Pensamiento

Lo suficiente

15 abril, 2016 00:00

Pasan los años, la vida corre su curso y todo se olvida o se desfigura, lo cual es más perturbador que la mera ignorancia. Por esto importa dejar testimonio de lo que se vivió, y que quien quiera o pueda saber, que sepa.

Un Pujol interesado en exceso por cómo dirigiría 'La Vanguardia' recriminó a Foix que fuese "demasiado internacionalista" y que no conociera "lo suficiente" a Cataluña

El premio Josep Pla de este año, 'Aquella porta giratòria', tiene por autor a Lluís Foix; un destacado periodista que dirigió La Vanguardia hace más de 30 años. En las últimas páginas del libro, recuerda que un Pujol interesado en exceso por cómo dirigiría el diario recriminó a Foix que fuese "demasiado internacionalista" y que no conociera "lo suficiente" a Cataluña. Ahora, el periodista premiado se desahoga en público: "Això m'ho va repetir moltes vegades, fins que un dia li vaig respondre que jo era tan català com ell. 'Per què ho dius?'. 'Mira, president, jo he llaurat la terra dels meus pares, solc amunt i solc avall, moltes vegades i molts dies, i aquesta terra me l’estimo tant com tu'. Ja no em va treure més el tema".

No se quedaron aquí las artes intimidatorias, un arrogante Trias Fargas le llamó para que no publicara una encuesta que daba a Maragall como ganador de la alcaldía de Barcelona, en detrimento suyo, el candidato de CiU. Poco después de su negativa a hacerlo, le soltó un amenazante "ya te acordarás". Lo cierto es que Lluís Foix cuenta que Jordi Pujol, Ramon Trias Fargas, Miquel Roca y Lluís Prenafeta (¡qué póker de sobrados!) presionaron sobre el diario, quejándose de que no les favorecía "lo suficiente"; otra vez, "lo suficiente".

En el puente aéreo, Miquel Roca, siempre pulcro, le dijo a un compañero amigo de Lluís Foix que su diario tenía que elegir entre Foix y CiU. "I va ser Pujol", apostilla el director que saltó al poco. Éste finaliza su libro reiterando que los cargos tienen una importancia relativa en el periodismo, más aún cuando se pierden por razones inesperadas, porque "la escritura y la profesión siempre te salvan". Hay que señalar, sin embargo, que la decencia y la vocación verdadera tienen un coste superior para quienes no tengan cubiertas las espaldas económicas. En cualquier caso, es lamentable que estas prácticas coactivas resulten gratis y que solo ahora consten en acta. ¿Por qué no se denunciaron en su momento?

Es lamentable que estas prácticas coactivas resulten gratis y que solo ahora consten en acta. ¿Por qué no se denunciaron en su momento?

Su amigo el inigualable cronista Arturo San Agustín ha publicado, también estos días, un libro excepcional, un libro de los que "te salvan": 'En mi barrio no había chivatos' (Comenegra). Con él, vuelve por sus fueros y retoma el aire de 'Sapore di Sale'. Reitera en él que lo verdadero y lo valioso está fuera de los despachos de quienes juegan sucio y embrutecen cuanto tocan.

Arturo se salva con los suyos, con la gente corriente que en su barrio de la Barceloneta lo apodaron, no sabe por qué, el Napo. Les da la palabra y el recuerdo a quienes no pintan nada, pero que resultan ser los mejores. La gente que habla por sí y desde su propia individualidad, que vive con sus penas y que puede llegar a decir: "-Yo todo lo que sé lo he aprendido mirando al horizonte. Ahí está escrito todo. En los libros solo hay palabras. Ahí, en el horizonte, en la línea del horizonte, está todo. -¿Y qué es todo? –La vida".

La vida real es como un puerto. El puerto es un estilo de vida. "La vida es ir perdiendo amigos, pero no sabemos que, a veces, también perdemos el barrio que hizo posible que lo mejor de nuestra infancia y nuestra adolescencia transcurriera en sus calles". Y Arturo confiesa que nunca ha olvidado lo mucho que le debe a su barrio de la Barceloneta, donde creció y soñó. La verdadera Barceloneta, escribe una noche de verano, no se puede describir desde el lujo. Pero le duele ver su barrio desfigurado: "Es orín insufrible, sudor, bicicletas y monopatines que invaden las aceras y amenazan la vida del peatón".

Este libro deja testimonio de una colmena entrañable, centenares de personajes que se entienden a su manera, discurriendo entre olores de sardina, de gambas a la plancha, de calamares a la romana y de paellas, unas buenas y otras peores, de bacalao y de aceitunas. Pero también con miradas de droga, alcohol, cárcel o soledad. "Pómulos hundidos, calvas muy soleadas, toses de tabaco y vino de cartón". Y una hija de la caridad de san Vicente Paúl, Genoveva Masip, haciéndose cargo del dolor acumulado a su alrededor, mujer abnegada que atendía y escuchaba de verdad y que no pedía nada a cambio.

En otro lugar del puerto transcurre un diálogo como éste, recortado: "-¿Sabes qué aprendí de mi padre? –El arte de la pesca. –Y a no decir mentiras". Sí, en verdad, esto sería "lo suficiente".