Mas & Junqueras SL: el fin justifica los medios
Antonio Robles relacionaba en uno de sus últimos artículos al nacionalismo con la frase más célebre de Marx: "La religión es el opio del pueblo". En su revisión particular decía que "el nacionalismo es una sobredosis de opio identitario". Estoy de acuerdo con él en cuanto al nacionalismo, que no al separatismo. Que es lo que hoy nos amenaza con esa sonrisa amable con la que te invita que tomes una dosis de cianuro. Los papanatas lo han bautizado como la "revolución de la sonrisa". Empero, la palabra que mejor los define es cinismo. A pelo seco.
Decía el profesor Robles que el nacionalismo era una sobredosis de opio identitario, pero el actual empuje separatismo es algo más que eso: porque a todos nos promete el paraíso en la tierra sin tener que salir de casa o, para ser exacto, con sólo ir a votar
Existe la creencia de que Carlos Marx criticaba a la religión como tal, y la verdad es que es natural esa confusión porque muchos de sus seguidores, en España sin ir más lejos, cuando tuvieron ocasión quemaron las Iglesias y otras cosas aún peores. Pero fue una mala digestión del pensamiento marxista porque su mentor, como buen materialista que era, no entró a debatir si había vida después de la muerte, sino que sólo se ocupó de la vida terrenal. El Paraíso en la tierra debía conquistarlo el proletariado a través de la violencia de las masas. Era la dialéctica del siglo XIX. Dicho sea de paso se saldó con absoluto fracaso cuando la teoría se hizo praxis. Pero no éste sendero el que hoy quiero transitar.
Decía el profesor Robles que el nacionalismo era una sobredosis de opio identitario, pero el actual empuje separatismo es algo más que eso: porque a todos nos promete el paraíso en la tierra sin tener que salir de casa o, para ser exacto, con sólo ir a votar.
No ha visto la humanidad en toda su historia otra igual, un camino de rosas más sencillo para llegar al Parnaso: bajando el interruptor de la conexión con [el resto de] España, irrumpirá la luz celestial. La felicidad en mayúsculas. La Tierra Prometida. El Becerro de oro es la promesa de que tendremos 16.000 millones de euros más al año. Ese dinero que "España nos roba". Que nos quita en esa malévola resta de lo que Cataluña aporta y no recibe. Esta mentira no resiste el mínimo análisis serio, pero la repiten porque el mantra ha cuajado en la mente de los neo locos por la independencia.
Hay que ser muy ingenuo para creerse algo que es aún peor que una mentira: una maldad. Como los políticos que lo defienden no tienen un pelo de tontos, no me cabe la menor duda que son unos mentirosos compulsivos. Cada uno tiene sus motivos (los describiré en mi próximo artículo: 'El guapo, el gordo y el perroflautas'), pero en esto van uncidos como dos mulas que voluntariamente se han colocado tapones en los oídos, y una venda en los ojos, para no oír y ver lo que el electorado (y el mundo) les ha dicho (y lo que Europa les ha repetido hasta la saciedad).
La mentira de que tendremos 16.000 millones de euros más al año no resiste el mínimo análisis serio, pero la repiten porque el mantra ha cuajado en la mente de los neo locos por la independencia
Fue Nicolás Maquiavelo quien dijo que en política el fin justifica los medios. Este principio tan pragmático es el causante de los mayores males que ha padecido la humanidad en todos los ámbitos, incluido el religioso: la Inquisición pretendió salvar a sus contemporáneos de la condena eterna... Lo de que el fin justifica los medios es una maldad que en lo personal no la tenía ni el propio Maquiavelo, que más que teorizar se limitó a describir lo que pasaba. Empero, estos Maquiavelos contemporáneos no describen la realidad, sino que son como un sastre: la cortan a su medida, y si no la inventan en una realidad virtual...
Dios no lo quiera, pero si un día triunfaran quienes tan arteramente nos engañan (hablo de esta sociedad provisional de Mas & Junqueras), tendrían que tragar su quina de patrañas de cuento, y comprobar que hasta sus propios crédulos les quitarían los tapones de los oídos para escuchar sus imprecaciones, cuando descubrieran el desolado paisaje después de la batalla del paraíso conquistado gracias a su voto. Espero que no tengan que tragar esa quina...
No es que una parte de Cataluña se haya vuelto loca, sino que ha sido un cóctel con cuatro tipos de alucinógenos altamente perjudiciales para el cuerpo social: la declamación excelsa de los dos tenores principales, los desastres de la maldita depresión de 2008, las meteduras de pata de Rajoy y las corruptelas de demasiados de sus muchachos, nos han llevado a esta neurosis colectiva de un pueblo que, decía Josep Pla, nos caracterizaba, además de su amor al trabajo y seriedad, por tener seny.
Por lo que se ve, nada es para siempre.