Los calzoncillos de Göring
En la primavera de 2015 estuve cinco días en Praga, ciudad que recomiendo visitar, vale la pena perderse en sus calles y apostar por conocer rincones fuera del circuito turístico. Como excursión, se propuso el campo de concentración de Terezin (Theresinenstadt, en alemán) o el balneario de Karlovy Vary, y a pesar de que la segunda opción era muy tentadora, preferí la primera.
Es un museo que nos recuerda de lo que somos capaces, y sí, nos educa en lo que nunca debería volver a suceder
La ciudad, a 60 kilómetros de Praga, arrastra un pasado muy interesante, ligado, para su desgracia, a las dos guerras mundiales. Allí estuvo preso Gavrilo Princip, al que se condenó en 1914 como responsable del atentado de Sarajevo, detonante de la Primera Guerra Mundial. La fortaleza, que aún se conserva, se usó después como gueto judío al que se trasladaron hasta 150.000 personas, de las que al menos 88.000 fueron enviadas a campos de exterminio. Cuando terminó la guerra, se contabilizaron 17.247 supervivientes.
La visita es estremecedora, los objetos que se conservan ilustran la vida y la muerte de las personas confinadas. Los dibujos de los niños, suponen asomarse a sus ojos, nos llevan un poquito más cerca de lo que sufrieron, a veces, mucho más que una fotografía. Es un museo que nos recuerda de lo que somos capaces, y sí, nos educa en lo que nunca debería volver a suceder. Algunos podrán argumentar que hay un interés morboso en la visión de los objetos cotidianos de los prisioneros, su ropa, sus maletas, sus utensilios de cocina. Distinguir de forma clara entre el interés puramente histórico o el enfermizo no es nada fácil y no seré yo quien presuma de una opinión autorizada.
Hace pocos días, el anuncio de la casa de subastas Hermann Histórica, especializada en armas, condecoraciones y objetos históricos, de sacar a licitación objetos personales de Adolf Hitler, su lugarteniente Hermann Göring y otros condenados en los juicios de Nuremberg, ha levantado una polémica tal, que la casa ha decidido no informar de los precios finales ni de la identidad de los compradores.
Los objetos personales formaban parte de la colección del estadounidense John K. Lattimer, gran coleccionista que decía tener en su poder un pedazo del pene de Napoleón (sin comentarios) y era el médico encargado de vigilar la salud de los condenados nazis en los procesos seguidos contra ellos.
¿Los pantalones o las radiografías de Adolf Hitler tienen interés para la ciencia y la educación de la sociedad?
En este lote, el 9.022, hallamos, entre otros, radiografías, calcetines, corbatas, pantalones y una chaqueta de Hitler, vestidos de su amante Eva Braun, calzoncillos y botas de Göring, así como la cápsula que contenía el cianuro con el que se suicidó (que por cierto, sale a 25.000 euros). También se subastan trozos de la soga con la que se ahorcó a los condenados. Hermann Histórica ha asegurado que exigirá a los compradores que los objetos se usen para educación cívica o investigación científica y no para hacer apología nazi.
Me pregunto cómo van a asegurarse de ello, porque ¿los pantalones o las radiografías de Adolf Hitler tienen interés para la ciencia y la educación de la sociedad? ¿Y los trozos de soga o los vestidos que lucía Eva Braun? Tengo serias dudas de que sirvan para documentar el nacionalsocialismo o la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, los calzoncillos de Göring miden 114 centímetros de contorno, por si a algún experto le interesa. Quizá esa pieza de ropa sirva para cambiar la historia.