La tregua
Parece que el nacionalismo catalán busca una tregua con el Estado después de varios años de anunciar una declaración de independencia inminente y de alardear de vivir al margen de él aplicando lo que la neolengua nacionalista llama 'la desconexión'.
Los secesionistas piensan que, ya que no es posible la independencia, de lo que se trata es de mantener el gobierno
Las razones de este cambio táctico son numerosas. Puigdemont necesita reforzar su imagen presidencial lastrada por la sombra de Mas, la visibilidad de Junqueras y los dolores de cabeza de la CUP. CDC quiere reorientar su estrategia para recuperar centralidad y tratar de frenar su decadencia electoral. Junqueras, convertido en el hombre fuerte del Gobierno, es plenamente consciente de que lo de la independencia va para largo y que, si quiere ser el próximo presidente de la Generalitat, debe reforzar su imagen de gestor, capaz de solventar los problemas cotidianos. Por ello, la estrategia de mantener el discurso de máximos evitando compromisos temporales concretos y pactando mejoras de financiación, retirada de recursos, etc., es plenamente coherente.
Los secesionistas piensan que, ya que no es posible la independencia, de lo que se trata es de mantener el gobierno. Y así seguir con las políticas de adoctrinamiento en la escuela, el control de los medios, el incumplimiento de sentencias y la construcción de 'estructuras de Estado'. Pero en un tono formalmente moderado. Con doble lenguaje en Madrid y Barcelona para evitar un 'choque de trenes' --concepto abandonado-- que implicaría su derrota con la actual correlación de fuerzas. Ya vendrá el momento de volver a echarse al monte cuando piensen que se dan las condiciones propicias. Lo importante es que el 'régimen' no caiga.
Menos comprensible es la postura del Gobierno en funciones. La reunión permitió a Rajoy ocupar los informativos y hablar más de temas generales --los refugiados-- que del asunto en cuestión. En plena precampaña, Rajoy quiso combinar un discurso de firmeza frente a la independencia pero a la vez reivindicar su puesta en duda capacidad de hablar con todo el mundo, y quién sabe si abrir la puerta a una posible abstención, al menos de CDC, en una futura investidura.
Los catalanes no nacionalistas, hartos de haber sido moneda de cambio durante 35 años, se preguntan qué contrapartidas obtienen con la tregua
Los catalanes no nacionalistas, hartos de haber sido moneda de cambio durante 35 años, se preguntan qué contrapartidas obtienen con la tregua. ¿Qué concesiones han hecho los nacionalistas?
No parece que los independentistas hayan renunciado a nada. Reivindican y practican el victimismo como siempre. En cambio, el Gobierno central no exige públicamente y con claridad medidas concretas para cosas tan obvias como que en Cataluña el Estado de derecho no se vulnere un día sí y otro también. Que los disidentes no sufran acoso. Que el dinero público no sirva para fomentar la secesión.
Veremos cómo evolucionan los acontecimientos tras las próximas elecciones, pero algo con lo que deberán contar los gobernantes de Madrid y Barcelona es que la pasividad y el silencio de los catalanes no secesionistas no va a volver. Va a ser más difícil que en el pasado utilizarlos de moneda de cambio.