Guerra en la izquierda francesa
Hay generaciones que conocieron el Bloque de izquierdas (Bloc des gauches, coalición electoral de 1899), otras que conocieron el Cartel de las izquierdas (Cartel des gauches, 1924). La nuestra se expone a vivir más bien la izquierda de los carteles, o más bien la izquierda descuartizada. No hay que ser demasiado severos; la izquierda ha estado siempre fraccionada y muchas de las fracturas que vemos en nuestro tiempo recuerdan a las que existían ya durante la Tercera República: ahí están los violentos enfrentamientos entre republicanos moderados, radicales y radical-socialistas y blanquistas, por ejemplo con motivo de los atentados terroristas cometidos por anarquistas, que ponían bombas en las terrazas de los cafés.
Una cierta izquierda les encontraba excusas y ensalzaba sus gestas; los republicanos moderados votaban leyes en nombre de la "seguridad", y una buena parte de la izquierda socialista combatía esas mismas leyes, las llamadas "lois scélerates" (leyes canallas de 1893). En el fondo, es un poco lo que está de nuevo en juego desde el 7 de enero y el 13 de noviembre, aunque no solo.
¿Dos izquierdas irreconciliables?
Manuel Valls, que no esconde su admiración por Clémenceau, habló de dos izquierdas, según él, irreconciliables. Tiene razón en parte, sobre todo en lo que respecta al terrorismo y al islamismo: el divorcio está consumado entre la izquierda que pretende acallar a Kamel Daoud y la izquierda que quiere que se hable de todo y que defiende a quienes aún se atreven a hacerlo. Entre la izquierda relativista que continúa, no solo explicando, sino encontrando excusas, sociales o poscoloniales, al integrismo y al terrorismo; y la izquierda republicana y laica para la que la defensa de los derechos de las mujeres y la laicidad son condiciones para desactivar a la vez la propaganda racista y la yihadista.
No es que no se pueda leer Charlie Hebdo y Mediapart a la vez. Ni que no se puede estar simultáneamente contra el integrismo y contra la privación de nacionalidad. Desde luego que se puede. Pero en lo esencial, estas dos izquierdas se han convertido, efectivamente, en irreconciliables. Y ésta es una de las líneas de fractura, una de las principales, que alimenta la guerra en la izquierda francesa...
Al menos cinco bloques
Pero ese es el problema: no es la única línea de fractura. La izquierda está fragmentada, no en dos campos, sino al menos en cinco, si se tiene en cuenta la cuestión económica y social y el posicionamiento internacional. Sin hablar de las guerras de ego, centrándonos solo en las posiciones de fondo, no se ve cómo se puede conciliar la izquierda que aboga por la-flexibilidad-primero con la izquierda que defiende que lo primero es la seguridad en el empleo. O cómo reconciliar la izquierda que defiende a Putin con la izquierda que defiende a Qatar. O a estas dos supuestas izquierdas con la izquierda que, en conjunto, rechaza alinearse en uno de estos ejes. Incluso en el espacio del centro-izquierda, existen también verdaderos matices entre la izquierda Valls, republicana, laica y flexi-securitaria, y la izquierda Macron, liberal en todas las dimensiones.
¿Hay que recoser todas estas capillitas? ¿Es posible? ¿Cómo se hace? Y sobre todo, ¿quién lo desea, aparte de los simpatizantes de la izquierda? El verdadero problema es que los políticos no están necesariamente interesados en ello. O en todo caso, no tienen los mismos intereses en juego. Empezando por el primer ministro y el Presidente de la República. François Hollande, por ejemplo, está interesado más bien en la unión de la izquierda detrás de él y de lo que queda de su candidatura (para 2017). Manuel Valls, por su parte, tiene más bien interés en una implosión-clarificación con la que intentar construir otra izquierda con la vista puesta en el medio plazo, de aquí a cinco años. Es esta divergencia la que está contribuyendo a envenenar este final de mandato.
La fragmentación de la ley de empleo
Todo se convierte en nuclear con la ley de empleo. He aquí una reforma promovida por dos líderes del Ejecutivo que no tienen exactamente el mismo interés, y que se encuentran al final de su mandato, por un Presidente que no fue elegido con un programa tan decantado hacia el socioliberalismo. La ley de empleo lo tenía todo para hacer saltar en pedazos, como piezas de un puzzle, las fuerzas de la izquierda.
Podría imaginarse, sobre el papel, una salida de la crisis. Un compromiso entre aquellos que quieren sacralizar el Code du travail (equivalente al Estatuto de los Trabajadores) y convertirlo en un estandarte ideológico, que podrían aceptar una dosis de flexibilidad para favorecer la contratación indefinida; y los que pretenden la flexibilidad a toda costa, que deberían garantizar a los trabajadores el mantimiento de los derechos sociales y la seguridad en el empleo. Y sobre todo, no deberían abandonar a los trabajadores al mero rapport de force, permanente y desigual en su empresa, en un país como Francia, en el que no existe un contrapoder sindical tan fuerte como en Alemania.
Este compromiso requiere una cierta madurez y menos conflictos, algo que no está en la tradición política francesa. Y sobre todo, de nuevo, no está claro quién en la clase política podría estar interesado. No parece el caso del primer ministro, y tampoco el de aquellos que dicen sistemáticamente rojo cuando él dice amarillo, verde o rosado, tanto si habla de Kamel Daoud como si se trata del Code du travail. Un entendimiento de este tipo tiene, por tanto, pocas posibilidades de progresar. Y sin embargo, sin él, la izquierda saldrá rota y arrasada de este debate. Con muy pocas perspectivas. ¿Sobre qué bases podría recomponerse?
Por una izquierda laica y social
Los acontecimientos siguen su curso, como sobreentendiendo que vamos a tener que escoger entre una izquierda laica que ha renunciado a la sensibilidad social y una izquierda social que ha renunciado a la laicidad. Y si finalmente hay que escoger, sobre todo después de un atentado, será sin duda la izquierda laica y antitotalitaria quien se imponga. Pero, ¿cómo asegurarse que su ventaja moral no derive en una degradación de las libertades y del Code du travail?
Entre la izquierda socioliberal y la izquierda 'arcaica', nos falta una generación de los radical-socialistas que han construido la Francia actual y, probablemente, nos falta también un Clémenceau cruzado con un Jaurès. Nos falta una izquierda laica y social, sin la cual muchos progresistas corren el riesgo de quedar políticamente huérfanos.
[Traducción de Juan Antonio Cordero Fuertes]