Pensamiento

Nuestros niños se lo merecen

4 junio, 2016 00:00

La fotografía de Yeremi Vargas la tenemos los canarios grabada en nuestra memoria desde hace nueve años. Su imagen nos acompañó incesantemente en los medios de comunicación, en los aeropuertos, en los comercios, en las paredes de los edificios de nuestras calles, en los hospitales y en los bares. La ciudad se empapeló con su dulce sonrisa parcialmente desdentada por sus siete años y sus ojos marrones que también sonreían tras unas gafas de intelectual. Cada vez que le miraba sentía el escalofrío del dolor ajeno, de la inseguridad y la terrible sospecha de que nos encontraríamos con una muestra más de la barbarie humana que arremete contra lo más vulnerable, inocente y puro que tenemos, nuestros niños.

Tenemos que actuar, con una justicia implacable y mucho más severa con los que dañan a nuestros seres más indefensos e inocentes, que representan además nuestra esperanza y nuestro futuro

Si Yeremi Vargas desapareció el 10 de marzo de 2007, la niña británica Madeleine McCann se esfumó como por obra de magia negra de una habitación de hotel en el Algarve la noche del 3 de mayo del mismo año. Las fotos de la pequeña aparecieron durante años en los medios de comunicación, recordándonos el sufrimiento y la desesperación de una familia que pierde lo más preciado. En ambos casos se acusó temporalmente a los padres que tuvieron que lidiar no solamente con el abatimiento de la pérdida sino también con la denuncia, la sospecha mediática y el rechazo social.

Los padres de Madeleine realizaron una campaña mundial sin precedentes para encontrar a la pequeña y han ofrecido una recompensa de dos millones de euros al que pueda dar una pista fiable de su paradero. Las últimas noticias que nos llegan son de un supuesto inspector que asegura que la niña, que tendría hoy doce años, vive en Paraguay.

También los padres de Yeremi Vargas anunciaron una generosa recompensa por cualquier noticia relacionada con su hijo. Sin embargo, la última noticia que han recibido es desesperanzadora porque señala a un pederasta como principal sospechoso. El posible autor de la desaparición de Yeremi está en prisión por atacar a un niño de once años en 2012. El caso de 2012 había sido archivado hasta que los guardias civiles de la Unidad Central Operativa (UCO) lo reabrieron y finalmente el pederasta, Antonio Ojeda, conocido por Juan el Rubio, fue encarcelado tres años más tarde. Se sospecha que hay más agresiones pero las dificultades por encontrar pruebas fehacientes después de tantos años hacen mucho más complicada su imputación.

Desde que se dio a conocer su nombre, los medios se han hecho eco de la terrible infancia que padecieron Juan el Rubio y sus siete hermanos, criándose en un ambiente de prostitución, delincuencia y alcoholismo y la estela de brutalidad y dolor que algunos de los hermanos han ido legando a la sociedad.

Cómo es posible que en una sociedad como la nuestra, en la que la educación es obligatoria y la sanidad es gratuita puedan ocurrir casos como estos, en los que ocho niños son maltratados en un pueblo canario sin que la población actúe, y que algunos de estos niños ya adultos arremetan de forma brutal contra lo más vulnerable de nuestra sociedad, creando una herida que no cicatrizará nunca.

Tenemos que actuar, con una justicia implacable y mucho más severa con los que dañan a nuestros seres más indefensos e inocentes, que representan además nuestra esperanza y nuestro futuro. Necesitamos más control en sanidad y en educación y que entre todos nos protejamos mutuamente, denunciando sin miedo el peligro y luchando por una sociedad más segura y más justa. Nuestros niños se lo merecen.