡Es que no se nos puede dejar solos! Y mira que nos lo tenían avisado de que era el final de bipartidismo, ¿recuerdan?, una crisis del sistema de la Transición comparándolo con la crisis de la Restauración, nada menos que con la del año 1917, ¡la Revolución Rusa!, al apocalipsis, el problema era España (que no tiene solución) y no Cataluña... En mis pesadillas nocturnas aún veo el dedo índice de un notario saliendo del televisor y persiguiéndome por reírme de semejantes majaderías. Se había acabado la vieja política y había llegado la nueva. ¡Albricias! Y además para quedarse.
Esa que sale precocinada en los platós de televisión, vacía como una campana sin badajo. Unos guaperas como maniquíes, provistos de labia, con politólogo de cabecera, que señorean en Twitter y en esa cosa de las redes sociales, con los másteres que hay que tener, una especie de legión extranjera que se apunta al referéndum, una línea roja según la metrología. Ellos son jóvenes, no llevan corbata, ganan todos los debates, hablan idiomas, feminizan la política a base de morreos y llevan a los niños a amantar al escaño. Por no tener ni siquiera tienen barriga.
Y ahí estaba Mariano, quieto, parado, de quien tanto se habían reído. Era como tener a Fernando Esteso en la Moncloa. ¡Estaba chupado ganarle! La esfinge, el lector de Marca, el quietista, don Tancredo, el plasma, el pobre español que no habla idiomas, hijo del franquismo, incapaz de hilvanar dos frases seguidas en público, seguidor del Real Madrid, con menos sex appeal que el Pato Donald, con un carisma perfectamente definido, declarado persona non grata en Pontevedra, amante del ciclismo desde el sofá... lo tenía todo en contra. Menos una cosa. Al paisano que después de votar va al prado en dónde pace y le dice a la oreja: "Tranquila vaquiña que también he votado por ti".