Pensamiento

El historiador ¿cómplice o crítico?

1 abril, 2016 00:00

Una de los gestos que más me impactaron en la investidura del último presidente de la Generalitat fue el del portavoz de la coalición triunfante, Josep Turull, cuando se giró para pedir la bendición de Oriol Junqueras. Había hecho un comentario rancio y mesiánico sobre el papel de Cataluña en la Historia y, mirando al líder de ERC, le señaló diciendo que ahí estaba el Historiador --con mayúsculas-- para refrendarlo. El asentimiento de Junqueras, convertido por la gracia de la Nación en su Historiador-notario, me evocó a José María Pemán --salvando la atribuida calidad literaria del franquista gaditano--.

Menos mal que todavía tenemos historiadores que no comulgan a diario con sus regímenes respectivos

Menos mal que todavía tenemos historiadores que no comulgan a diario con sus regímenes respectivos. Pongo un ejemplo. El sevillano Carlos Arenas ha publicado un extenso estudio sobre la historia del capitalismo andaluz ('Poder, economía y sociedad en el sur', 2015) que ha sido editado por el Centro de Estudios Andaluces, una fundación encuadrada en la Consejería de la Presidencia de la Junta. Primera lección y primera paradoja: cuando una institución publica un estudio tan crítico sobre el devenir reciente de la política social y económica de los gobiernos socialistas en Andalucía, es que al menos existe algo más que praxis democrática.

Varias son las ideas clave de este amplio y novedoso trabajo. La primera es que el capitalismo andaluz es muy antiguo, arrancaría con la conquista castellana entre los siglos XIII y XV, y se prolongaría hasta la actualidad. La continuidad institucional de ciertos rasgos explicaría, según Arenas, el atraso relativo y la vigencia de problemas estructurales en Andalucía.

La segunda idea es que el capitalismo andaluz ha sido y es un capitalismo extractivo, protagonizado históricamente por elites acaparadoras de todo tipo de recursos (agrarios, mineros, turísticos...) incluido el poder. Este modelo productivo se promueve con una mentalidad extractiva, cuya mejor expresión es una cultura rentabilista y cortoplacista, presente ya en la Carrera de Indias de los siglos XVI y XVII, y que se ha manifestado con recurrentes burbujas especulativas, fuertes oscilaciones cíclicas y la incapacidad de construir algo distinto sobre lo ya iniciado. No hubo fracaso de la industrialización sino el éxito y la constante metamorfosis de un modelo económico denominado 'el equilibrio del sur'.

El capitalismo andaluz ha sido y es un capitalismo extractivo, protagonizado históricamente por elites acaparadoras de todo tipo de recursos incluido el poder

Con todo detalle, Arenas repasa cómo determinadas familias --señoriales, bancarias, terratenientes, mercantiles, políticas, etc.-- han condicionado el destino de los andaluces durante siglos, ante unas clases medias débiles y subordinadas y unas clases trabajadoras impotentes. Así, la médula espinal de la sociedad andaluza durante siglos ha estado nutrida por el clientelismo, sea el patronazgo señorial, la protección caciquil y familiar, o el clientelismo de partido.

Se puede estar o no de acuerdo con los cambios que el historiador Carlos Arenas plantea para alcanzar un nuevo modelo productivo, pero lo que es innegable es que Andalucía sigue siendo una de las regiones más desiguales de España y de la Unión Europea. Y que las políticas pasivas del bienestar o las transferencias fiscales foráneas han apuntalado aún más ese modelo de capitalismo extractivo. Una última lección de historia: el historiador es útil cuando incomoda, provoca debate y reflexión, no cuando asiente y bendice desde un escaño.